El fin de semana pasado organizamos una reunión abierta a jóvenes de diferentes iglesias de Madrid, para que pudieran experimentar lo que significa salir a la calle, predicar la cruz y orar por enfermos.
Antes de salir, estuvimos leyendo diferentes versículos que narran los milagros que hicieron Jesús y sus discípulos. Tanto en los evangelios como en el libro de Hechos podemos leer muchísimas historias de personas que se encontraron con Cristo y experimentaron salvación en todo su ser: espíritu, alma y cuerpo. Cada vez que leo estas historias mi corazón se llena de asombro y de gozo,
¿sería posible que nuestro día a día fuera exactamente igual al de Cristo y sus discípulos?
Es muy importante que conozcamos bien lo que hicieron Jesús y sus discípulos porque nos muestra el modelo que debemos seguir y nos da fe para creer que podemos vivir de la misma forma en la que Cristo y sus discípulos vivieron.
La Biblia nos enseña que es posible ver el reino de Dios establecerse en nuestros barrios y nuestras ciudades, por eso debemos conocerla bien, no solamente leyéndola sino estudiándola y aplicándola a nuestra vida.
Cuando lees cada uno de los milagros que hizo Cristo entiendes un poco más el corazón que Dios tiene por el ser humano: Él quiere salvarnos, sanarnos, alimentarnos, hacernos libre del pecado, darnos vida y restaurar nuestros corazones. Todo lo que hacía Jesús era motivado por el amor más puro que puede existir.
Fue un tiempo increíble. Uno de los chicos que vinieron a la reunión había sufrido de migraña por casi 18 años y Dios lo sanó en un momento. Sus lágrimas caían mientras me decía que nunca un dolor de cabeza se le había quitado en dos segundos. Cuando salimos a la calle me dijo que nunca había podido estar bajo el sol sin tener dolor de cabeza. ¡Dios es tan bueno! Cada vez que veo una sanidad ocurriendo en la vida de una persona me detengo para darle gracias a Dios y para asombrarme de Cristo. Él es digno de que nos sigamos asombrando de lo que Él hizo en la cruz para traer completa salvación a nuestras vidas y cuerpos.
Nos dividimos en diez equipos y estuvimos recorriendo las calles de Madrid por dos horas, buscando personas con las que hablar y enfermos por los que orar. Recuerdo una conversación que tuvimos con un chico que iba hacia una discoteca, al verlo sabía que teníamos que hablar con él y le preguntamos si podíamos preguntarle su opinión sobre la eternidad, si él creía que muchas personas irían al cielo o si por el contrario, serían pocas las que entrarían al cielo. Él respondió que serían pocas personas y que él no sería una de esas personas, sabía que había pecado contra Dios y era consciente de que si moría en ese momento iría al infierno.
Le hice una pregunta más: ¿qué pensarías de alguien completamente inocente que estuviera dispuesto a cargar tu culpa para que tú no tengas que ir al infierno? Su cara se iluminó mientras me respondía: No sabría cómo agradecerle. Entonces le expliqué que el único hombre inocente que existe es Jesucristo, y solo Él es quien puede hacerle inocente delante de Dios. Le expliqué lo que significa arrepentimiento y poner nuestra fe en Cristo, quise ser lo más directo y claro posible e incluso le puse en una situación extrema: En algunos países entregar tu vida a Cristo significa perder tu trabajo, tu familia y hasta ir a la cárcel y ser torturado, ¿Tú estarías dispuesto a todo eso con tal de recibir el perdón de Cristo?
No sabía muy bien cómo iba a responder después de que le expliqué lo que sufren muchos cristianos perseguidos, pero quería asegurarme de que entendía que Cristo es digno de que le entreguemos todo, de que estemos dispuestos a perderlo todo con tal de ganarlo a Él, la perla de gran precio.
Para mi sorpresa me dijo que sí estaría dispuesto. Entonces le dije que por qué no hacía un pacto con el Rey Jesús para entregarle toda su vida. Él me miró y me dijo: ¿Aquí en la calle? Y le dije que sí. Entonces comenzó a decir: Dios, perdóname todas mis ofensas, sólo te pido que me recibas con los brazos abiertos y que no me juzgues… ten misericordia, a partir de hoy quiero ser uno de los tuyos.
Su oración quebrantó mi corazón. Cuando escuchas a alguien que genuinamente entrega su vida a Cristo te das cuenta del poder del mensaje de la cruz, capaz de cambiar vidas.. le di nuestro contacto y nos despedimos de él.
Seguimos caminando y encontramos a un hombre que tenía dolor en la pierna derecha durante 7 meses, ¡oramos por él y el dolor se fue! Le explicamos lo que Cristo había hecho en la cruz y nuevamente volvimos a asombrarnos del amor de Dios. Le dimos gloria a Dios en la calle.
Durante dos horas pudimos recorrer Madrid y experimentar algo de lo que Jesús y sus discípulos experimentaron cuando recorrían los pueblos y aldeas.. conociendo a personas y hablándoles del reino de Dios, un reino donde hay verdad, gracia, justicia, salvación y vida eterna.
Cuando regresamos a nuestro local después del tiempo de evangelismo, estuvimos contando testimonios durante una hora. Realmente impresionante todo lo que Dios hizo solo porque decidimos entregarle nuestra tarde al Rey Jesús. Sería maravilloso que los jóvenes saliéramos a las calles y llenáramos nuestras ciudades del mensaje de la cruz, explicándole a la gente acerca del arrepentimiento, de la fe en Cristo, del amor de Dios y sanando enfermos.
Este artículo forma parte de la revista P+D Verano/07. Descárgalaaquí en PDF, o puedes leerla a continuación:
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