Con esta séptima entrega intento terminar con los aspectos que desde mi humilde punto de vista necesitamos replantear para intentar formar integralmente a nuestros jóvenes. He comenzado retando la categoría juventud, para luego pasar a revisar espacios donde se encuentra la juventud en medio de sus relaciones sociales, y por último, estoy intentando hacer una breve revisión de aspectos como la espiritualidad, el discipulado, la misión, y hoy deseo entrar en el aspecto de la comunidad y los jóvenes.
¿Por qué creo que es importante traer y tratar el tema de la comunidad? Bueno, la realidad salta a la vista. Por distintas razones vemos como nuestras comunidad e iglesias se están vaciando de jóvenes, a los cuales no les resulta relevante el mensaje que se trasmite desde ellas. No estoy hablando del evangelio, del mensaje de Jesús o de la propuesta espiritual para sus vidas. Estoy más bien llamando la atención con el desarrollo de los aspectos de la vida de la iglesia. Ya no solo está costando trasmitir el mensaje a aquellos que profesan o se declaran cristianos, sino que tampoco estamos siendo relevantes o alcanzando a aquellos que no lo son.
La iglesia, en su funcionamiento y esencia, debería ser una señal, una muestra del reino de Dios en la tierra, pero lamentablemente, ese no es el caso en la mayoría de comunidades con la que me ha tocado compartir y estar, incluso puedo decirlo de mi propia comunidad. En este punto, podría dedicarme a enumerar muchas de las cosas que desde mi parecer podrían estar erróneas o tergiversadas en lo que a ser iglesia se refiere, pero dicho ejercicio podría estar impulsado por la arrogancia de pensar que mi punto de vista es el correcto, y no deseo quedarme ahí, por el contrario, tengo la intención de traer a consideración aspectos que nos ayuden a formar y alcanzar jóvenes.
En pocas palabras, más que diagnosticar, con el añadido peligro de entrar en crítica, deseo proponer. Primero que nada, quiero hacer notar que no estoy hablando de grupos de jóvenes, ni de reuniones juveniles. Estoy hablando de la asamblea, de la ecclesia (ἐκκλησία), de la comunidad en sí, y las propuestas van para ella. He trabajado con jóvenes desde hace más de 15 años, y me doy cuenta que nos le ayudamos cuando les tratamos como si de una raza subdesarrollada se tratase, incapaces de tomar decisiones por sí mismos, aún cuando muchos son personas desarrolladas, y maduras, y que no les vendría nada mal introducirse en la dinámica adulta de la vida. En mi primer artículo hablaba de esto y retaba a considerar la juventud solo desde el aspecto biológico, y no desde la construcción social de la juventud que hemos hecho desde hace varias décadas ya. Por ello, quiero considerar estas propuestas, pensando en jóvenes, pero en realidad para la iglesia, y con los jóvenes como parte de ella.
Desde mi humilde opinión, creo que necesitamos recuperar las metáforas eclesiásticas de Pablo para que la comunidad cristiana pueda intentar ser más próxima al patrón bíblico de funcionamiento. ¿Qué quiero decir con esto? Que en la medida que las metáforas relativas a la iglesia, utilizadas por Pablo a lo largo de sus cartas, sean el patrón de funcionamiento de nuestras comunidades de fe, podremos garantizar que nos estaremos aproximando a la idea que Pablo tenía de comunidad. Y antes de introducirme en ellas, quisiera aclarar el término mismo: “Iglesia”.
QUÉ ES EN REALIDAD UNA IGLESIA
La RAE (Real Academia Española) define el término como proveniente del latín “ecclesia” y a su vez del griego ἐκκλησία. Este último, en el idioma griego, nos habla de convocados, de llamados para ejecutar algún servicio, como por ejemplo el servicio civil de los oficiales de una ciudad. Por ello, la mejor definición de iglesia, en el sentido literal del griego, sería un grupo de personas llamadas para ejecutar algún cargo o labor. Creo que las más de 100 veces que la palabra aparece en el Nuevo Testamento, se utiliza desde este contexto de convocados, de llamados con una labor o misión específica. Jesús mismo la utiliza en Mateo 16:18, cuando dice: “Por eso te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra* voy a edificar mi ἐκκλησία (voy a construir mi grupo de convocados para la labor que yo le encomendara), y el poder del abismo no la vencerá.”
¿Qué hace a una iglesia, una iglesia? O mejor otra pregunta, ¿Es todo lo que llamamos iglesia, una iglesia? O, ¿Es todo lo que definimos como iglesia, una ecclesia? Hago esta pregunta, puesto que estoy convencido que no todo lo que definimos como “iglesia” es en realidad una “ecclesia”. Para explicarme, pregunto: ¿es el local o edificio donde se reúne un comunidad de cristianos, una iglesia? Al parecer, según la RAE sí, pero según la Biblia no. Creo que cuando llamamos “Iglesia” a lo que en realidad es un local o un edificio que solo alberga una reunión de la “ecclesia”, estamos demostrando una mala teología, puesto que ninguna de las más de 100 veces que aparece el término en la Biblia se utiliza dentro de este contexto. Sin embargo, la realidad de la ecclesia es tan amplia que Pablo utiliza más de una metáfora para hablar de diferentes énfasis o “lados”, cuando se refiere a este cuerpo de convocados.
METÁFORAS
La metáforas utilizadas por Pablo cuando se refiere a la ecclesia son: Una familia, una novia, un edificio que se convierte en templo y un cuerpo. Incluso Pedro se apunta a esto de utilizar metáforas para hablar de la ecclesia, y la define como un templo espiritual: “Vosotros también sois como piedras vivas que Dios utiliza para construir un templo espiritual” (1 Ped. 2:5)
Cuando nos paramos a meditar en cada una de estas metáforas y de cómo ellas nos podrían ayudar a organizarnos y a funcionar como ecclesia, creo que no tenemos otra opción que incluirlas en la propuesta de comunidad de fe que deseemos experimentar. Incluso, estas enlazan muy bien con cada uno de los problemas básicos del ser humano, según lo dicho por Francis Schaeffer (sociológico, teológico, psicológico y ecológico), o podríamos decir que cada metáfora podría ser conectada con cada una de las cuatro rupturas que sufre el ser humano en Génesis 3, a saber, una ruptura con el prójimo, una ruptura con Dios, una ruptura consigo mismo y una ruptura con el entorno.
LA FAMILIA DE DIOS
Pablo cuando les escribe a los Efesios les identifica como familia de Dios (Efe 2:21). Esta metáfora, particularmente me habla de como deberían ser nuestras relaciones dentro de las comunidades a las cual pertenecemos y de paso, define qué tipo de relación existe con quien ejerce la función Patri/Matriarcal en la familia. Cuando somos capaces de vernos como hermanos, aún en medio de las diferencias, que aunque pensemos diferente no dejaremos de tener el mismo linaje, y que somos lo que somos porque el Padre y la Madre de nuestra familia así lo han dispuesto y enseñado. Una familia comparte los mismos rasgos de identificación, el mismo apellido, incluso se pueden identificar quienes son los progenitores por el ADN que poseen los hijos. El considerarnos familia con aquellos quienes comparten y experimentan comunidad con nosotros, nos ayudaría a dilucidar aspectos como finanzas, resolución de conflictos o liderazgo, por solo mencionar algunos. Piensa por un momento, en una familia ideal cómo deberían llevarse estos asuntos y extrapólalos a la forma como lo hacen en tu iglesia. ¿Crees que sería bueno recuperar esta metáfora para la vida de la ecclesia?
LA NOVIA
Escribiendo a los mismo Efesios, Pablo en el capítulo 5, versículos 26 y 27, declara: “Cristo murió para hacer que la iglesia fuera declarada santa, purificándola con el lavamiento del agua y un pronunciamiento suyo, para presentársela a sí mismo como una novia, llena de esplendor y belleza”. También en los Evangelios vemos como Jesús se define a sí mismo como el Novio. Esta metáfora, desde mi humilde opinión, nos puede servir para definir la forma de relacionarnos como comunidad, con el Señor. Imagina por un momento, una novia y su novio. Un novia enamorada (y el novio), está todo el día pensando en su novio, cuando le preguntan por él, solo tiene palabras de afirmación y habla maravillas de todo lo que hace y dice su novio. En pocas palabras, una novia enamorada “adora” a su novio, reverencia sus formas y palabras, le convierte en el centro de su vida y se proyecta en el futuro como su esposa.
Esta metáfora me habla de espiritualidad, de la vida de adoración que debo vivir en el día a día. Una novia no quiere a su novio solo un día de la semana, o en un lugar determinado, no, una novia le ama en cada instante de su vida, en cada respiración, está inhalando y exhalando amor por su novio, y le es fiel, a pesar de todas la tentaciones que pueda encontrar, sin importar el contexto en el que pueda vivir. Si somos capaces de experimentar la gratitud de haber sido rescatados de nuestro mundo roto, quizás entonces podamos experimentar amor por Aquel que nos rescató, y como comunidad podremos vivir en cada instante, en cada “presente” entregados a este amor.
UNA CASA QUE SE CONVIERTE EN TEMPLO
“Ustedes los creyentes son esa casa, construida sobre una base sólida formada por los apóstoles y profetas, siendo Cristo mismo la piedra más importante de la construcción. Todo el edificio se mantiene unido debido a él, quien hace que crezca y se convierta en un templo santo para el Señor”. Esta declaración hecha por Pablo a los Efesios (2:19-20), nos habla de conversión, de algo que era una cosa y que por la labor espiritual de Jesús, se convierte en otra. Nos convertimos de una casa a un templo que alberga lo divino. Y ¿cómo sucede esto? La verdad es que esto es una labor del Espíritu Santo, y que no tenemos idea de cómo sucede, pero también es verdad que se lleva a cabo a través de la formación espiritual, y el patrón dejado por Jesús para ello, no es otro que el discipulado, que permite que haya crecimiento debido a la rendición del creyente a la obra del Espíritu en su vida. La metáfora de la comunidad de creyentes como casa construida, de Jesús como piedra angular de la misma, me habla de crecimiento, de construcción espiritual, de discipulado y de acompañamiento espiritual.
CUERPO DE CRISTO
“Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo”. Este es Pablo hablándole a los Corintios. Creo que no es nada nuevo hablar de la ecclesia como un cuerpo, creo que en nuestras comunidades se ha hablado infinidad de veces de tal cosa. Como iglesia, somos un cuerpo, donde la cabeza es Jesús, quien dirige y envía señales de actuación a cada miembro para ser el mismo, de forma corporativa, con capacidad de andar, ver, escuchar, hablar y tocar. Y es que esta metáfora me habla de eso, de un grupo de personas llamadas a cumplir una misión específica que les ha sido encomendada, y que se lleva a cabo de forma colectiva. En principio, estamos llamados a padecer con los otros miembros del cuerpo, y dolernos con ellos, de la misma forma si somos nosotros los que padecemos, debemos esperar que los otros se duelan con nosotros.
En segundo lugar, estamos llamados a ser parte de la Missio Dei en este mundo roto. De andar y llegar hasta aquellos que necesitan ser escuchados, vistos, y tocados. Aquello que necesitan de nuestra boca, no solo para que les hablemos, sino también para que les besemos en sus mejillas. De esto me habla la metáfora del cuerpo.
Como ves, mi propuesta es que usemos estas metáforas para identificar y relacionar nuestras funciones como ecclesia. Ya me gustaría a mí contar con un artículo para desarrollar en profundidad cada una de ellas y desgranar su significado para la iglesia hoy día, pero al incluirlas todas en un mismo artículo, lo que he intentado es hacer un acercamiento superficial y rasante de cada una de ellas, esperando que puedan ayudarnos a ser la iglesia que Dios espera que seamos.
Deseo terminar con una definición y una paráfrasis de lo que a ecclesia se refiere. Alan Hirsch, en su libro Caminos Olvidados (Missional Press, 2009) comparte una definición de ecclesia que se ajusta muy bien a lo que el patrón bíblico de las metáforas paulinas describe, y la define así: “la iglesia es una comunidad pactada, y centrada en Jesús, cuyo encuentro con Dios en Jesús, da como resultado una vida de adoración, de discipulado y de misión”. A mí particularmente, me gusta parafrasearla con la siguiente definición de ecclesia: “la iglesia es la familia de Dios, que debido a ser esa familia, vive de forma colectiva como una novia adorando al Novio, creciendo apercibidos de ser templo de los divino y como cuerpo, alcanzando y viviendo en este mundo roto”. A mi parecer, esto podría convertirse incluso en la declaración de propósito de la iglesia en cada contexto que le ha tocado vivir.
Este artículo forma parte de la revista P+D Verano/07. Descárgalaaquí en PDF, o puedes leerla a continuación:
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