De cuando en cuando me complace hablar de los vagos, hasta se me conoce una frase, que he usado en algún discurso, cuando he dicho: “prefiero a los creyentes durmiendo en la capilla que despiertos en el mundo”, es decir, que me gusta hablar de los perezosos, los holgazanes, de los zangones y, particularmente, en estas elucubraciones veraniegas.
Pocas veces hablo bien de ellos, en contraste con las veces que lo hago mal, pero debo señalar “Desde el Corazón” que en estos tiempos de calor, la pereza ejerce sobre mí un notable atractivo.
Cuando me da por hablar bien de ellos, lo hago porque considero que en la vagancia no cabe el mal. Es cierto que desde el no hacer se puede hacer mucho mal, pero también observo que para practicar el mal y beneficiarse de ello se precisan una diligencia, una constancia, unos esfuerzos que están reñidos con el dulce no hacer nada. El malo activo, siempre será más peligroso, siempre obtendrá en primeras nupcias más abundantes frutos del mal que el ocioso con su mero ejemplo.
Cuando me da por hablar mal de los vagos, los holgazanes, los zangones, recuerdo que son unos parásitos; y de éstos están llenas ciertas Iglesias. Viven a costa de los laboriosos, los responsables, los comprometidos, los que sostienen la comunidad, sus costes, sus proyectos, sus solidaridades sociales.
Hablemos de los que escurren el bulto, los que consiguen pasar así años y años sin morirse del todo, son unos parásitos. Estos perezosos, ya sean pobres o ricos, viven de nuestro trabajo, de nuestra fe comprometida, de mis sobras, y la verdad es que yo no tengo casi sobras. Y como yo, otros admirables, sin reclamar prebendas, van manteniendo años y años a estas legiones de inútiles.
Conozco algunos de actitud muy discreta, que nunca zascandilean ni con pequeñas intrigas a la comunidad, y lo único que aportan son muchas ideas elaboradas en sus interminables siestas profesionales y espirituales.
Conozco otros que tienen una estudiada gracia, que caen bien, que se les pide ciertas actividades como animadores en reuniones que no se paga, pero tienen gracejo para seguir pidiendo que se les ayude, sostenga y hasta se les premie. Pero ambos son unos holgazanes, viven de la fe y el esfuerzo de nuestros humildes o abundantes medios. De todo esto me acuerdo cuando hablo mal de ellos.
Los vagos, no obstante, son duchos en la lengua; de ahí que pasen tiempo criticando que los políticos, los ministros, los jefes de Estado, casi todo el mundo funcionariado hacen mal su trabajo; y casi sin darse cuenta, con el reproche llegan a decir que: “esos son tan perezosos que ni siquiera nos reprochan a los demás lo mal que trabajamos”; hasta ahí, podríamos escuchar a los vagos, porque si encima de hacerlo mal empiezan a regañarnos a nosotros, se exponen a quedarse sin un voto. De modo, que según esta elucubración, consiguen “los votos de vagos no regañados”.
A mí, “Desde el Corazón” me surge la pregunta: ¿hay derecho a apuntarse como éxito el voto de los vagos? y con la mano en el corazón, honestamente creo que no lo hay; pero hoy la premisa es justificarse con “
si yo no he hecho nada” y muchos serán los que piensen que hasta debemos respetar el derecho a no hacer nada.
Quizá algún día Francisco declarará: “si uno es vago, ¿quién soy yo para juzgar?”; ¿cómo es posible pensar: un vago un voto?”, ¡qué vergüenza, qué oprobio para un hombre de orden, político, Pastor, dirigente, saber que está apoyado por una pléyade de vagos!. Pues en mi elucubración veraniega, pienso que los vagos deberían serlo tanto, que ni para votar a vagos tendrían que tener energía.
Isaac Newton, aquel gran científico inglés y además fiel cristiano, enseñó la ley del movimiento, la cual establece que un objeto en movimiento tiende a permanecer en movimiento, y que un objeto en reposo, tiende a permanecer en reposo. Esta ley se aplica a toda la gente. Mientras unos trabajan, otros son apáticos, resistiendo cualquier motivación que les impele a vencer la inercia.
La Biblia, que tiene por autor al Dios trabajador, ordenó, sugirió, ejemplarizó, explicó que el trabajo es para el hombre, y la pereza es una transgresión de la ley,
una ilegalidad, de modo que quienes ejercen poder por el voto de los vagos, lo hacen sobre base ilegal. Y más aún, la Biblia, enseña que la vagancia será tributaria, ¿no nos suena actual?.
Sé que por este artículo no recibiré parabienes, pero me lo he pasado muy bien escribiéndolo, y hasta me he distraído hablando más mal que bien de los holgazanes.
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