No es demasiado extraño que en los tiempos que corren la gente se sienta más o menos inclinada a hacer observaciones más o menos críticas, sutiles, más o menos toscas, más que menos indignadas, sobre la clase política, pues las actuaciones constantes y singularísimas que ofrece al pueblo desde el Congreso, Senado, Gobiernos Autonómicos, Ayuntamientos, Diputaciones, los congresos mitineros, la Prensa, la televisión, las charlas en los bares e incluso –terminamos de enterarnos‑las conversaciones telefónicas, son muy justificantes para despertar agudas y romas reflexiones.
Yo “Desde el Corazón” me retiré de la política –en la que estaba simplemente en la condición de “cristiano que se preocupa”‑hace tiempo, cuando con claridad pude percibir que realmente el objeto de la política no es conseguir el bienestar o aumentar la felicidad del individuo.
A mí, todo lo que no tiende a ese fin y sobre todo a la salvación integral del ser humano me tiene sin cuidado.
Pero que
desde que nuestros políticos se han soltado la melena, el espectáculo que representan es tan insólito, tan tristemente atrayente, que he decidido “Volver a la política”.
Aunque sin preocuparme tanto, sólo como atalaya y espectador. Y vuelvo porque sus características, su comportamiento en público, la utilización del lenguaje, su manipulación del ser humano, su soberbia en creerse salvadores unos y otros de este mundo, su obcecado rechazo a los valores cristianos son totalmente distintos al resto de muchos de los ciudadanos y muy opuestos a las leyes divinas.
¿Cómo no ser, como mínimo, espectador de tan bochornosos espectáculos? Gastos públicos impresionantes en “conciertos por la Libertad ¿de qué?”, cuando hay arcas tan vacías para la ayuda social. Justicia influida por la política, cuando deja en libertad a un condenado por sus asesinatos etarras, en caridad humana porque se estaba muriendo –hace un año‑, para que muera en casa y ahora se pasea día sí y otro también, gordito y no por la cortisona, chicoleando por las tabernas de sus contornos, libre y presumiendo de libertad, la que no dio él, en los más de quinientos días que tuvo preso en inhóspito zulo al humilde funcionario, Miguel Ángel LARA.
Espectáculo indefinible, cuando se ve que cada día son más los imputados políticos, que preconizaban bienestar para todos, y se repartían los dineros públicos en operaciones kafkianas, en tal día como hoy, una ex ministra y otros 19 políticos. Cuando la misma Prensa, ya entrevista, como si fueran personajes de postín, a presos salidos de condena, por el simple hecho de que estuvieron unos días en contacto con el “suizo” Bárcenas, y éste les regaló a uno un pantalón corto y a otro su amistad, así que a estos dentro de poco, se les harán entrevistas en las telebasuras porque estuvieron con un “político en la trena” para decir que “parecía buena persona” y no era Conde.
No es de extrañar que a muchos ciudadanos comunes nos intrigue y protestemos de esa clase política tan pintoresca, tan diferente de los demás seres, tan ajena a los mandamientos del Creador, y que se crean realmente que son salvadores.
¿Es posible que sean gente así?; “Desde el Corazón” pienso a veces que son pobres los políticos, porque entre sus mujeres –las que no estén dentro del mismo aparato económico‑, sus asesores de imagen, sus consejeros sobre mil temas y la opinión pública de los votantes, los deben traer por la calle de la Amargura.
Sé que uno no debe dejarse llevar por estas observaciones de este aprendiz de escribidor, pero se siente, se siente, se siente en el ambiente que la gente común, el hombre de la calle, el pueblo llano, se desentiende más de la dialéctica de sus administradores.
No se puede negar que tienen sus seguidores. Pero, “Desde el Corazón” observo que surgen entre los españoles unos “aficionados a la política”, como los hay al fútbol, al ciclismo, al rock, a la gastronomía, a las teleseries, que no son de ninguna manera la totalidad del pueblo, ni siquiera una representación del pueblo, sino, una serie de “filopolíticos” como podrían ser “filatélicos” y que unos se apuntan –además de los pagados sindicalmente‑a unas siglas y otros a otras para asistir a manifestaciones, mítines, a fiestas, para corear canciones, exhibir banderas, reunir pegatinas.
“Desde el Corazón” soy consciente de que el pueblo sencillo debemos al Estado una gran gama de servicios que viviendo individualmente no podría disfrutar: Sería imposible que todos tuviéramos agua corriente, alcantarillado, electricidad, transporte público, sanidad pública y un largo etcétera.
Todo esto sólo es posible cuando se está de acuerdo en vivir en “la polis”, en la sociedad. No estaría bien que uno disfrutara de todo lo que provee el Estado sin cumplir sus obligaciones. Y esa es una de las razones por las que el cristiano ha de ser un ciudadano “político” y cumplir todos sus deberes como tal: cristiano y ciudadano.
Por tanto, recordar a los políticos que gobiernan, que su “privilegio” pasará por el juicio de Dios, que éstos lo sepan o no, están haciendo un trabajo ordenado por Dios, de ahí que el ciudadano cristiano tiene el deber de ayudar y no dificultar, tanto como no callar ante las injusticias.
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