Con algunas variaciones y agregados comparto un artículo publicado en el diario mexicano La Jornada. Lo escribí ante la creciente tendencia de los políticos por apropiarse de la figura de Cristo con el fin de congraciarse ante sus probables electores y/o gobernados.
Dicha tendencia se manifiesta igualmente por toda la geografía de América Latina.
He aquí lo redactado como respuesta a un caso sucedido en Monterrey, segunda (o tercera, ya que distintas fuentes conceden ese lugar a Guadalajara) urbe en importancia en el país después de la ciudad de México:
«Para información de la alcaldesa de Monterrey no se trata de la visita de algún cantante grupero a la capital de Nuevo León. No,
el Constantino al que nos referimos es el emperador romano que en el siglo IV cambió el status de la Iglesia cristiana, que por decisión suya transitó de ser perseguida a ser tolerada en el Imperio romano.
Contantino inicia con el Edicto de Milán (año 313) un proceso de tolerancia hacia el cristianismo que llevará a su culminación Teodosio el Grande, cuando promulga el Edicto de Tesalónica (año 380) y declara como fe oficial del Imperio romano al cristianismo.
Aunque es Teodosio quien consuma la unión Estado-Iglesia católica, ha quedado como figura central de dicha simbiosis Constantino, y tan es así que
cuando se habla de constantinización de una sociedad es para señalar la imposición de una fe religiosa desde el poder del Estado.
Margarita Arellanes Cervantes es militante del Partido Acción Nacional, organismo ideológicamente cercano a las posturas de doctrina social que sostiene la Iglesia católica. En un acto convocado por la Alianza de Pastores de la capital de Nuevo León, el 8 de junio
la alcaldesa se sintió con la autoridad suficiente como para tomar la iniciativa de entregar Monterrey a “nuestro señor Jesucristopara que su reino de paz y bendición sea establecido. Abro las puertas de este municipio como la máxima autoridad".
Arellanes Cervantes se suma con su acción a los gobernadores de Veracruz (Javier Duarte), que consagró el estado al Doloroso e Inmaculado Corazón de María; y al de Chihuahua (César Duarte Jáquez), que tuvo a bien consagrar la entidad al Sagrado Corazón de Jesús. Ambos mandatarios coincidieron en realizar sus actos consagratorios con la bendición de las autoridades católicas romanas de su respectivo estado.
La diferencia de lo realizado por la alcaldesa de Monterrey con las consagraciones de los gobernadores de Chihuahua y Veracruz, estriba en que ella no hizo su entrega de la ciudad a Jesucristo ante algún arzobispo u obispo católico romano, sino en un acto en el cual estuvo rodeada de pastores evangélicos.El marco de la ceremonia fue la campaña “Monterrey ora”, auspiciado por liderazgos evangélicos de la llamada Sultana del Norte.
Ante las críticas que su acción ha desatado en varios medios, Margarita Alicia Arellanes ha ratificado que ella es católica, aunque siempre dispuesta a participara en actos convocados por personas de otros credos que buscan el bienestar de Monterrey. También ha subrayado que su entrega de la urbe a Jesucristo la hizo a título personal y no como funcionaria. Esto queda desmentido por el video en el que claramente dice “abro [a Jesucristo] las puertas de este municipio como la máxima autoridad". Luego entonces, para desmarcarse de su piadosa ofrenda, ha incurrido en una flagrante mentira.
Cuando los políticos en público hacen ostentación de su religiosidad hay que dudar de que lo hagan movidos por una fe sincera y cristalina. En ellos y ellas siempre está presente el cálculo de costo beneficio en la imagen. Lo realizado por la alcaldesa de Monterrey es un constantinismo sui generis, porque mientras el emperador Constantino, pero sobre todo Teodosio, tuvo el poder para hacer que sus gobernados se “convirtieran” en cristianos so pena de ser considerados enemigos de la poderosa Roma, ella nada más dejó constancia de su buena intención que no tendrá repercusión alguna en la vida cotidiana de los regiomontanos.
No obstante la carencia de repercusiones que hemos apuntado no debe llevarnos a banalizar la entrega de la ciudad a la idea que de Jesucristo tiene quien gobierna la capital de Nuevo León.
A veces la frontera entre un acto piadoso y el mesianismo es muy tenue, y es mejor no intentar cruzarla. Porque una vez adentrados en el mesianismo uno de sus resultantes es considerar las críticas como ataques directos a la divinidad, cualquiera que sea la imagen construida que tenga de ésta el político en turno que se cobija bajo ella.
El Jesucristo de los evangelios, que tal vez no sea el mismo al que Margarita Arellanes le ofrendó la ciudad, reiteró a sus discípulos y discípulas que la forma en que debe evaluarse las creencias de las personas es mediante sus actos y no a través de melosas palabras con que una y otra vez se hacen grandilocuentes confesiones de seguir la voluntad de Dios.
En el Nuevo Testamento el profeta que más veces se cita es Isaías.
Cuando Jesús inicia su ministerio público, de acuerdo al evangelista Lucas, en la sinagoga de Nazaret lee una porción de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuento me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor” (Lucas 4:18-19).
Después Jesús dijo a sus oyentes que con él se cumplía lo escrito por Isaías, y les dio una lección poniendo de ejemplos a los “paganos”, personificados en una viuda de Sarepta, Sidón, y a Naamán el sirio. Los reunidos en la sinagoga se enfurecieron contra Jesús, lo expulsaron del pueblo e intentaron arrojarlo a un precipicio.
Deslizo que muy probablemente el Jesucristo al que la alcaldesa consagró la ciudad de Monterrey tiene muy poca relación con el que describen Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Éste Jesús ridiculizó a los poderes político, económico y religioso de su tiempo.
Y dejó muy en claro que nadie puede decretar la “cristianización” de la sociedad desde el poder.
Seguirle a él es un acto voluntario, y no una resolución de políticos inspirados que confunden la esfera gubernamental con el ámbito de las conciencias de los ciudadanos. Así que es necesario exigirle a la conmovida alcaldesa que no violente lo normado por el mismo Jesús y por las leyes que marcan la laicidad del Estado mexicano.»
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