AD FINES, por Juan Miguel Torrero Guilarte, Editorial Circulo Rojo, 492 páginas.
La novela histórica tiene su más alto representante en España en el ilustre canario Benito Pérez Galdós. Con el último Episodio Nacional Galdós parece terminar la más vasta construcción de este género literario que registra la Historia contemporánea. Autores hispanos que escriben desde el otro lado del Atlántico han avanzado en el arte dinámico de la novela histórica. Ahí están, para demostrarlo, figuras como Gabriel García Márquez, Guillermo Cabrera Infante, Manuel Mejía Vallejo, Mario Vargas Llosa, Julio Cortazar y tantos otros.
En su ensayo ORÍGENES DE LA NOVELA, el maestro Marcelino Gómez Pelayo afirma que la novela histórica “empieza cuando un elemento puramente fabuloso y de invención personal se incorpora en la antigua tradición épico-histórica”.
Las dos últimas palabras definen la novela de Torrero.
AD FINES se desarrolla en dos escenarios donde tuvieron lugar hechos memorables y acontecimientos pasados. El primero en el año 47, bajo el gobierno del emperador Claudio, y el segundo 16 años después, cuando el trono de Roma lo ocupaba Nerón. Ambas historias, “aparentemente inconexas, convergen y se fusionan al final del libro”.
Inventor de esta intensa trama –unas 500 páginas- es Juan Miguel Torrero Guilarte. Nació en Barcelona el mismo año que el gran novelista Ernesto Hemingway se arrancó la vida con un seco y suficiente tiro de escopeta: 1961. Enamorado del arte, Torrero practica el dibujo, la escultura, el diseño, la fotografía. Es arquitecto técnico, diseñador e ilustrador. Puro arte. Lo ideal de la vida sentido con profundidad y expresado con belleza. Es más arte el que expresa la verdad del infinito, el que sintoniza con la espiritualidad del ser humano, imagen y semejanza del Gran Misterio.
Aquí Torrero no precisa de maestros. La chispa que inflama su mente le viene de las alturas celestiales. El espíritu del Dios Todopoderoso ilumina las ideas que transmite en su novela.
Torrero Guilarte es miembro de una iglesia evangélica. Creyente sin mancha de dudas, activo, entregado. Además de su amplio curriculum en el campo secular, ha obtenido Grado en Teología en el Centro de Investigaciones Bíblicas (CEIBI), la prestigiosa institución que con talento y dedicación dirige desde la isla de Tenerife José Manuel Díaz Yanes.
Leyendo la novela de Torrero he reparado en la pureza del lenguaje. Cierto que, como lo escribió el alemán Teófilo Lessing en el siglo XVIII, cada escritor tiene su propio estilo. El de Torrero tiene fuerza vital y armonía. Utiliza las locuciones más naturales y más inmediatamente representativas de los hechos que relata. Sabe que un escritor es una pasión, un estilo, un sentimiento, un carácter. Mima las palabras y las escribe con maestría.
Indispensable el dato: AD FINES “es el nombre romano del territorio donde actualmente se asienta la ciudad de Martorell”,en la provincia de Barcelona. Es en este lugar donde Juan Miguel Torrero sitúa la acción de la novela. Una de sus intenciones es mostrar la realidad cotidiana en la Cataluña Romana.
Un viaje por mar desde Italia a Tarragona. Una mujer –Julia- embarazada que sufre las incomodidades del viaje. Un marido- Tulio- joven hacendado, que llama a gritos a esclavos a su servicio para que atiendan a la esposa en aquella crítica situación, un Tulio ya anciano que confiesa ser padre del desconcertado Mario.
Este es el principio y el final del libro. Con estos elementos del primer y último capítulo Torrero construye una hermosa novela ambientada en el primer siglo de la era cristiana. En las 500 páginas de texto –novela larga- el autor trata con maestría temas de todos los tiempos, pues, como dijo el filósofo cristiano, nada hay nuevo bajo el sol. Nada, como hoy, igual ayer: violencia, injusticias, solidaridad, amores traicionados, amores que conocen la guerra y luego la paz, seres que ocultan al diablo con el más hermoso ángel que encontrar pueden.
No se crea que todo es historia y conflictos entre personas en AD FINES. El historiador que explora una época tan alejada como el primer siglo también nos presenta un mensaje de salvación, de redención en Cristo. En este sentido, la novela de Torrero es un tratado dialogado de evangelización. Los seguidores de Cristo, con preferencia los jóvenes, encuentran aquí valiosas enseñanzas sobre los principios religiosos que rigen sus vidas. Para el autor, el cristianismo es la mayor perfección a que puede aspirar la humanidad.
Las dos epístolas en páginas 123 a 126 están escritas en un lenguaje que revelan los sentimientos espirituales del autor. Sabe que no está en un púlpito, sabe que escribe sobre un papel en blanco, pero está convencido de que sólo del cielo desciende la chispa que ilumina y da vida al alma. “Que Cristo nuestro Señor os acompañe y proteja”, dice Félix a su esposa Aula. Antes le había deseado: “Que las bendiciones de Dios Padre recaigan sobre ti y sobre todos los siervos de nuestro Señor Jesucristo”.
Con un estilo ameno, en el que abundan anécdotas curiosas, Juan Miguel Torrero nos entrega una magnífica novela, siempre apoyada en el dato histórico, pero sin descuidar por un momento que es la obra de un hombre que ama a Jesús, a quien le ha entregado la vida.
Si quieres comentar o