En el nombre de Dios (Margarita Arroyo)

PRESENTACIÓN
Margarita Arroyo (Madrid, 1947), es Doctora en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Academia Castellana y Leonesa de la Poesía; pero también Doctora en Poesía.

Magnífica poeta cuya obra leo siempre con admiración: ella es un espíritu que se calienta con la Luz verdadera. Dice: “Hágase la Luz/ y fue la luz en llama…// Y luz. Y luz. Y luz./ antes de ti, segadas/ estaban las espumas/ y los huertos más puros/ bajo el silencio hundidos// y la creación se hizo/ por ti presagio y cerca”. Así leo en su Trilogía (De la palabra, el yelmo y la mirada), ediciones la palma, Madrid, 1997.

Toda su obra es una escritura incandescente, una escritura que no volverá escombros.

Aprecien otra cata que hago de sus versos:

De esta herida de oro,
este puñado de arena que levanta mi piel
me iré partiendo,
me iré descortezando
hasta muda cumplirme a tu llegada.

BASTA UN POEMA PARA DIOS
Lo breve se agranda cuando esta Juglar de Fontiveros por el pequeño Juan de Yepes, anota su magno sentir, como cuando dice: “El viento hecho esperanza./ Y gozo./ Y agonía./ Porque lo que se oía en el fondo de la noche/ como un timbal antiguo/ percutido por los dedos de Dios,/ era, sin duda alguna,/ el corazón azul del guitarrero”.

Ella ha sido distinguida con varios premios, entre ellos: Francisco de Quevedo (1984), Esquío (1985), Ibn Jafaya (1987), Hucha de Plata (1988), Medalla del Ateneo (1993), Clarín (1992), Quijote (1997) o Searus (2010). Su obra poética está compuesta por los libros Reducida a palabra (1983), El yelmo y sus adornos (1984), Sin mirar a los lados (1988) y Trilogía de la palabra, el yelmo y la mirada (1997). Está incluida en diferentes antologías, como Las Diosas Blancas, Litoral Femenino, Mujeres de Carne y Verso o Antología General de Poetas Españolas.

EN EL NOMBRE DE DIOS
Con cuidado recogeré Tu nombre;
levemente sorprendida
por tan claro vestido,
diálogo de presencia tan recortada y justa,
tan cercana medición.

Y yo que buscaba urnas,
fortalezas,
grandes soliloquios con los que reclamarte,
con los que conjurar el tiempo y el espacio
con los que transformar el recuerdo en estancia,
tenía, tan a mano,
las sílabas precisas con las que hendir el frío
con las que sosegar las hirientes ausencias,
en las que recostar mi poema pequeño.

Margarita Arroyo dona a Dios su verdadera voz, esa voz madura ya para envolverse junto a Él.