PRESENTACIÓN DE UN NOTABLE POETA
Entre Ternura extraña (1983) y El temblor de las libélulas (2011), otros veinte libros conforman la obra poética publicada del excelente poeta José María Muñoz Quirós (Ávila, 1957), un hombre al que admiro como escriba y como persona : excelencia en el manejo de la palabra; bondad en el trato con sus semejantes, máxime con otros poetas menores y mayores que siempre han gozado de su extrema generosidad, sea incorporándolos a publicaciones colectivas o en la revista El Cobaya, que dirige; sea invitados a recitales y demás encuentros que viene organizando desde hace más de dos décadas.
Esos otros veinte libros son los siguientes:
Razón de luna (1984),
La estancia (1985),
Carpe diem (1987),
Naufragios y otras islas (1988),
Ritual de los espejos (1991),
Mar habitable (1993),
Memorial (1995),
El sueño del guerrero (1995),
Rosa rosae (1995),
Quince años no es nada (1997),
Dibujo de la luz (1998),
El cuaderno de invierno (2000),
En Ávila mis ojos (2000),
Material reservado (2000),
El don de la palabra (2002),
Celada de piedra (2005),
Ausencias (2007),
La soledad del pájaro (2007),
El color de la noche (2008),
El rostro de la niebla (2009). Aquí no incluyo las carpetas que ha publicado acompañado de pintores o los innumerables poemas aparecidos en revistas de España y América Latina, y todavía no recogidos en libro.
Apreciemos su voz, como cuando ora al Faro que guía nuestros pasos:
Dar. Palabra inequívoca
de luz. Manos abriéndose
en signos que forman
un puente, una inquietante
materia,
presencia de la música
necesaria en el alma, dando,
abrir senderos
que están en ti,
largamente imprecisos
pero ocultos, latiendo.
He empezado citando su vasta obra para luego dejar bien claro que la humildad es otra de las virtudes de este magnífico poeta abulense, muy amigo de los poetas cristianos y participante activo de los encuentros “Los poetas y Dios”, que anualmente se celebran en Toral de los Guzmanes (León), organizados por la Asociación Cultural Evangélica Eduardo Turrall, que preside el pastor Manuel Corral.
EXPERIENCIAS EN TORAL
Muñoz Quirós es un poeta que celebra la realidad de lo telúrico y lo amoroso, pero también –y en grado sumo- la realidad de lo trascendente, la claridad del misterio, la necesidad de lo Divino. Dice, por ejemplo:
Tenemos vacía la inocencia,
hueca y desnuda, vertida
en una página de nieve.
Nos ilumina el alba, esa
clara presencia del misterio
invisible
Él es de Ávila y vive en la tierra de otros dos grandes místicos, Juan de Yepes o la Cruz y Teresa Cepeda, esa mujer próxima la Reforma y en connubio permanente con el Cristo.
En Toral ha compartido numerosas experiencias, además de la Poesía cuya raíz es oración al Dios de lo inefable. Él ha demostrado su calidad literaria, pero también su hermandad con Antonio Salvado, Verónica Amat, Andrés Quintanilla Buey, Carlos Aganzo, Jesús Fonseca, Araceli Sagüillo, José Antonio Valle Alonso, Frank Estévez, Pedro Tarquis, Leopoldo López Samprón, Samuel Díaz, Marcelo Gatica, Juan Ángel Torres Rechy, Víctor Manuel Márquez Pailos y tantos otros que han pasado por ese lugar de Dios en los nueve años que ya duran los encuentros. Por ellos, por esa parcela donde celebramos lo Sagrado, pareciera decir:
“Aquí descansa la palabra/ de los hijos del viento. Hunden/ sus dedos en la niebla. Acarician/ el pan secreto de sus ojos. Vuelan./ Aquí está la palabra de los ríos/ cuando son agua de quietud”.
MIENTRAS TE ESPERO (Tríptico antológico)
Presidente de la Academia de Juglares de Fontiveros y Miembro de la Academia Castellana y Leonesa de la Poesía, Muñoz Quirós ha obtenido 14 premio de poesía, entre 1984 y 2011. Aquí algunos: XVI Premio Internacional de Poesía San Juan de la Cruz, Premio Fray Luis de León de Poesía, Premio Jorge Manrique, IX Premio de Poesía "Jaime Gil de Biedma", Premio Ciudad de Cáceres, Premio Alfons El Magnánim de Valencia y el XI Premio de Poesía Ciudad de Salamanca.
Y aunque ha estado (y estará) en lugares destacados, de prestigio, lo cierto es que
Toral de los Guzmanes significa un lugar inolvidable para Muñoz Quirós, un recinto donde no quiere dejar de estar, un encuentro donde leyó estos tres poemas que publico a modo de ejemplo de su alta lírica y de su nexo con lo divino.
I
Dios vive allí, rastrea los cuadernos,
firma en tu nombre, te derrama
la escalera de luz, tiembla en la llave,
gime con el dolor cuando te abraza
desasosegadamente en cualquier día...
Entonces ves su olor, sigues su paso, te cobija
de un alto escalofrío
con tus cosas, reclama tu pasión,
hace tus manos, fuma en tu silencio, sube
por tus venas (sin más)
y se detiene
junto a tu lluvia lenta, en los jardines
por donde tú paseas, en las torres
almena de palomas y cigüeñas
un azul en verdad... besa tu infancia,
cuida tu calle, coge tu pasado
en una nitidez insospechada, te deforma
el amor para triunfarte
grandiosamente en todo lo creado.
Esa es la voz que sube por la estancia,
que te ha revuelto así lo cotidiano,
que se esfumó en tu ser sin darte cuenta.
Y pasa el día y sientes que no es vano
este vivir por ser, por almendrarte
la sangre en libertad, por ser
la aurora donde sólo supiste de lo oscuro.
II
Señor, vela por mí,
por cuanto me rodea,
por las humillaciones, por el tesón del viento
que arranca de las lenguas, por la ley del olvido,
por la música lenta de un mirar dulcemente,
por la ocasión de un sueño roto sin más aviso,
por las horas que mueren... Señor, por cada cosa
que siente su equilibrio, por el reloj del alba
que aprende a despertarme, por la estancia pequeña
donde todos habitan y nos habitas siempre,
por un humo que sale de los huesos del alma.
Señor, por las caricias que se propician mudas,
por un álbum de risas con todos los colores,
por la razón primera que sustenta el silencio,
por todo lo creado, vela. Señor, que encuentre
más alto el firmamento cuando apenas se caiga
sobre mi voz, que sepa localizar los mapas
de las cosas de adentro, que , enhiesto, me sostenga
cuando la estancia sea una jaula de miedos;
que al fin, cuando se acerque
el postrer horizonte
podamos observarte en un alud de brisa,
que la noche no cese de abatir su misterio
como el indescifrable corazón de una incógnita.
III
Y vendrás a llevarte con la muerte
por las constelaciones, los muros, las distancias,
lo que fuimos un día, ese jirón
de angustia
que se prendió en la sed de lo inmaduro,
un nombre que pronuncias suavemente
en el silencio grande de la espera, la evasión
de la vida en cualquier sitio, tu extraña paz
que brota como un sauce
en las manos del ser... y en la distancia
y en las constelaciones, por los muros,
dejaremos el hueco que ocupamos
para llenar la vida de otro néctar, para
subir sin miedo hacia otro escaño
ilimitado y ágil, y en tus manos
miraremos hacerse la mañana
de un tono más añil, donde la estancia
sigue su rito de horas y de instantes
contemplados por ti, como un venero
beberemos el agua de tus manos
hecha ley de Verdad, conmovedora
persuasión de espiral; y se hará el día
donde no exista soledad, en esa estancia s
obre la cual se escapan los recuerdos
hacia una realidad inabarcable.
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