“Una ciencia retorcida en interés de la apologética sería un pecado y una locura” C. S. Lewis
La imagen de una tabla con tres columnas como defensa de una supuesta concordancia entre Biblia y ciencia está siendo un fenómeno viral entre algunos cristianos durante los últimos días. Sin embargo, se trata de un cuadro que expone una exégesis más que discutible discutible así como adolece de rigor histórico y científico. Esto produce consecuencias como la propagación de la idea de falta de credibilidad de La Biblia y de los propios cristianos. Las redes sociales han dado lugar a multitud de creyentes animando a compartir esta tabla incluso con los profesores, por lo que es probable que algunos jóvenes creyentes hayan experimentado algún tipo de crisis tras haber sido confrontados con la realidad de los hechos.
Por razones de este tipo, el punto de la presente reflexión no es tanto el contenido de esta tabla en concreto -¡Hay tantas cosas en Internet!- sino exponer
una meditación acerca de nuestra ligereza para difundir contenidos aparentemente atractivos pero que no han sido contrastados ni reflexionados y que resultan contraproducentes para la fe propia y ajena así como para el testimonio del evangelio.
Pero vayamos por partes, ¿Qué afirma esta difundida tabla que ven debajo?
En primer lugar, no hace falta ser un especialista en ninguna materia para percatarse de que las frases ahí expuestas “a favor de La Biblia” carecen de cierto sentido lógico. Por citar sólo algunos ejemplos, la tabla da a entender ideas tan sorprendentes como que los ciclones son un fenómeno moderno jamás visto por nuestros antepasados, los cuales tampoco se percataron de algo tan cotidiano como que el viento cambia de dirección. Se expone que este
descubrimiento fue revelado en exclusiva por La Biblia, aunque el cuadro no ofrece referencias ni bibliografía que expliquen y demuestren tan extrañas afirmaciones. Sin embargo, las fuentes son imprescindibles para el debate científico e histórico, sobre todo si lo que se pretende es convencer a otros de unas tesis tan revolucionarias, escuetas y enormemente extrañas.
Este cuadrante también afirma que la ciencia antes (tampoco en ningún caso se especifica qué tiempo abarca ese “antes” ni quienes decían estas cosas) creía que la luz no se mueve. Es difícil saber qué se quiere decir exactamente con esto, pero es evidente que los antiguos vieron sombras y rayos de luz reflejándose en superficies. Lo más llamativo es la afirmación de que el libro de Job revela el movimiento de los fotones lumínicos al declarar:
“¿Sabes dónde viven la luz y la oscuridad? ¿Puedes llevarlas al trabajo, y regresarlas a su casa?” (Job 38, 19-20). Que el lector saque sus conclusiones y que tenga en cuenta también que los siguientes versículos (que no aparecen en la tabla) continúan diciendo:
“¿Has estado en los depósitosdonde guardo la nieve y el granizo? Yo los tengo guardados para los tiempos de guerra y para castigar a los malvados” (22-23). Llegados a este punto cabe pensar que ni los más literalistas defenderán que La Biblia revela que la nieve y el granizo se guardan en algún depósito secreto con el fin de ser lanzados contra los malos.
Y es que parece claro que no hay intención de literalidad científica alguna porque lo que se dice ni se corresponde con lo que vemos, ni con lo que los antiguos veían, ni con lo que La Biblia pretendía decir. Se trata de evidentes figuras retóricas y lenguaje de su tiempo cuyo énfasis recae en ensalzar la sabiduría y el poder de Dios en contraposición a la prepotencia del hombre. Pero sin intención científica, claro. Porque entonces hacemos contradecirse a La Biblia y al sentido común.
Esta popular tabla defiende ideas como que el versículo: “
una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria” (1ª Corintios 15, 41) no es una alusión de magnificencia basada en las diferentes intensidades y brillos de las estrellas que todos veían a simple vista (sentido natural del texto) sino que se trata de una extraordinaria revelación científica ajena al conocimiento del siglo primero. Sin añadir más comentarios a tan llamativa conclusión, fijémonos que este versículo se desplomaría científicamente bajo los silogismos literalistas porque en él “se defiende” que el Sol es algo diferente de las estrellas, lo cual no es correcto según sabemos hoy.
Incluso el que probablemente sea el versículo más mencionado por los científico-literalistas, Isaías 40, 22: “
El está sentado sobre el círculo de la tierra”, es un texto que hay que tomarlo con mucha cautela. Primeramente porque habla de un círculo y no de un globo terráqueo, que son dos cosas diferentes. En segundo lugar, porque
el círculo o globo como forma del mundo era un concepto muy común en cosmovisiones antiguas y dominantes como Babilonia (ver imagen), cultura de gran influencia sobre el antiguo Israel. Por tanto, decir que Isaías 40, 22 apela claramente al globo terráqueo tal y como hoy lo conocemos seguramente sea decir demasiado.
Esta tabla de éxito en las redes sociales defiende también que la ciencia antigua no se percató de que “la sangre es una fuente de vida”. Pero sin saber de historia antigua parece evidente que nuestros antepasadostambién se daban cuenta de que si te cortas y te desangras te mueres. La obvia relación entre vida y sangre ha existido siempre.
Y aunque cada frase de la tabla es más que cuestionable, lo dejamos aquí. Supongo que bastan estos ejemplos para que algunos nos paremos y reflexionemos sobre el modo en el que nos acercarnos a La Biblia, a la historia y a la verdad en general. Más cuando la intención es mostrar al incrédulo la inspiración divina de La Palabra de Dios y nuestro amor por la verdad. Además, la arbitrariedad de esta tabla puede ser cuestionada por otras vías argumentales, como –por ejemplo- cuando se diga que la ciencia de antes pensaba que las especies eran fijas (lo cual concordaría con un Génesis 1 literal), pero que hoy establece que evolucionan.
UNA REALIDAD MÁS SENCILLA Y NATURAL
Finalmente, el meollo de esta confusión tiene que ver con algo mucho más natural y sencillo. Y es que los autores bíblicos usaron el lenguaje y conceptos de su tiempo (como no podía ser de otro modo) para comunicar el plan de Dios con la humanidad.
Aquellos escritores usaron la magnificencia poética y expresiva más comprensible para sus coetáneos. Dijeron al mundo queYavé gobernaba sobre todo el Universo, ya sea sobre las columnas cósmicas de las que se hablaban por ahí (Job 26,11), los cimientos y bases otorgados al cielo y Tierra (2ª S. 22,8; Job 38, 6; Sal 105, 5), las compuertas y fuentes de un gran abismo (Gn. 7, 11), un firmamento (cubierta “firme” del cielo) que Dios despliega como una cortina (Is. 42, 5; 44,24; Sal 104,2,), etcétera.
Daba igual cómo se entendiese el mundo por entonces; pues lo que todos debían saber es que Dios es el creador, Señor y sustentador de todo ese cosmos que les rodeaba.
Esto no disminuye un ápice la contundencia de la inspiración divina porque la pretensión de Las Escrituras no es revelar capas geológicas ni el movimiento de traslación.
Atacar a La Biblia por este uso de la grandilocuencia poética o cósmica de su tiempo es tan absurdo como hoy lo sería despreciar un mensaje de Albert Einstein porque un día dijese: "¡Ha salido el sol!" cuando todos sabemos el Sol no sale por ningún lado sino que es La Tierra la que gira alrededor suyo. Aunque la expresión ¡Ha salido el sol! pudiera haberse formado en tiempos geocentristas eso nos daría lo mismo, pues damos por hecho que no se pretende defender aquella ciencia sino comunicar un mensaje único desde la cosmovisión y el modo de hablar de la gente a la que se dirige. Por tanto, lejos de cuestionarse la credibilidad de La Biblia por esto, deberíamos ver a un Dios de gracia adaptándose con naturalidad y misericordia a la finitud de conocimientos del ser humano.
Con estos códigos de contextualización en mente podremos descubrir, por ejemplo, que el relato de la creación del Génesis es un sublime texto de liberación humana que reafirma la sorprendente inspiración de Las Escrituras
[1]. Viéndolo desde su contexto, ¡Sí que podemos afirmar las asombrosas diferencias con los terribles conceptos de aquellos tiempos! Es Dios hablando.
De igual modo debería hacernos pensar por qué grandes foros y webs de ateísmo se mofan del evangelio, no tanto citando a pensadores ateos, sino nutriéndose de citas y
apologética cristiana claramente errada e infantil. Antes de difundir por el mundo un mensaje aparentemente atractivo pensemos en las consecuencias y, por supuesto, en si lo que anunciamos es verdad.
Ante la duda, Proverbios nos da una clave : “
El que ahorra sus palabras tiene sabiduría;De espíritu prudente es el hombre entendido. Aún el necio, cuando calla, es contado por sabio;El que cierra sus labios es entendido” (17, 27-28).Quizás a muchos nos hubiera gustado que en un versículo apareciera E=mc
2, la velocidad exacta de la luz o la ley de la gravedad. Pero por alguna razón esto no es así. La Biblia no se escribió con este propósito sino “
para que los servidores de Dios sean maduros, enteramente preparados para toda buena obra.” (2ª Timoteo 3, 17). Por esta razón es que cuando profundizamos en su Palabra comprobamos que estamos ante el libro más realista, coherente y sanador del mundo.
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