UN CRISTIANO URUGUAYO-ARGENTINO
Por esta vieja Europa es escaso el conocimiento de la obra poética de Juan Burghi, nacido en Uruguay (1899) y fallecido en Argentina (1985), país al que llegó con diez años. Allí vivió e hizo familia.
De 1921 hasta finales de los años cincuenta publicó una veintena de poemarios de marcado acento telúrico y en torno a las aves. Entre ellos pueden citarse los siguientes títulos:
Zoología Lírica, Motivos de Pájaros, Pájaros nuestros, El paisaje y su voz, Madre-Tierra, Luz en la Sierra, Oro de Otoño, Motivos de Árboles.
Pero
luego se produce un cambio sustancial en su escritura lírica. Y es Dios presencia plena, no ya solo referencia escasa y como perdida en los versos dedicados a pájaros y paisajes: lo espiritual avanza y resuena genuinamente, se hace cántico cruzando la inmensidad de su ser: Y Dios, con gran temperatura, hace su presencia anudado al alba que desentumece el corazón de Juan Burghi.
Veamos cómo lo reconoce el poeta:
DIOS EN EL ALBA
Estoy en la alta noche desvelado.
Siento el peso de Dios en la conciencia;
y aunque es peso de luz y de clemencia,
todo mi ser se humilla anonadado.
En punzantes recuerdos, el pasado,
desde el punto inicial de mi existencia,
afluye con porfiada persistencia,
sin olvidar ni un yerro, ni un pecado.
Apenas si he dormido. . . Palidece
la noche. . . Miro el campo que amanee
y con la luz su júbilo recobra. . .
Entra Dios, con el alba, por la puerta
del alma. . . y al entrar la deja abierta,
para que entre con El toda su obra.
DE LAS PALABRAS ETERNAS: TRES POEMAS SOBRE JESUS
Pocos poetas evangélicos, de antes o de hoy, pueden mostrarse tan reconocidos al ser publicados por su propia iglesia.
Estamos hablando del interesante poemario de Juan Burghi, titulado “De las palabras eternas y Estampas bíblicas”, que apareció en Buenos Aires bajo el sello de Ediciones de la Iglesia Evangélica Luterana Unida, allá por el año de 1956. Tiene 77 páginas y cuenta con ilustraciones originales realizadas por el artista Ladislao Szabó.
De dicho volumen, y atendiendo a estos días especiales de celebración del Cristo que llevamos con nosotros, ofrezco tres sonetos sobre los instantes últimos de Jesús.
GETHSEMANÍ
I
Gethsemaní, tu nombre rememora,
de un alma, la agonía más horrenda;
"sudor y sangre" en ansiedad tremenda:
sudor de angustia y sangre redentora.
"Era llegada la suprema hora. . ."
—la decisiva en Su gloriosa senda-
de dar Su vida en generosa ofrenda,
por redimir nuestra alma pecadora.
Gethsemaní, Gethsemaní, tu nombre
evoca al Hombre-Dios, que es el Dios-Hombre,
en su instante más trágico y sublime.
Instante en el que acepta el Sacrificio
y se inmola por nuestro beneficio:
¡Instante en que nos salva y nos redime!
II
Nunca jamás un alma ha soportado
una angustia más trágica, un suplicio
más grande y más intenso, cruel cilicio
que alma y cuerpo lacera despiadado.
Hora fatal, minuto señalado,
en que el héroe está frente al sacrificio
y lo acepta, en ajeno beneficio,
y es resignadamente atribulado. . .
Su alma “está muy triste hasta la muerte”
y, orando, al Padre clama de esta suerte,
en un sudor de sangre y de agonía:
“Si este vaso no puedes apartarlo
de mis labios y debo de apurarlo:
Tu voluntad se cumpla y no la mía…”
LA CRUZ
Era signo de muerte y de tortura,
que a la muerte horrorosa le añadía
un sello de ignominia que la hacía
más infamante y execrable y dura.
Mas, por la redención y la ventura
de nuestras almas, Jesucristo, un día
se inmoló en ella y fue, por Su agonía
y por Su muerte, la señal más pura.
Que en la Cruz, por la sangre del Ungido,
el corazón de Dios ha florecido,
tomando allí la forma de sus trazos. . .
Y ese signo de amor, el más profundo,
hoy corona la cúpula del mundo,
desde donde Jesús abre sus brazos.
LA RESURRECCIÓN
Sin la Resurrección, ningún sentido
se hallaría a Su vida milagrosa,
a Su pasión y muerte ignominiosa,
ni en Su divinidad se habría creído.
Sin la Resurrección, habría sido
tan sólo un condenado — poca cosa —;
uno más en la lista numerosa
de los falsos Mesías que han habido.
“Derribaré ese templo y, en tres días,
de nuevo lo alzaré...” Sus profecías
se cumplieron; y ésta, el día mismo
fijado: que al tercero de Su muerte,
de ese templo sellábase la suerte,
y la del templo de hoy del Cristianismo.
En la próxima entrega comentaré de cómo fue Samuel Escobar quien me hizo conocer la obra cristiana de Burghi. Y publicaremos por vez primera en la Red, el magnífico poema titulado “Jesús”, compuesto por 12 sonetos memorables, como 12 fueron los apóstoles.
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