Las últimas palabras del Evangelio de Mateo dicen: «Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo» Mt. 28:20b. Una de las preguntas que a veces nos hacemos es, ¿debemos asumir riesgos y enfrentar peligros por unirnos a la misión de Dios en el mundo?
El texto de la palabra de Dios que se encuentra en la Gran Comisión (Mt. 28:16-20) nos ayuda a pensar y recordar que cuando nos involucramos en su misión Jesús promete estar con nosotros siempre.
“En el Antiguo Testamento la presencia del Señor se enfatiza especialmente cuando la misión es peligrosa (Jos. 1:5, Is 43:1-13)”
Hoy también en nuestra generación debemos afirmarnos y depender de la palabra sencilla de Jesús. No dependemos de ciertas seguridades en el orden material y natural sino de lo sobrenatural que se manifiesta por la presencia de Emanuel: “Dios con nosotros”.
Mateo al comenzar el evangelio indica que la presencia de Jesús es prometida para la humanidad: «La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamaran Emanuel» (Que significa «Dios con nosotros») Mt. 1:20 y 23
y en el final de su evangelio su presencia es prometida para todos los discípulos donde estos se encuentren.
Mateo toma la expresión “con ustedes” y “hasta el fin del mundo” de la palabra Emanuel que es “Dios con nosotros” citado en Is 7:14 y Mt 1:23.
La permanencia de Jesús está relacionada con el compromiso de sus seguidores con la misión. En el proceso de hacer discípulos Jesús permanece con todos aquellos que se comprometen a estar en su seguimiento.
«Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo: Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra» (Mt. 28:18). Su autoridad no solamente la tiene sobre la tierra sino también sobre el cielo. El diablo en su momento le ofreció todos los reinos de la tierra y su esplendor si postrado le adoraba. Jesús le respondió: ¡Vete Satanás! Porque escrito esta: “Adora al Señor tu Dios y sírvele solamente a El” (Mt.4:8-10). Jesús rechazó a Satanás, fue crucificado, resucitó y en el final del evangelio anuncia que Dios le entregó algo mucho más grande y lo constituyó Señor de todo.
Nuevamente surge la pregunta con otro matiz: ¿Si Jesucristo es él Señor de todo el cosmos por qué debemos ir a las naciones? David Bosch contesta: “Si Jesús, en realidad, es Señor de todo, esta realidad tiene que ser proclamada”. Jesús nos dijo: “Por tanto vayan y hagan discípulos” (Mt 28:19). El hecho que Jesucristo es él Señor y Rey de todo implica una misión global. La misión adquiere un carácter universal que incluye a todas las etnias. La misión se constituye en una secuencia lógica porque Jesús es el soberano, Señor y Rey del universo. Esto nos potencia ante el mandato que tenemos en la Gran Comisión.
Vivimos tiempos en que muchas veces nos sentimos amedrentados por las circunstancias que nos toca vivir, por un contexto errático, con pérdida de valores y falta de temor a Dios. La impresión es que muchas veces la última palabra la tiene el sistema o poder imperante, los medios de comunicación, el mercado, la pauta cultural, gobiernos, políticos, periodistas o jueces. Es precisamente aquí donde debemos a volver a confiar en la palabra sencilla de Jesús y toda la escritura. La última palabra la tiene nuestro Dios. Es el principio y es el final, es la primera y última palabra para la humanidad. Debe ser la autoridad para mi vida como primera y última palabra. Sigue siendo la única autoridad para su Iglesia.
La escritura nos dice que “En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”( Jn 1:1) y “Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es él Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil 2:9-10 ).
Su reinado y victoria es final. Se cumple o se cumple, no hay medias tintas o marcha atrás.
Ante tal realidad nos queda caer postrados en adoración y confesarle nuestras dudas, temores y falta de Fe. El Señor nos llama a entregar la indeterminación del ánimo o la falta de determinación para seguirle. Jesús nos anima a tener valor y perseverar en obediencia mas allá de nuestras dudas y temores (Heb 10:35-39).
Jesús no rechaza a sus discípulos ante la duda. Ser discípulo de Jesús no implica haber llegado y el evangelio de Mateo nos habla de velar hasta el último momento, cuidarnos de no ser hipócritas (Mt 7:5, 24:42-51). Nos quiere librar de la autoexaltación, de una actitud de autosuficiencia y ser impulsados por un corazón motivado en el compromiso con la misión donde distinguir entre salvos y perdidos se reserva para el día del juicio (Mt. 13:24-30,13:47-50).
“Por tanto vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes”.
PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN
¿Qué cosas me hacen dudar del futuro y cuáles son los temores que debo vencer?
¿Qué implicancia tiene para mi vida que “Dios está con nosotros”?
¿Qué significa que Jesucristo tiene toda la autoridad sobre el cielo y la tierra?
¿Qué implicancia práctica tiene para la vida de la iglesia “hagan discípulos de todas las naciones”?
¿Quién tiene la última palabra en mi vida? ¿Qué pasos de fe debo dar?
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