El resultado de un cónclave es impredecible. Tanto si se cree como si no que el Espíritu Santo obra realmente en la elección del pontífice romano, su resultado desafía las previsiones fáciles.
Como un monarca absoluto, el Vaticano no opera normalmente según los procedimientos democráticos. El cónclave, no obstante, es uno de los pocos casos donde cada voto cuenta y la cantidad total de ellos (dos tercios corresponden a la mayoría para las primeras 34 votaciones) determina la historia.
Así que por tanto, hay espacio para las maniobras políticas y las sorpresas.
EL PAPEL DE BENEDICTO XVI
Al haber renunciado al cargo con más de 80 años de edad significa que Benedicto XVI no formará parte del cónclave. Durante el mismo él estará viviendo en Castel Gandolfo, la residencia papal de verano en las colinas que hay en las afueras de Roma.
Aunque ausente físicamente, su influencia será poderosa en un par de aspectos.
Primero, como un ex papa vivo su sombra será un factor importante a la hora de determinar la decisión de los cardenales.
Lo más probable es que ningún cardenal vote a alguno a quien el actual Papa no hubiese votado. Y también es improbable que el cónclave vaya a elegir a alguien que estuviera radicalmente apartado de la trayectoria de Ratzinger, puesto que él estará cerca durante y después del cónclave.
Después de la elección del nuevo Papa, Benedicto XVI volverá al Vaticano donde vivirá en un antiguo monasterio dentro de los muros del Vaticano. Estará
allí y
en todo. La cohabitación con el nuevo Papa sugiere que este último será en cierta medida una prolongación del antiguo. Sin votar y sin pronunciar ni una palabra, Benedicto XVI tendrá voz en la próxima elección.
Segundo, su aportación al cónclave es evidente al examinar el hecho de que durante su pontificado ha nombrado casi a la mitad de los 117 electores. La composición del cónclave está formada, en gran medida, por hombres elegidos personalmente por Benedicto XVI en quienes confiaba.
Existen otros dos elementos contrarios entre sí a considerar. Uno es que el cónclave no se celebrará en la atmósfera emocional que sigue generalmente a los funerales del anterior Papa. Será más cerebral que sentimental.
El otro es que, dada la decisión sin precedentes de renunciar, tomada por Benedicto; y la conmoción que ha causado en la curia, el cónclave podría utilizarse como una confrontación en el tablero de damas vaticano. Resulta evidente que el debilitamiento de las condiciones de Ratzinger que le condujeron a su dimisión se aceleró por las luchas internas y las tensiones no resueltas en varios departamentos vaticanos. El cónclave tendrá que decidir que hacer ahora y el resultado podría ser sorprendente. Benedicto se rindió ante esta situación en punto muerto, pero el nuevo Papa tendrá que actuar.
LISTA DE CANDIDATOS
Después de dos Papas no italianos (el polaco Wojtyla y el alemán Ratzinger) ¿ha llegado la hora para un italiano? Si éste es el caso, el Arzobispo de Milán Angelo Scola (72) es el primero y tal vez la única opción. Sin embargo, los candidatos italianos podrían pagar el precio de un posible enfrentamiento. La mayoría de los escándalos recientes (p.e., el Vatileaks y las opacas maniobras financieras del banco Vaticano) tuvieron su origen en la curia romana que está gobernada principalmente por prelados italianos. Además, el Secretario de Estado Tarcisio Bertone (78), también italiano, forma parte de la continua controversia. Por tanto, la pobre actuación de la jerarquía italiana puede dar lugar a dejar a los italianos fuera del juego y tener que esperar el siguiente asalto.
Dos sólidos candidatos “Ratzingerianos” son el Arzobispo de Québec, Marc Ouellet (68) y el Arzobispo de Viena, Christoph Schoenborn (68). El canadiense de habla francesa Ouellet es el Prefecto de la Congregación de Obispos y conoce muy bien la maquinaria vaticana. Su papel en la selección de los nuevos obispos le permitió tener el pulso de la Iglesia en todo el mundo, aunque no es una figura “carismática” en términos weberianos. Schoenborn es un teólogo brillante que denunció algunos de los silencios sobre el escándalo de los abusos sexuales. Su valiente exposición de este tema podría encontrar resistencia en ciertos círculos tradicionales. Si a esto se añade el hecho de que un creciente número de sacerdotes austríacos está tomando posturas críticas sobre el asunto del celibato, puede fracasar su candidatura.
Otro
papable dentro del mismo grupo es el Arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan (63). Históricamente, se ha excluido a los candidatos norteamericanos por el simple hecho de que la Iglesia Católico Romana no se sentía cómoda con la idea de tener un Papa procedente de la superpotencia del mundo. Este obstáculo político y emocional debería superarse para dar una oportunidad a Dolan.
Por último, hay tres “outsiders”. Voces de todo el mundo indican repetidamente que ha llegado el momento para un Papa “negro”.
El Cardenal Peter Turkson (65) de Ghana, es el Presidente del Consejo Pontificio “Justicia y Paz” y una estrella en ascenso en los círculos vaticanos. Un Papa no occidental aceptaría sin duda la realidad del crecimiento cristiano en el Sur Global y la necesidad de desplazar el eje de la Iglesia hacia allí. Sin embargo, en 2012, Turkson hizo levantar muchas cejas cuando lanzó un documento que evocaba la creación de una agencia global para presidir la economía mundial. “¿Quiere instalar un control de tipo soviético sobre el mundo?” –se preguntaba la gente. Volviendo a Asia, el Arzobispo de Manila (Filipinas), Luis Antonio Tagle (56) es otra opción si los católico romanos pasaran página de una manera más radical para convertirse en una institución menos occidental. Este joven cardenal sonriente, aparentemente sencillo pero atractivo y encantador causó una positiva impresión en el último Sínodo de los Obispos para la Nueva Evangelización y atrajo inmediatamente comentarios afirmativos.
Una solución de vía intermedia podría ser el Arzobispo de Sao Paulo (Brasil), Odilo Pedro Scherer (63), el obispo brasileño con nombre alemán y “corazón” europeo. América Latina se percibe como un continente de sólidas tradiciones católicas (al igual que la vieja Europa), pero expresando la vitalidad espiritual del Sur Global.
LAS PREFERENCIAS EVANGÉLICAS
Una vez dado el alcance de los posibles candidatos, ¿quien de ellos es el que más se inclina hacia los evangélicos o es más amistoso con ellos? Es difícil decirlo. Hay tres criterios que pueden formar una lista de deseos evangélicos con vistas al próximo cónclave.
Primero, hablando en general, aquellas figuras eclesiásticas con una experiencia de primera mano entre los evangélicos en su labor pastoral tienden a inclinarse más por la relación amistosa con los cristianos no católicos. Es verdad que donde la Iglesia Católico romana está fuertemente ligada al estado en una posición privilegiada, los líderes tienden a tener una actitud más “defensiva” y una visión introspectiva. Por el contrario, donde la Iglesia Romana experimenta las tensiones y los esfuerzos de ser una institución religiosa en medio de otros movimientos y en el contexto de separación del poder político, la Iglesia tiene una actitud más positiva hacia el pluralismo religioso. En la medida en que el próximo Papa proceda de un ambiente de interacción con las experiencias y las orientaciones de la pluralidad cristiana, va a coexistir mucho mejor entre los evangélicos.
Segundo, aquellos que tienen más sensibilidad global del estado del cristianismo, seguramente tienen una mejor consideración de los evangélicos que los que están bien arraigados en áreas regionales donde los católicos tienen tradicionalmente un mayor estatus. Los retos de la persecución de los cristianos, la pobreza global y el creciente secularismo de Occidente son inquietudes comunes que permiten conversaciones y cooperación entre los distintos cristianos. Un Papa que sea consciente de las tendencias globales y que tenga conocimiento de la compleja geografía de las iglesias cristianas estará en mejor posición par comprender la contribución de los evangélicos en todo el mundo.
Tercero, algunos evangélicos, naturalmente, desearían que el Papa fuera un líder centrado en Cristo y en la Biblia, menos atraído por las tradiciones y las prácticas devocionales y más inclinado a fomentar el alfabetismo bíblico y la fe personal en Jesucristo. Les gustaría ver un ejemplar de líder “reformador”, que estuviera dispuesto a permitir que la Palabra de Dios dirigiera la Iglesia en verdad y en amor. En otras palabras, un Papa menos “romano” y más “católico” sería el estándar evangélico.
Otros evangélicos (*)pensarán que el mejor Papa sería el que se declarara a sí mismo redundante, porque Jesucristo es el Señor de la Iglesia y el Espíritu Santo su único vicario.
¿Existe tal
papable por ahí? Pronto lo veremos.
Traducción: Rosa Gubianas
(*) La mayoría, Nota de la Redacción
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