Evaluar un pontificado no es una tarea fácil. Evaluar el pontificado de Benedicto (2005-2013) es incluso más difícil. El calibre de Ratzinger como teólogo, el enlodado estado de los asuntos actuales del Vaticano, la complexidad de las tendencias morales y religiosas globales, … todo ello son factores que requieren una concienzuda consideración, aunque tal vez su pontificado será más recordado por la forma impactante en que terminó que por lo que logró en el mismo.
Pero, en este artículo nuestra labor será más modesta.
Tomará como parámetros
los puntos principales que caracterizaron las percepciones evangélicas del pontificado de Benedicto. Será un ejercicio para ver en que medida se ajustan a la realidad.
ORTODOXO
Un comentario recurrente es que Benedicto XVI ha sido un papa “ortodoxo”. En este caso, ortodoxo significa mantener el Cristianismo Niceno, es decir, la confesión de fe cristológica y trinitaria de la iglesia primitiva.
En sí mismo, ser ortodoxo no es una característica distintiva de ningún Papa porque es parte de su ministerio. El papa, o cualquier papa, ha de ser ortodoxo. Bonifacio VIII, el papa que introdujo la tiara papal en 1300 (indicativa del poder temporal), era ortodoxo. El Papa León X, que fue quien excomulgó a Martín Lutero en 1521, era ortodoxo. Los mejores y los peores papas han sido ortodoxos. En realidad, todos los 265 papas que ha habido desde Pedro han sido ortodoxos. La profesión del Papa es ser ortodoxo en el sentido del credo Niceno.
Puede que sea cierto que Benedicto pone un especial énfasis en la ortodoxia, pero él ha interpretado su ortodoxia de una manera católico romana, al igual que los Papas anteriores. Ha orado diariamente a María, ha concedido indulgencias, ha canonizado nuevos santos, ha mantenido el perfil iglesia-estado del Vaticano, etc.
Contrariamente a lo que creía C.S. Lewis, no hay “mera ortodoxia” ahí. El Cristianismo Niceno está siempre teñido por los desarrollos posteriores en la práctica y la doctrina cristianas. Nunca permanece aislado ni existe de modo abstracto.
El pontificado de Benedicto ha sido un apogeo de ortodoxia católico romana.
BÍBLICO
Es verdad que en sus esfuerzos catequísticos,
Benedicto se ha relacionado con la Biblia mucho más que sus predecesores inmediatos.
Sus discursos han sido en gran medida meditaciones bíblicas y sus recientes escritos sobre Jesús han defendido la historicidad de los relatos de los Evangelios.
La mayor parte de sus lecturas de la Escritura, no obstante, estaban impulsadas por presuposiciones post-bíblicas que emergen más de la tradición eclesiástica que de la misma Escritura. Las densas interpretaciones sacramentales de las narraciones del Evangelio y la red interpretativa primordial que contempla la relación entre la enseñanza bíblica y las prácticas católico-romanas en términos de continuidad lineal, son únicamente dos ejemplos de “cómo” ha sido el magisterio bíblico de Benedicto.
Durante su pontificado, la cuestión que distinguía el catolicismo romano de la tradición protestante ya no era si la Biblia es o no accesible a todas las personas, sino “cómo” tiene que leerse y vivirse.
Hay todavía otro aspecto a tener en cuenta. El más famoso (y criticado) discurso del Papa, o sea, la conferencia de Regensburg de 2006, no fue acerca del Islam, sino que giraba en torno a la necesidad de conservar la combinación helenizada de “fe y razón”, la cual Tomás de Aquino purificó a su máxima expresión y a la que la Iglesia Católico Romana se aferra.
Al denunciar las amenazas a la síntesis “clásica”, Benedicto señaló la “sola Escritura” de la Reforma como la mayor brecha que finalmente produjo el liberalismo teológico y el relativismo actual. Es interesante que un Papa “bíblico” tenga una visión tan baja del principio formal de la Reforma que devolvió la Biblia al centro de la vida de la Iglesia.
LA VERDAD PÚBLICA
Benedicto se ha posicionado valientemente por las convicciones fundamentales judeo-cristianas sobre la vida, la familia y el bienestar de la sociedad caracterizado por la libertad y la solidaridad, incluso en medio de las críticas procedentes de los círculos intelectuales seculares.
Al igual que su predecesor, Juan Pablo II, Benedicto fue elogiado por los musulmanes y otros líderes religiosos por su tenaz defensa de la moral tradicional en un mundo global.
Sin embargo, su Iglesia no actuó bien en términos de pública transparencia e integridad con respecto a los escándalos por los abusos sexuales, las maniobras financieras opacas y las espantosas intrigas dentro del Vaticano.
Durante el reinado de Benedicto la distinción entre los estándares de la Iglesia oficial y los del mundo ha sido muy delgada, por no decir impalpable. El no tiene la culpa de todo esto a pesar de que esta pobre representación “pública” arroja luz sobre el panorama general. Esta puede que sea una de las razones por las que Benedicto llegó a la conclusión, casi sin precedentes, de renunciar a su ministerio papal.
El Papa habló de los cristianos como un “minoría” y alentó a la Iglesia a replantearse, en consecuencia, su identidad. El hecho de que no tomara ninguna medida para avanzar su Iglesia más allá del estatus privilegiado que tiene en muchos países donde los católicos son mayoría pone su historial como un informador de la “verdad pública” en perspectiva.
¿No sería un argumento de la “verdad pública” decir que la Iglesia quiere ser solamente la iglesia y no una agencia religiosa con un estado incorporado con su propia política, sus bancos, su ejército, etc., al igual que cualquier otro estado del mundo?
LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
La NuevaEvangelizaciónfue una idea de Juan Pablo II, pero Benedicto XVI empezó a implementarla al crear una oficina Vaticana dedicada a la misma y haciendo de este asunto el tema central del Sínodo de los Obispos de 2012.
El Papa Ratzinger cree que Occidente es en gran parte post-cristiano y tiene necesidad de ser evangelizado de nuevo por un Iglesia revigorizada.
El futuro dirá lo que la Nueva Evangelización producirá en términos de renovación espiritual.
Sin embargo, hasta ahora ha habido poca autocrítica por parte de la Iglesia en cuanto a por qué Occidente se volvió más secularizado. ¿Tiene la Iglesia alguna responsabilidad en el “cisma” secular que ha tenido lugar? El Papa Ratzinger no ha dado ninguna respuesta clara sino que más bien ha culpado al mundo moderno de ello.
Entretanto, Benedicto ha continuado llamando “sectas” a los que están comprometidos con el “evangelismo”, incluidos los evangélicos del Sur Global, no haciendo ninguna distinción entre los nuevos movimientos religiosos y el Cristianismo Evangélico.
CONCLUSIÓN
Más allá de las evaluaciones muy positivas basadas en aspectos selectivos del pontificado de Benedicto, los evangélicos tienen claros elementos de reflexión para de llegar a una visión más afinada y seguramente más realista de su ministerio como Papa.
Traducción: Rosa Gubianas
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