Reconozco que el tema de la fe y la ciencia, dentro de lo que entraría este genérico de cosmología, da para discusiones interminables. Sin entrar en ese campo, donde tan fácil es la descalificación, les propongo unas reflexiones sobre creación, caída y redención, eso que es esencial en el anuncio del Evangelio, pero con la perspectiva de lo que se acepta como válido, y que en mi modo de ver estorba o anula el anuncio de la redención.
Está, pues, delante de nosotros el Big Bang, teorías creacionistas o evolutivas, el hombre que proviene de ese proceso, la tierra quieta u orbitando alrededor del quieto sol, etc.
Creo que la Biblia, todo lo escrito en sus libros, es la palabra de Dios, es decir, que, además de ser palabra de salvación, es información. En ella Dios me informa de cosas. No acepto, pues, que la Biblia sea la información sobre su experiencia de Dios que unos autores concretos le cuentan a sus oyentes. La narración de esa experiencia, cuando aparece, es la manera cómo Dios revela cosas, informa y enseña.
Además, me informa en la forma literaria variada que ha elegido; eso debo tenerlo en cuenta, pero no son formas literarias en las que se expresa la experiencia religiosa de personas como yo, sino la palabra de Dios mismo. Cuando Cristo dice que tienen a Moisés y a los profetas, así no es necesario que alguien regrese de la tumba para advertirles del juicio, “oír” a Moisés y los profetas es escuchar a Dios. Cuando rogamos “hágase tu voluntad”, tenemos la Escritura en cuenta, no la opinión de personas. Etcétera.
Que la Biblia no es un libro “científico”, pues muy bien, pero en ella Dios me informa sobre la creación del mundo, sobre la creación del hombre, su rebelión y caída, su redención, el juicio venidero. (¿Se acuerdan del Credo?) Y esa información es verdad, la palabra de Dios es verdad. El Evangelio de la redención, la misma persona de Cristo y su obra no pueden ser verdad si no lo es el resto de lo que dice la Biblia. Aprendamos bien lo que dice realmente, apliquemos el mejor método para oírla, pidamos al Espíritu de Dios que nos enseñe, pero lo que dice es la verdad. Otra cosa diferente es mentira. Donde oigas “con que Dios te ha dicho (…)” y te proponga otra cosa, aunque parezca semejante, es la mentira y la muerte.
Aceptando este planteamiento (que seguro no todos aceptarán), sin embargo, tienes a tu lado, por ejemplo, la “verdad” de que la tierra no está quieta, como parece evidente en el relato bíblico, sino que orbita alrededor del sol.
Que la tierra gira alrededor del sol es algo indiscutible, parece. Y sigues con la confianza en la Biblia, pero con esa vocecilla a tu lado, que te va diciendo que realmente en la información que te ha dado Dios sobre la naturaleza no puedes confiar plenamente. Seguro que habrá “querido decir” otra cosa, y ahora solo hay que leerla con otros métodos; pues los antiguos eran bastante cortos de luces, y a ellos hubo que decirles las cosas de esa manera falseada, pero ya nosotros podemos recibir una información más madura. Además, eso lo demostró Galileo.
Y sigues predicando la redención; incluso usas la comparación que hace Pablo entre el primer Adán y el segundo; algo sustancial en su significación. Pero, si la tierra no está donde debe, ¿qué pasará con la creación del hombre? Ese Adán de Génesis, ¿no será un modo de explicar otra cosa, que durante miles de años no hubo inteligencia suficiente para comprender? La evolución es innegable, parece. ¿Dónde coloco a Caín construyendo una ciudad?
Lees a autores que exponen la fe radical del cristianismo: la teología y apologética de Van Til, los estudios en filosofía de Gordon Clark. Y otros. Sobre la cuestión de cosmología, el clásico de John C. Whitcom y Henry M. Morris,
The Genesis Flood. Los estudios de Edward J. Young sobre Génesis 3. También algunos de los que “había” que leer, como
Worlds in Collision y
Mankind in Amnesia, de I. Velikovsky.
Por supuesto, algún libro cristiano donde se quiere compaginar el modelo de Génesis con las nuevas “evidencias” de la ciencia. Pero no te quedas muy a gusto. Y llegas a la universidad (es mi caso concreto), y te toca una asignatura: “Filosofía de la ciencia”. Si en la calle era evidente que Génesis no es fiable, y que el mundo es fruto de un proceso de miles de millones de años, y somos parte de un proceso evolutivo, ¿cuánto más en la universidad? y, por supuesto, ¿quién va a creer a estas alturas que la tierra no gira alrededor del sol? Lees el libro del Génesis, y otros textos, ves que eso no cuadra, lo comentas con otros pastores, y alguno te da la respuesta que él tiene en su vida y en su predicación: según la Biblia, una cosa; según la cosmología científica, otra. Y eso no te convence. Pero estás estudiando, investigando, sobre filosofía de la ciencia. Y descubres, realmente asombrado, algunas cosas. Es un mundo interesante.
En el plan de la asignatura se ponía énfasis en la disparidad de criterios y de modelos. Con esas premisas, que parecían las más “científicas”, pregunté, una de las dos veces que acudí a clase (siempre estudié por mi cuenta), que si era así la relatividad de las posiciones científicas, al menos en lo de la tierra y el sol habría base indiscutible. El profesor me dijo que no, pero que eso “era evidente”. De inmediato, alarmas encendidas y un regusto calentito de cercanía a la Biblia. Lectura de discusiones entre científicos de modelos diversos para ver si había un lugar donde posar el pie.
Curiosamente, desde la posición secular se admitía lo que en el mundo conservador de la teología parecía era impensable: que no se había demostrado el heliocentrismo (aunque era “evidente”). (El clásico Carl G. Hempel,
Filosofía de la Ciencia Natural; Karl Popper; Lakatos; Thomas S. Kuhn; Alan F. Chalmers,
¿Qués es esa cosa llamada ciencia? (un libro que es como todo un curso, da lecturas complementarias muy útiles)
; La ciencia y cómo se elabora; y especialmente Paul Karl Feyerabend,
Against method: outline of an anarquistic theory of Knowledge, 1975. Larry Laudan, ed.
Science and Relativism. Some Key Controversies in the Philosophy of Science, 1990. Y otros varios.)
En el creacionismo conservador se luchaba por expulsar a Darwin de los días tercero, quinto y sexto del relato de Génesis, pero se dejó que Copérnico ocupara el primero, segundo y cuarto, pues parecía que Galileo le había conseguido los papeles de propiedad. No valen esas mezclas. Como no vale salir del paso con un piadoso Diseño Inteligente. (Personalmente no movería un dedo para que se enseñase “creacionismo” en las escuelas. Simplemente, como sería para religión, que se enseñe ciencia, o historia, con honestidad.)
Ahora resultaba que desde el lado secular, donde nadie se le pasa por la cabeza reconocer la infalibilidad de la Biblia, se me proporcionaban las herramientas para quedarme en reposo y con la palabra de Dios, con toda. Ninguna teoría de esta clase es finalmente verificable. Por supuesto, tampoco la de la geocentricidad. No pasa nada, pero tampoco la han derribado. El asunto no era tan “evidente”; resulta que es asunto de creer una cosa u otra.
Además, por el propio principio de verificación, no se puede realizar si no se está fuera del proceso, es decir, para verificar qué es lo que se mueve, si la tierra o el sol, habría que estar en un estadio ajeno, y nadie está. Excepto Dios.
En esta materia interviene un aspecto sentimental. ¿Cómo rechazar a Galileo sin sentarte con sus acusadores de la Inquisición romana? Pues se trata de rechazar a los dos, si es lo correcto. Por supuesto, la Inquisición romana no estaba defendiendo la verdad de la Biblia, sino la Biblia con la verdad de Aristóteles, y su propia autoridad como institución, que formaba parte del “orden de las cosas”. De eso se trata. Y Galileo está contra Aristóteles, y de paso contra Moisés. ¿Pero no demostró Galileo sus proposiciones? No. Hizo algunos experimentos. Su vigor investigador es muy valioso. Pero no verificó sus proposiciones. Argumentaba que no lo entenderían los jueces inquisitoriales. En el mundo académico se reconoce que posiblemente no realizó algunos de los experimentos que declaró, pero que “si los hubiera” realizado saldría el resultado que él ofrecía. No. (Federico Di Trocchio,
Las mentiras de la ciencia, 1995, p. 19-29, por darles una nota.)
¿Y ahora qué queda? Pues lo normal es que nadie se preocupe por un punto central desde donde investigar. Todos valen. Bueno, casi todos, si propones una tierra quieta, sin orbitar alrededor del sol, eres un fanático religioso. Un par de temas menores, pero relevantes: cuando se “demuestra” que la tierra gira alrededor del sol, se suele pintar un dibujo con el recorrido; con las nuevas tecnologías, se hace también visual. Todo claro y evidente, pero se asume un dato falso. El plano, el folio, donde pintas, o el fondo donde ves la figura en movimiento, piensas que está quieto, sobre el cual “roza” la tierra. Y eso no vale. Se tiene que mover también. Además, ponle las cifras ya multiplicadas, no la formulita de traslación, te da más de cien mil kilómetros por hora. Un poco rápido. Todo cambia de esa manera, removerlo todo es más complicado. Cuando se enseña el arte de la navegación, algo tan práctico, se hace sobre el modelo de una tierra en reposo. Cuando la NASA hacía sus cálculos para que las cápsulas espaciales “cayeran” en un punto determinado, no usaba el modelo “evidente” heliocéntrico, sino el de la tierra en reposo. (Que para cualquiera, a simple vista, es lo “evidente”.)
Otro asunto. Puedes creer en el Big Bang, la evolución tal o cual, el heliocentrismo o lo que venga a mano, nada de eso te hace avanzar ni un punto en cualquier investigación de aquí y ahora. Investigar una vacuna, un medicamento, curar una herida, prevenir una enfermedad, realizar una complejísima operación quirúrgica, hacer un trasplante de órganos; o investigar para una mejor cosecha de algo, un mejor aprovechamiento del agua, una prevención de riadas o incluso terremotos y cosas así, no sirve para nada, no se avanza ni un paso más por ser evolucionista o de cualquier especie de teoría.
Destrozar Génesis no implica ni un paso de avance en la ciencia. Otra cosa es que se destroce, lo que está muy bien, y eso se produce con la Reforma y su vuelta precisamente a la Biblia como autoridad, el sacramentalismo (que no sacralidad) de la naturaleza (término complejo sin duda, hay que usarlo con las críticas de Hume a mano), esa idea mágica que había estorbado tanto el avance del conocimiento real de las cosas. La magia, al suelo; pero la magia de las ideas de los nuevos brujos, también. Se trata de creencias; cada uno tiene las suyas, y califican a las de los demás desde su posición. Eso nos pasa a todos, a todos.
Busqué a gente que tuviera mi misma percepción, con la ayuda, reitero, de las herramientas que la filosofía de la ciencia secular me ofreció. Contacté con Walter van der Kamp (1913-1998); había escrito unos artículos y editado como libritos (
The Bradley-Airy-Einstein Syndrome in Astronomy; Evolution and Cosmogony; y
The Cosmos, Einstein and Truth), bajo el lema “Las teorías científicas van y vienen, la clara, simple y digna de confianza Palabra de Dios permanece para siempre”. Algunos de sus colaboradores tenían diferencia con él sobre su método de mediciones, pero su lógica era muy correcta. Así me lo parecía a mí (que de química y física no tengo ni idea). Le escribí consultando algunas cosas; contestaba a mano, con letra pequeña. Un personaje honesto, cristiano, que confiaba en la Palabra de Dios. Y ya no me preocupé más del asunto. Todo es como la Biblia dice, y cómo lo dice.
¿Y el evolucionismo? Aunque se den posiciones diferentes, a veces muy opuestas, ¿no es evidente? Lo que yo creo, en conexión con lo anterior. Adán no puede ser un simio de medio pelo. Lo que me informa la Biblia (que es lo que Dios me dice) es que ese Adán era un tipo perfecto, inteligentísimo, con todos los afectos y gustos en orden con su Creador. Tenía que calificar y nombrar a cada cosa. Nadie ha nacido como él de inteligente y en el contexto tan adecuado para desarrollar su capacidad. Luego le es dada una compañera, igual de perfecta e inteligente, ambos tienen que llenar de cultura la tierra, la tienen que guiar en su condición propia, cada cosa en su camino.
No eran cavernícolas. Su rebelión, la caída, el pecado, no puede adscribirse, con todas sus funestas consecuencias, a la acción de un simio en un estadio evolutivo, del que ya habríamos salido y avanzado. Tras la caída siguieron nuestros primeros padres con toda su inteligencia y capacidad, pero separados de Dios. Su descendencia igual. Con una sola lengua, con esas extraordinarias capacidades, aunque por el pecado la tierra les niegue su concurso, con la gran cantidad de años que vivían, tuvieron que producir una civilización, una cultura extraordinaria; nada de cavernas con cuatro palos. Y Dios los juzgó y arrasó de la tierra. El diluvio.
Ese diluvio no fueron cuatro gotas. La descripción apunta a un cataclismo asombroso. Antes no había llovido (¿y eso? No lo sé, pero lo dice la Biblia, las cosas antes eran de otra manera. ¿Qué necesidad tendría la Biblia de decirlo si no es así?) Luego empieza lo que conocemos de nuestra Historia. Ahora sí podemos encontrarnos gente en cuevas con palos y piedras. Ahora sí. Pero Adán no es uno de ellos; estaba antes. Esos cavernícolas no son los primeros, antes les ha precedido toda una extraordinaria civilización. Que no sabemos cómo era.
Estas cosas tienen su importancia para el Evangelio. ¿Era Cristo uno más, puesto que tomó nuestra naturaleza humana, en el proceso de evolución? ¿Concibió María del Espíritu Santo un ser humano en un estadio evolutivo? ¿Y la resurrección? ¿Resucitamos para seguir evolucionando? ¿Realmente, encaja el evolucionismo con la resurrección y transformación de todas las cosas? El que viene a juzgar a vivos y muertos, ¿está más evolucionado que cuando murió en la cruz?
Hay creacionistas que son fariseos de palabras. Insoportables en su moralina. No es eso lo que aquí se propone. Hay hermanos piadosos que explican las cosas con un lenguaje evolucionista, y hacen un gran servicio a la sociedad. No discutamos sobre palabras. Unos quieren servir al Señor lo mejor que pueden con sus medios y circunstancias, y creen que Dios hizo las cosas a través de un proceso evolutivo. Otros que usan el mismo lenguaje evolutivo, lo que quieren es negar a Dios. Unos pretenden servir al Señor con un lenguaje creacionista. Otros, con un lenguaje creacionista, lo que hacen es negar a Dios.
¿Y los millones de años necesarios para que las cosas hayan llegado al punto actual? Eso dicen. Con lo anterior, simplemente pienso que no es relevante. Dios creó con la madurez necesaria cada cosa para producir lo que tenia que producir. Si ves a Adán el momento que fue creado, con las mediciones actuales tendrías que afirmar que “necesitaba” científicamente, al menos, treinta años para llegar a tal madurez (para procrear y gobernar las cosas de la tierra, por ejemplo). Igual si te paras delante de un árbol, o una catarata, o una gruta con sus estalagmitas.
Si Dios es todopoderoso, de tal manera que puede enviar a su Hijo a redimirnos, que puede resucitar de los muertos a su pueblo, que da vida, puede también crear como ha dicho. Desde nuestro plano “necesitaría” no sé cuantos millones de años, en un proceso con nuestras actuales perspectivas y criterios. ¿Cuánto tiempo se necesita para llegar desde la tierra a la luna? Uno que viviese en 1700 nos dirá, aparte de que es imposible, pues el tiempo que calculase con el poder de velocidad que tiene a mano: un caballo. Hoy diríamos otra cosa, con nuestras actuales condiciones. No sabemos las “condiciones” de Dios. Escuchemos lo que dice. Es la fe. Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.
Aquí les dejo por hoy, con mi propio caminar en la fe. Tal vez les sirva de algo. La semana próxima, d. v., no sé de qué trataremos. A ver qué pasa con eso del papa.
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