Nos encontramos con personajes en la Historia que su propio nombre se recibe con una significación que deja oculta a la persona. Uno de estos es Martín Lutero (1483-1546).
Aunque hubo muchos, anónimos unos, otros no tanto, que fueron piezas claves en lo que se llama la Reforma (en sus primeros pasos), la figura de Lutero se reconoce como referente obligado.
Y en él se proyecta el sentimiento sobre lo ocurrido.
Para los que están convencidos de que era necesaria una reforma social, es figura notable, se tiene con él un sentimiento de simpatía; para los que piensan que debía mantenerse la situación con la primacía social de la iglesia vaticana, su persona es vista con desagrado. Son los resultados los que quedan pegados al personaje, y la persona suele quedar despegada y olvidada. De ella se toma solo lo que ayude a una mejor recepción del resultado.
Una de las frases de Lutero que ha quedado pegada a su persona, y que es cita obligada por quien no ve bien la Reforma, y es cita incómoda para quien se siente cercano al personaje, es la de “peca, y peca fuerte (…) basta con reconocer al Cordero de Dios (…) y de él no nos apartará el pecado, aun si fornicamos y asesinamos miles de veces en un solo día”. Ahora la pongo entera y hablamos de ella.
Me anticipo a decir que, con la estima por la persona y su lugar en la Providencia divina (aspecto que, por ejemplo, siempre reconoció Calvino), y asumiendo que un ariete se valora por su fuerza y eficacia, no por ser bonito; en el caso de Lutero, el ariete bonito, bonito, no era.
Además, cuando ya se ha derribado la muralla, el ariete no sirve para edificar. Por ahí anda Lutero. Esa, creo, es su contradicción y su historia compleja y, en muchos casos, repudiable (nada que ver con su experiencia de conversión).
Proponer, sin embargo, como hace D. Pío Moa (Nueva Historia de España, p. 400; España contra España, p. 211), que Lutero “exhorta” a pecar, en base a la citada frase, es ignorancia o malicia.
Con ello, además, se quiere colocar a la Reforma en esa dirección (no sería extraño, pues, que fuese la causante de “innumerables guerras civiles”).
Vamos al contenido. Se encuentra en una carta que Lutero escribe a Melancthon el 1 de agosto de 1521, cuando estaba “secuestrado” en Wartburg.
En la misma contesta a varias cuestiones. No sabemos realmente las preguntas.
Era 1521, no hacía tanto de las Tesis (1517). Continúa vistiendo el hábito de monje agustino (se lo quitará en 1524); ha sido excomulgado por el papa en enero, y sobre él pesaba edicto imperial de proscripción, declarado prófugo y hereje en mayo.
Son los primeros tiempos. No es excusa, solo contexto.
La contestación donde está la frase.
Deus non facit salvos fictos peccatores. Esto peccator et pecca fortiter, sed fortius fide et gaude in Christo, qui victor est peccati, mortis et mundi; peccandum est, quamdiu hic sumus. Vita haec non est habitatio justitiae (…) etc. Lo dejamos aquí en latín.
El texto completo en castellano (lo tomo de la selección de obras que preparó Teófanes Egido, editada por Sígueme, Salamanca, 1977):
“
Si eres predicador de la gracia, predica la gracia verdadera, no la gracia fingida; si la gracia es verdadera, ten la seguridad de que se trata del pecado verdadero, no del fingido, porque Dios no salva a los pecadores fingidos. Sé pecador y peca fuerte, pero confía y alégrate más fuertemente aún en Cristo, vencedor del pecado, de la muerte y del mundo. Hay que pecar mientras vivamos aquí. Esta vida no es la morada de la justicia, sino que, como dice Pedro, estamos a la espera de cielos nuevos, de una tierra nueva en la que habite la justicia. Basta con que por la riqueza de la gloria hayamos conocido al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; de éste no nos apartará el pecado, incluso aunque forniquemos y matemos miles y miles de veces cada día. ¿O es que crees que tan menguado es el precio de la redención de nuestros pecados, pagado por tan grande y buen cordero?
Reza fuerte aunque seas un pecador fortísimo.”
Juzguen ustedes. Lutero no está exhortando a pecar. Está consolando a un pecador real.
La semana próxima, d. v., seguimos cerca de este ariete en su actuación en la compleja rebelión de los campesinos.
A veces con él, otras en su contra. Siempre amparados por la mano del Redentor. Tuya, Señor, es la justicia y la misericordia; de nosotros, la confusión de rostro.
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