Allí están, después de sonoros discursos vestidos con trajes caros, tras recepciones protocolarias y vuelta a la mesa de la cena, con sus tripas cansadas, hartos de aperitivos, llenos de promesas incumplidas y de palabras empeñadas. Ahí están los corruptos de todos los partidos, políticos o no, emponzoñando el aire.
Ahí están arreglando el mundo, conservando sus magníficos salarios, mientras los reales de la mayoría están estancados. Ahí están con sus demagogias. Conversan con tocar el cielo con las manos y bajarlo a la tierra y repartirlo: cuando se han hecho uno a su medida, la corta medida de sus mediocridades y sus mentiras.
No aspiremos como cristianos a sentarnos junto a ellos, ni a sustituirlos en sus poltronillas de teatro. No los envidiemos ni un segundo. Ellos tienen lo que se ve; son lo que tienen. Nosotros tenemos aún esperanza.
Fijémonos bien para no ser jamás como ellos. No pactemos, no nos unjamos a sus yugos de oro falso. No adoremos al ídolo que ellos adoran. Cojámonos del brazo vibrante de la vida, paseemos el mensaje de Verdad y Justicia y caminemos bajo la mañana azul y tarde soleada, de los que hacen de su trabajo diario algo como para el Creador. Abracémonos a Su luz, entre los aromas que las narices de ellos dejaron hace tiempo de oler: integridad, justicia, genuina fraternidad. Seamos intactos. Seamos nobles, Sigamos siéndolo siempre. No esperemos favores.
No les agradezcamos puestos de trabajo, son un derecho y ellos sólo se ocupan de los suyos; ni nos alienemos en sus filas. Examinémoslo todo y retengamos lo bueno, el Reino está entre nosotros, gocémoslo, enriquezcámoslo con luz y sabor.
Olvidémonos de sus estadísticas, de sus primas de riesgo, de su abstracto malestar económico, de su bien triste “ajuste estructural” que no toca los salarios de sus ejecutivos, no nos sirven.
Son los datos manipulados de sus sobres de sobresueldos, de su vida de chalets adosados y apartamentos de súper lujo, con cuentas paradisíacas y sutiles amnistías fiscales. Esos caminos no son los de cristianos íntegros, no son nuestros senderos.
Rebelémonos contra la mansedumbre funcionaria, contra los púlpitos subvencionados y benevolentes, contra los alicortados y pusilánimes artículos de denuncia. Que no nos contagie el temor o la derrota. Que no nos contagien su amor al dinero y a la espesa tranquilidad amordazada. Defendamos la vida de Arriba, la vida nueva, la ética de lo Alto. Amemos la tierra que es de los mansos de corazón y que heredaremos los pueblos de fe, y que caerá como un fruto maduro en nuestras manos cuando vayan ellos muriendo de sobrealimentación y avaricia: el corazón sólo les servirá para morir.
En tales congresos, reuniones de ricos, declaraciones políticas, los insensibles inventores de más de treinta nuevos impuestos y tasas, están los que pretenden hacernos a su imagen, los que pretenden domesticarnos y obligarnos a danzar al son de sus hediondas músicas. Conocemos la Verdad, no permitimos que nos sobornen. No escuchamos su lenguaje sinuoso y astuto relleno de oropel. No veneramos sus máscaras burguesas, no caemos en la trampa de festivalear: “carnavales” para los que sí hay dineros públicos, mientras se cierran dispensarios de asistencias sanitarias. No atendamos a lo que piensan del genuino cristianismo, ni recibamos los monederos falsos con los que intentan comprar-nos para tranquilizar sus conciencias.
No abandonemos nuestros ideales de justicia, solidaridad y piedad, pues dejados éstos se pierde humanidad. Lo peor de la vida son ellos y lo que significan. La lucha no violenta es nuestra, está en nuestras manos: vidas de honestidad, protesta, de civismo claro y denunciante, de ejemplaridad, siguiendo las premisas del que ya cambió al mundo en Antes y Después de Él.
Por eso, no pactemos con la injusticia; no demos pasos atrás; no escuchemos sus hipócritas músicas de sirenas. La victoria será de los justos. La esperanza es nuestra. El porvenir “Desde el Corazón” lo digo, es nuestro. Denunciemos el error y sigamos avanzando. Mirar a nuestra espalda para ver quién nos sigue es un error: el que nos podría convertir igual que ellos, en estatuas de sal.
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