UN POETA PERUANO
Nacido en Lima, el año 1949, Ricardo Falla Barreda es un poeta que mucho aprecio, al margen de la profunda amistad que me liga desde hace dos décadas, cuando nos conocimos en la universitaria Salamanca, bastión de referencia para el mundo cultural iberoamericano. Peruano y bien peruano, Falla dice en un antológico poema de 1982: “Vivir en el Perú/ con la ternura de quien sabe por qué/ resulta una violenta paradoja/ y digo llenándome de tormenta la boca:/ Si el acto fundamental de la vida es entregar el amor sin que lo pidan…”.
Él, con estudios en Filosofía y Literatura, es profesor en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la más antigua de América; también ha sido profesor visitante en universidades francesas, italianas y españolas. Salamanca fue, es y será lugar de continua visita y de vivencias, de investigaciones y de lectura de su obra, no sólo poética, sino también ensayística. Aquí tiene tan buenos amigos como Carmen Ruiz Barrionuevo, Alfonso Ortega Carmona, María Koukentaki, Eva Guerrero, Jacqueline Alencar o Ángel San Juan Marciel.
Precisamente, su último periplo por la capital del Tormes fue hace ahora un año. El pasado 1 de febrero de 2012 presentó su libro
Letras bizantinas, inicios del discurso narrativo peruano (Lima, 2011). Fue en la Sala de la Palabra, y allí también leyó algunos poemas espigados de su vasta obra publicada, que comprende títulos como
Pequeña historia de conciencia (1971);
Contra viento y marea (1973);
Mi Capital (1979);
Poesía abierta (1982) e
Interludios (2006).
Aquí hablamos por enésima vez de nuestro querido Alejandro Romualdo, recordando anécdotas del Poeta-Poeta ya fallecido. Aquí departió largo, cena por medio, con nuestro paisano Carlos García Miranda, fallecido meses después, el 16 de mayo. Aquí, en la Salamanca que tanto quiere, Ricardo Falla está dejando la fuerza de su palabra poética. Aquí, aunque él viva allí.
Ricardo Falla, miembro de la Generación del 70, es un poeta cuyas invocaciones contienen el ámbar de los tiempos junto al Amor que mana del Reino. Poesía esencial, más que existencial. Poesía capaz de frotarnos el corazón. Yo la aprecio y la llevo dentro.
CRISTO ES EL CENTINELA
Tanto Ricardo Falla como su esposa, Sonia Luz Carrillo (excelente poeta y también profesora de la Universidad de San Marcos) son profundamente cristianos. En la Sala de la Palabra leyó un poema incluido en
Interludios, texto que merece estar en cualquier antología cristiana.
Cristo es el Centinela de Ricardo Falla. En sus versos reconoce que
“Sólo sé que no es de mármol o de piedra alguna”. Y también:
“Tiene como misión/ cuidarme de los habitantes del polvo/ aquellas criaturas nacidas del abandono/ y de la muerte sin agonía/ Es el destino del centinela…”.
CENTINELA
Armado de hondas
palabras
para subir y bajar por la realidad
que late en el corazón
abro la ventana
y un niño me mira esperando mis gestos
me indica con el dedo las distinciones que hace la voz
entre quien razona y quien sólo piensa
entre quien cumple un acto y quien sólo crea
entre quien habla y quien sólo pronuncia palabras
Y quedo absorto por los sucesos de la voz
especialmente cuando decía
ante las puertas que dan acceso a la tierra
que el soliloquio es un imposible
en el idioma del amor
pero de tanto intentarlo
el nunca creador se hace patente
en la angustia que me anima
Y de mis dolientes y dispersos poemas
se hace visible el centinela
que mira sin límites el ímpetu de la esperanza
que día a día me hace mejor
ante el presente y las disoluciones del tiempo que lo habita
Sí
estoy vivo
Sí
estoy patente
Sí
estoy callado
Mi casa tiene un centinela
como todo lo minúsculo que el silencio guarda
Sé quien es pero no sé de dónde vino
ni por qué me cuida de los ruidos del mundo
Sólo sé que no es de mármol o de piedra alguna
Todo lo sabido lo entrega en documentos
Toda la gravitación del deseo
descubre lo que decía un hombre ambicioso
¿Dónde se encuentra la ingenua metáfora?
¿Dónde la forma de plenitud
trazando el significado del burdo?
¿Dónde está la melancolía y sus vocablos?
El centinela pasa el celo a la mirada de cada mañana
Su centro de interés es el peligro
de la filosofía humosa y de la vida carente de vida
Tiene como misión
cuidarme de los habitantes del polvo
aquellas criaturas nacidas del abandono
y de la muerte sin agonía
Es el destino del centinela
Él como nadie sabe que la realidad da vueltas
y vueltas y cambia
sabiendo que hay una cosa que no cambia
cuidarme la vida y no dejar pasar a la muerte
por mucho que se disfrace de lectora
o de juventud sin final
Estoy parado junto al centinela
hablando sobre lo que late en mi corazón
y de mi destino silencioso
pensando visitar la casa de mis amigos
y de lo agradable que resulta buscar la felicidad
sabiendo lo esquiva de su existencia
Y quedo soñando en la esperanza
de pie ante el suspenso de cada día
y los olvidos de las explicaciones
El centinela me hace una seña
no por mi soliloquio advertido por el inquieto dedo de un niño
sino por las frecuentes paradojas de mi vida
La sabiduría muestra su carencia de prisas
El centinela susurra una canción
y en un abrir y cerrar de ojos
desaparece de mi vista
quedando mi sombra y la suya
listas para cumplir cada una con su aventura
en la verdad de una inaudible creación.
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