DE LAS DOS ORILLAS
Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México, Bernardo Casanueva hizo allí sus primeras entregas literarias. Para ello usó las páginas de la revista “Tierra nueva”, donde compartió responsabilidades editoriales con losmexicanos Alí Chumacero y Jorge González Durán, así como con el guatemalteco Alfredo Cardona Peña.
Un detalle que me llamó la atención del magnífico estudio realizado por Julio Díaz Días, es que el notable laboralista Mario de la Cueva (entonces secretario general de la UNAM) fue quien, en 1939, autorizó el apoyo económico para crear esta revista cultural.Luego tuvo amistad con el destacado poeta Carlos Pellicer y con Hugo Cerezo, profesor de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
En 1945 viaja a España y se instala en Santander, tierra de sus padres, emigrantes cántabros en México. Aquí hace amistad con poetas e intelectuales como Blas de Otero, Gerardo Diego, Emilio del Río, Ángel Martínez, Luis Rosales, Leopoldo Panero o Zamora Vicente, quien así se expresa sobre el poeta: “Bernardo Casanueva es una prueba excelente de la indisoluble unidad literaria de las dos orillas hispánicas del Atlántico”. Salvo algún viaje de vacaciones, ya nunca volvería del todo a su país de nacimiento este poeta “indiano y montañés”, como lo denominó Gerardo Diego.
TEOLOGÍA Y POESÍA
Apreciemos, primero, unos versos que destacan la ortodoxia cristiana de Casanueva Mazo:
El Hijo con el Padre, lengua y boca
e idéntica sustancia inconmovible,
y el Espíritu Santo inmarcesible,
cítara que el amor de entrambas toca.
El mismo Casanueva Mazo estima su poesía como “teologal”, porque es mediante sus creaciones como busca y conoce a Dios. Se nutre de la Palabra revelada, y luego, se ancla en la Palabra transformada.
Sobre la relación fecunda y complementaria entre teología y poesía, él escribe en 1971: “Relaciones de vecino a vecino que moran en continuas estrellas. Pueden llegar a ser estrechas y entonces la inspiración teológica alcanza en el poeta una función sagrada. En tal estadio entona el poeta un himno sideral. Si los fines últimos de la Poesía y de la Teología son la Luz y la Belleza supremas, el estudio de la Teología –la Poesía no se estudia- facilitaría la comunicación de las dos esencias altas y divinas”.
Apreciemos otros versos o esquirlas de sus magníficas ofrendas líricas:
Todo junto, Señor, nos nace
de tan adentro el aire del poema
que va a compás del soplo de Tu boca
en el instante de crear las cosas.
El Verbo estaba
en la boca de Dios, en su garganta,
anterior al destrozo de las lágrimas,
poesía del Padre antes del fuego,
la tierra, el aire, el agua…
DOS POEMAS ANTOLOGABLES
En carta a Emilio del Río, de 20 de febrero de 1975, comenta: “El ejercicio de la poesía ha sido mi refugio feliz. El Evangelio alcanzó la cima anhelada según las fuerzas mías, y di paso a una muchedumbre nueva de poemas que me saltaban y desposeían de todo lo más íntimo. Resultó apasionante. Ahora lo veo como restos de una aventura casi infinita”. Hablaba de su libro El Evangelio anterior, publicado de forma póstuma, en 1997, un libro que, cuando lo escribía, llamaba sus esposa e hijas para que escucharan la lectura del los poemas escritos.
Su hija Selma lo recuerda así: “Muchas veces, recuerdo, nos emocionábamos al oír su extraordinaria voz, el relato apasionado de la vida de Jesús”.
Aquí dos poemas para despedir a este magnífico poeta prácticamente olvidado. Loable la labor de rescate realizad por Julio Díaz Díaz.
SEGUNDA CAÍDA
La segunda caída desespera.
llena de sombra el paladar, de duda, arrebata la
forma y la demuda,
hace la carga del Amor ligera.
Caído está mi Dios a su manera, debajo de la rama
que no muda: caído está sobre la tierra ruda,
le sostiene la tierra lastimera.
Latierra es como lecho en que moramos, donde
sellamos el amor primero.
a la sombra apacible de los ramos.
¡Ya no tiene remedio esta aventura,
caído está mi Dios de cuerpo entero
y caída en el suelo la criatura!
LA RESURRECCIÓN
Había luz en todo, luz futura,
empezaba a nacer, llama señera;
había claridad, aunque a la espera,
en el espejo de la noche oscura.
La tierra estaba en sombras, la espesura
atestiguaba la verdad primera,
y de pronto brotó la enorme hoguera
que borró de la tierra la negrura.
¡Una rama de flores suspendía
la luz de las estrellas, un suceso
de pájaros cantaba en otro día!
Aparecía todo diferente,
el labio no era labio, sino beso;
un rayo deslumbrante era su frente.
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