Muchas familias se juntan porque no queda otro remedio, y estoy convencido que los niños y las niñas salvan la fiesta, que para ellos sigue llena de expectación.
Nos alejamos impávidamente de los días pseudoartificiales en los que el calendario eclesiástico nos convoca, un año más, a celebrar la fiesta de Navidad. Y nadie piense que me resbala el significado original del aniversario del advenimiento de Jesús a esta tierra. Este “Hijo del Hombre”, que diría el profeta Daniel, vino en el cumplimiento del tiempo, o sea, en la plenitud temporal, trayendo a los creyentes esperanza y salvación.
Para los que todavía siguen militando en el Agnosticismo o en el Ateísmo (da lo mismo), comenzó ese día una controversia que sin pretenderlo, les hace seguir escribiendo y discutiendo, como si de los tiempos pasados se tratase.
Así pues, aclarado el primer punto, espero poder explicar con meridiana claridad el motivo del título de este artículo que a algunos pueda sorprender. Si buscamos la etimología de la palabra “orgía” observamos que proviene del griego y nos lleva directamente al nombre teofórico de Baco (divinidad clásica vinculada al servicio de Dionisio), y que podemos definir como festividad en la que se come y bebe sin moderación, ó bien como satisfacción viciosa de apetitos o pasiones desenfrenadas.
Es por eso que el consumo compulsivo (ahora con rebajas para poder compensar la falta de ingresos), las comidas excesivas y el exceso de alcohol en nuestra sociedad, ha determinado una contaminación de la Navidad que dista años luz del mensaje original que anunciaba “Buena Voluntad para con los Hombres”.
La orgía navideña está orientada a los regalos y al aprovechamiento y fomento de la ilusión e imaginación de los más pequeños, al esperar a los reyes magos (que no se sabe si eran reyes), o al Santa Claus (que como llega antes que nadie, es todo un chollo). Este es el motivo de que ya va siendo hora de que llamemos a cada cosa por su nombre, y a pesar de que en estas fechas mucho habría que hablar de la hipocresía de muchas familias que ahora se juntan, porque no queda otro remedio, estoy convencido que los niños y las niñas salvan la fiesta, que para ellos sigue llena de expectación. Por algo Jesús dijo que de ellos es el Reino de los Cielos.
Navidad puede ser cada día y en realidad es cada día que Cristo nace en un corazón roto. Pues todos los corazones están rotos sin el Señor Jesús. Navidad sigue siendo cada instante que tenemos la oportunidad de compartir el Evangelio, a tiempo y fuera de tiempo. Es por ese motivo que quiero manifestar a todos los que tienen a bien seguirnos por estas páginas virtuales, que Hoy e s el día de salvación, a pesar de que este mundo nos siga imponiendo y exponiendo a seguir su navidad particular.
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