La gloria de los grandes hombres debe medirse por los medios que han empleado para conseguirla, y en el caso del Pastor
Lemuel LARROSA, la obtiene y mantiene con su ejemplar pastoral de servicio a Dios, con su sabia dirección de su hermosa Iglesia PIEBU (Primera Iglesia Evangélica Bautista de Uruguay), con sus muchos y nobles ministerios, por su capacidad y habilidad en la Dirección de Radio Transmundial, por su espiritual y rica oratoria como expositor y predicador bíblico y porque como las gran-des almas, es como una nube, que recoge para verter.
Me siento privilegiado de tenerle como amigo y lector, y agradezco uno de sus últimos comentarios, acerca de mis últimos escritos navideños, escribe así: “los escritos son correctos, pero me hubiera gustado un poco más para darle esperanza al lector. Se me antoja que Roberto está de plafón caído como decimos por aquí (Montevideo). Hay que, a pesar de las tristes calamidades señaladas por el admirado por mí Roberto y en forma magistral, hay que seguir sembrando la semilla del Evangelio para que algunos ‘vuelvan en sí’ y regresen al Padre”. Y grande sigue pareciéndome quien siendo magnífico, compartiendo una bella opinión no te hace sentir pequeño; y tomando nota, me pro-pongo escribir más “Desde el Corazón” con proyección de esperanzas.
“Desde el Corazón” confieso que nunca ni mucho ni poco me ha gustado esa idea de que para los cristianos el mundo es sólo o principalmente un “valle de sombra de muerte”.
Esa frase que se cuela en casi todos los entierros, cuando se lee el Salmo 23, debe entenderse metafóricamente como una expresión de situaciones de lágrimas y pruebas, en las cuales también nos acompaña y guía el Creador, y esto lo enseña claramente el Evangelio.
Que el mundo tiene algo y aún bastante de valle de lágrimas, no hay quien lo dude. Llorando entramos en el mundo y rodeados de lágrimas salimos de él. En medio, aun en los más felices, han quedado muchos dolores y llantos. Pero, aun siendo esto verdad, también lo es que entrelazados con estos dolores van siempre miles de alegrías y que si uno disfruta a fondo esas alegrías y vive también las pruebas desde la esperanza, tendría todo el derecho a decir que también el mundo es un valle de soles y goces.
Me temo, que como dice el Pastor Lemuel, son muchos los que viven “de plafón caído” los que ven la vida exclusivamente como “un valle de sombra y muerte”. Cristianos maniqueos que sólo ven amargura en este mundo y que por tanto, la vida del creyente tiene que pasársela soñando en la felicidad que vendrá después, al otro lado, tras la muerte.
Una tierra negra preparatoria de un cielo blanco compensatorio es más una herejía que una visión de fe. Y ¡cuánto daño ha hecho esta falsa distinción!; tanto despreciar este mundo del “más acá”, tanto confundir la esperanza como una siempre añoranza del “más allá”, ha hecho que el mundo moderno reivindique como suyo las alegrías de este mundo y pierda de vista la realidad del más allá.
Un cristiano triste, que deja el gozo para el otro lado, imita al Tenorio cuando exclama “qué largo me lo fiáis”.
El Evangelio, como “Buena Noticia”, claro que prometió la completa y gran felicidad al otro lado, pero nunca negó que aquí estuvieran ya las raíces y las semillas, y bien hermosas, de esa felicidad del otro lado. Sabemos los cristianos que este mundo es caduco, transitorio, que llora con dolores de parto, pero no por eso lo amamos menos. Y no sólo porque aquí nos preparamos para el otro mundo, sino porque aún en este, hay muchos rastros gozosos de las manos creadoras de Dios.
Y la esperanza “Desde mi Corazón” no es para nosotros una nostalgia romántica del cielo. Es, al contrario, la cadena de escalones por la que caminamos hacia la eternidad. No nos de-tenemos en la escalera, sino que mientras la cruzamos nos parece hermosa. Así, la esperanza no es una fuga, una “morfina” para que nos duelan menos los dolores del mundo, sino una fuerza viva que despliega en el hombre energías insospechadas.
Conseguir un buen ensamblaje entre el “más acá” y el “más allá”, saber unir “el gozo de vivir aquí” con “la esperanza del gran gozo” son las fuertes asignaturas que tenemos los cristianos de nuestro tiempo, sin olvidar que el Mesías vino también para que nuestro gozo fuera cumplido. Sabiduría espiritual es saber no despreciar el mundo y no apegarnos ingenuamente a él. Sabemos que el mundo es ciertamente provisional, pasaje-ro, doloroso, pero “Desde el Corazón” no pienso amarle menos por eso, y por eso trataré de escribir razones para la esperanza. Y quiero dejar estas líneas, para que si alguno las lee cuando yo haya muerto, y esté en la perfecta gloria, sepa que amé el reino de la tierra mucho más de lo que nunca me atreví a decir.
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