Durante varios meses fue común especular sobre el significado del 21 de diciembre según el calendario maya. La interpretación popular era que esta fecha marcaría el fin del mundo.
Dicha interpretación sirvió como base para una serie de películas, libros y muchas declaraciones sobre como sería el fin del mundo. Fue tanta la especulación que hasta circuló una nota en el internet declarando que el gobierno de EEUU podía asegurarnos de que el mundo no se acabaría el 21 de diciembre.
Pasó el 21 de diciembre y aquí estamos. Aquellos que en verdad pensaban que se iba a acabar el mundo se encontrarán decepcionados. Claramente la fecha suscitó cierta tendencia apocalíptica. Algunos querían que terminara el mundo el 21 de diciembre para poder salir de situaciones complejas. El fin del mundo significaría un especie de borrón y cuenta nueva.
El 21 de diciembre también suscitó toda una serie de chistes y comentarios burlones. Es probable que sigan, hasta que la gente comience a olvidarse de este fecha.
Pero
no faltará mucho tiempo hasta que surja otra “profecía” o interpretación que nos asegure conocer la fecha exacta del fin de nuestro mundo, o de la venida de Cristo.
Esta tendencia de proponer fechas sobre el fin del mundo o sobre una intervención externa en nuestro mundo, muchas veces surge del deseo de tener una semblanza de control sobre nuestra existencia humana.
Los humanos nos damos cuenta que no controlamos ni lo más básico de nuestra vida y poder decir que sabemos cuando se acabará el mundo nos da cierta ilusión de “saber” o controlar el futuro. Poder hablar del fin del mundo también sirve como un especie de escape de situaciones complejas o dolorosas.
Sin embargo,
quisiera utilizar la expectativa del 21 de diciembre para invitarnos a los cristianos que creemos en la segunda venida de Cristo a reflexionar sobre la razón de nuestra confesión.
¿Por qué queremos que Cristo regrese? ¿Será que también deseamos tener cierto control en este mundo en que nos sentimos que estamos perdiendo el control? ¿Será que deseamos escapar de alguna situación que no entendemos o de un mundo que no nos quiere?
Una de las imágenes que Jesús utilizó al describir su regreso era un “ladrón en la noche”.
Este cuadro enfoca varias cosas a la misma vez.
Por un lado está el hecho de que no se puede saber antes de tiempo cuando vendrá. Nadie sabe ni el día ni la hora. Pero también está claro el concepto de velar, de vivir de tal forma que no me encuentre sorprendido. En medio del velar también está la responsabilidad de seguir con mi tarea hasta ese momento.
Al fin y al cabo ¿qué esperamos al pensar en la venida de Cristo? ¿Esperamos poder escapar o estamos en anticipación de que Dios complete su obra a favor de nuestro mundo?
La invitación de la segunda venida de Cristo es a velar, a esperar y a estar listos. En otras palabras, su venida tiene implicaciones para nuestra vida hoy. Vivo en anticipación de la venida de Cristo porque se que Dios sigue obrando en nuestro mundo y que Cristo regresará para completar lo que ha comenzado.
Creo que Dios sigue obrando en nuestro mundo y que completará su obra en la segunda venida de Cristo. Mi anticipación del futuro tiene que ver con el futuro inmediato y con el futuro escatológico. Estoy atento a los lugares y las maneras en que Dios está obrando en nuestro mundo hoy.
Como discípulo de Cristo vivo mi vida como señal, como una anticipación del futuro divino cuando Dios enjugará toda lágrima y sanará todo mal. Pero también se que Dios me llama a ser parte de lo que está haciendo hoy.
Espero la segunda venida de Cristo como otra etapa del obrar divino. La venida de Cristo no terminará la historia humana, sino que la completará.
Siendo que pasó el 21 de diciembre y aquí estamos quiero seguir atento a los lugares donde Dios se está manifestando hoy para unirme y servirle. El proyecto divino no se completó hoy, sin sigue adelante. Así que sigo sirviendo hasta aquí día cuando Cristo sí se haga presente.
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