Hoy, viernes, 14 de diciembre, el presidente Obama ha llamado al país a cuatro días de luto nacional. Un asesino entró al plantel de una escuela en el estado de Connecticut y mató a veinte niños escolares, a seis adultos y luego se suicidó. Estamos dolidos con las familias que han perdido a sus hijos y seres queridos y estamos orando que Dios les de consuelo en este tiempo de tanto dolor.
A pocos meses de la tragedia en Colorado, y días de la “mini” tragedia en Oregón, nos enfrentamos con otra matanza masiva en EEUU.
Lo ocurrido en Connecticut han hecho suscitar, de nuevo, el debate sobre el derecho de portar armas de fuego.
Somos uno de los países más armados del mundo y existe poco control sobre la compra y tenencia de armas. El derecho de portar armas se ha convertido en el derecho de no tener que dar ninguna cuenta sobre mi persona antes de comprar armas y municiones.
El ex gobernador de Arkansas, Mike Huckabee, quien defiende el derecho de portar armas, dijo hoy que una de las razones por este tipo de violencia es que tenemos un problema de pecado en nuestro país. Una señal de esta realidad es que no se permite orar en las escuelas. Comparto con el gobernador la perspectiva de que nuestro país se ha alejado de Dios y que esta tragedia es una muestra del pecado humano.
Pero según Huckabee, nuestro país no tiene un problema de armas, sólo de pecado.
Siendo que comparto su interpretación sobre el pecado en nuestro país, no puedo compartir su conclusión con relación al control de las armas. Si en verdad somos pecadores y si reconocemos que vivimos en un país pecaminoso, entonces es indispensable crear sistemas de control para limitar el acceso a medios de violencia masiva.
El control de las armas no va a limpiar el corazón pecaminoso, ni va a parar toda violencia, pero sí puede limitar la cantidad de daño que pueda hacer un ser humano.
En los últimos meses hemos visto varios ejemplos del daño masivo de la política de EEUU sobre las armas. Aparte de las masacres de Colorado, Oregon y Connecticut, mucha de la violencia en México se ha hecho más feroz con armas compradas legalmente en EEUU y luego llevadas a México como contrabando.
Por supuesto, también se da mucha violencia “accidental” en el hogar, siendo que es más probable que un arma doméstica comprada para “defensa propia” termine accidentalmente matando a una persona del propio hogar, antes que parar a un asaltante.
Como país seguimos insistiendo en no controlar las armas y luego nos sorprende que una persona descontrolada mate a tantos.
Quisiera sugerir que el gobernador Huckabee tiene parte de la razón, la masacre de hoy fue por causa del pecado humano y específicamente por causa del pecado del asesino. Es verdad que nos hemos alejado de Dios como sociedad. Pero el daño también es por causa del pecado de una sociedad de celebra la violencia como arma política, social y económica y que facilita el acceso a medios de violencia letal masiva.
Es tiempo de arrepentimiento nacional. Como país necesitamos confrontar nuestros pecados, pero a todos los niveles, tanto personales como sociales.
Sólo entonces podremos tener esperanza de que eventos como esta masacre no se repitan o que a lo menos no sean tan comunes, ni tan destructivos.
¡Perdónanos, Señor Jesús, y da tu acompañamiento y aliento a los que tanto están sufriendo!
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