UN POETA AREQUIPEÑO
En Perú,los nacidos en el Departamento de Arequipa gustan de portar su propio ‘pasaporte’. Son orgullosos de esa ‘independencia’. Ahora, gracias al maestro Samuel Escobar, un arequipeño de especial valía en el mundo evangélico, he podido apreciar algunos poemas de su paisano César Atahualpa Rodríguez (1879-1972).
Claro que conocía su nombre y algo de su figura, pero era casi misión imposible acceder a los textos poéticos de quien, con especial fervor, pregonaba su localismo: “Aquí, respirando ancestro, se forjó mi loco empeño; yo no he nacido peruano, he nacido arequipeño”.
Y allí se quedó, en la capital de su Departamento, erudito viajero inmóvil, parco en publicar su obra poética. Ocupó el cargo de director de la Biblioteca Pública de Arequipa, desde 1917 hasta 1955.
Anotemos dos testimonios sobre su trabajo y presencia al frente de dicha institución. El primero es el destacado narrador Oswaldo Reinoso, cuyos primeros escarceos fue con la Poesía: “En Arequipa tuve la suerte de que la biblioteca del municipio estaba a cargo del poeta César Atahualpa Rodríguez. Él se preocupó siempre de dotar a la biblioteca de buenos libros. Ahí podíamos encontrar las obras de Rimbaud, Verlaine y Baudelaire, entre otros, en magníficas traducciones y buenas ediciones hechas en Argentina. De lo contrario, hubiera sido difícil para un joven como yo ponerme en contacto con esta literatura novedosa.”
Y luego Samuel Escobar, testimoniando sobre su figura y sobre su acercamiento a Cristo: “En mi adolescencia frecuentaba la Biblioteca Municipal en el centro de Arequipa. Solía ver al bibliotecario parado en la puerta, saludando solemnemente a los que entraban. Un día me enteré que ese señor, siempre tan formal y distante era el poeta César Atahualpa Rodríguez. En su obra encuentro una figura de Cristo comprendido de manera diferente a la de Vallejo, con una clave personal, particular, de raíz que bien puede calificarse de teológica, a su manera”.
LA ORACIÓN MÁS SINCERA
He aquí unos versos rotundos, versos que no pasan cojeando ante aquellos que los lean, versos que contienen una fe que bien podría firmar cualquier creyente evangélico: César Atahualpa Rodríguez pule su corazón y da cuenta de los traspiés del hombre que busca a Dios por momentos, atendiendo a sus propios intereses y estados emocionales. Y los pone en contrapunto con su manera de seguir a Cristo, de entrañarlo: “yo, Cristo, te vivo”, dice en el verso final de este magnífico poema.
ORACIÓN
Cristo
hace ya rato
que el mundo te ha visto;
y que el hombre, animal insensato,
queriendo materializarte, para mirarte
ha pintado su propio retrato.
Te puso cara compungida
y contusiones sanguinolentas
A ti que eres la vida,
te hizo vivir escenas cruentas
y te metió en las fauces del delito:
y como muere todo lo que existe
para que tú existieras, moriste
con el párpado marchito.
Así son todas las normas
de esta criatura falible.
El hombre, pensador de formas,
busca siempre de lo imposible lo posible.
Cuando se lanza en otras aventuras
y el infinito se niega a sus miradas,
con sus medidas rígidas y duras
todo lo mide por pulgadas.
Y Tú que no tienes porte,
¡Dios inmenso!
¿Con qué herramienta quieres que te corte
para que quepas donde pienso?
Estoy jadeante de fatiga
como el que acaba de hacer una hazaña.
¿No me has sentido? Soy hormiga
que te subí, creyéndote montaña.
Y no eres, no, montaña ni acomodo,
ni campo de medir mostrenco.
Como la parte no conoce al todo,
te percibo en el aire azulenco,
en el hilo de luz mañanero
que me lleva como una vasija,
en el labio de mi hija,
en diciembre y enero.
Los que te buscan sólo a ratos
y creen conocerte,
son los mismos que le pidieron a Pilatos,
tu muerte.
Ellos te oran y te llaman
en el momento decisivo,
ellos por miedo te aman
yo, Cristo, te vivo.
DOS POEMAS CON SAVIA DE LOS EVANGELIOS
No abundaré en sus datos biográficos, pues el poeta los resume, magistralmente, en el último texto que ahora comparto. Sí decir que
su nombre completo fue César Augusto Rodríguez Olcay, y que el seudónimo “Atahualpa” lo utilizó porque así lo llamaba su buen amigo y paisano, el poeta Percy Gibson. También conviene anotar que escritores peruanos de renombre, como José María Eguren, Manuel González Prada o Abraham Valdelomar, supieron valor y elogiar su obra.
Finalmente, dejar constancia de los dos únicos poemarios que publicó en vida: La torres de las paradojas (editorial Nuestra América, Buenos Aires, 1926) y la antología
Sonatas en tono de silencio (Ministerio de Educación del Perú, Lima, 1966).
NOCTURNO DESESPERADO
Esta noche estoy “triste hasta la muerte”,
como dijo el Rabí de Galilea,
que hasta el agua que bebo se convierte
en repugnante acíbar...así sea.
Sobre mi crudo invierno doloroso
la serpiente del tiempo se desliza
tengo la boca amarga, todo es soso
y el aire que respiro es de ceniza.
Si en el osario del ayer me pierdo
para encontrarme con lo que he vivido,
veo que hasta el cadáver del recuerdo
se pudre sin cesar en el olvido.
Y si quiero agarrarme del ahora
con mi terca ansiedad desesperada,
veo también que todo se evapora,
que mis manos están llenas de nada.
¿Que dónde voy, Señor, de senda en senda
con estos pasos por demás inciertos?
Voy a cumplir tu frase que es tremenda:
“que los muertos entierren a sus muertos”.
DATOS BIOGRÁFICOS
Soy de la raza Americana
peruano de Arequipa. Bien. ¿Y qué?
Llevo el color moreno de los míos
estampado en la piel.
Mi familia es muy grande: son los pobres
que vinieron al mundo sin sostén;
aquellos muchos preteridos
por los que pueden más según la Ley.
Esa madrastra estúpida creada
por los que detentaron el poder.
No me arredran las causas. Por lo mismo
quiero se fuerte, digno y fiel
al sentido profundo de justicia
que propuso Jesús de Nazareth
cuando invitó al banquete de su Reino
a los que sufren hambre y sed.
Qué mundo tan canalla es este mundo
que evoluciona del Patriarca al Rey
para luego bajar por la otra grada
del aristócrata al burgués.
Ese animal ventrudo: Sancho Panza
en una Barataria de papel
o el tan prolífero Carrasco,
multiplicado en Bachiller;
o el Cura, la Sobrina o el Ventero,
comparsas todos de la nueva Fe
que mata a Jesucristo y al Quijote
para encumbrar al Mercader...
Soy de la raza americana,
perdida en el proceso de crecer.
Mi estatura no cuenta. Vivo aparte.
Me siento infortunado... Sé leer.
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