Quién no recuerda la inolvidable serie de TV de los años 70 “Hombre rico, hombre pobre”, protagonizada, básicamente por Peter Strauss y Nick Nolt?
Estos días,
mi corazón se conmueve ante las terribles imágenes que tenemos que ver día a día, por causa de la tremenda crisis que estamos atravesando. Gente “normal” revolviendo en los contenedores delante de los supermercados, tratando de encontrar algo que comer. Las cocinas económicas, y comedores sociales y demás, cada vez más llenas de antiguos empresarios solventes, personas con trabajo e independencia... es, literalmente, para ponerse a llorar y, como escribía Salomón: “el sol sale para justos e injustos”.
Y cuando vemos que esto ya casi roza, si es que no está rozando a miembros de nuestras iglesias... simplemente me quedo sin palabras.
En mi ciudad, supongo que como en el resto, cada días cierran más comercios, se ve más suciedad, más pobreza y más miseria por un lado, mientras que -por otro- cada vez aparecen más... mmmm... de todo en plan élite: club sociales bajo cuotas altas, comercios sólo de marca, cafeterías de lujo...
Es decir, lo que sucede cuando se pasa por una crisis como la que estamos viviendo, que ni sé cómo va a terminar.
El otro día fui a votar, no me interesa la política para nada, nunca saco el tema, quizá estoy demasiado marcada por mi madre, que vivió la guerra y la postguerra en Madrid cuando era muy chiquita, ni más ni menos que enfrente al cuartel de la Moncloa.
Su familia sufrió de todo y más por ser protestantes y recuerdo que cuando éramos niñas, nos decía siempre, con mucha insistencia: “no cojáis nunca ningún pasquín que alguien os entregue en la calle”, y eso me marcó mucho, por eso nunca me meto en nada que implique política pero, obviamente tengo mis ideas, lo que creo que es mejor y lo que pienso que mejor defiende mis intereses.
Cuando fui a votar esta última vez, cogí la papeletea de un partido al que hubiera prometido que jamás hubiera votado. Contrario a mis ideas, mis intereses... pero lo hice, pensando en muchos de mis hermanos que quizás ni tengan para llevarse a la boca, no lo pude evitar y me sentí satisfecha de haber tomado esa decisión.
No hace muchos días estaba meditando en el libro bíblico y la historia de Esther y me di cuenta de cuántas similitudes existían con la vida de hoy en día.
Hay una frase del libro de Esther que me viene a la cabeza una y otra vez estos días y es: “quién sabe si para esta hora has llegado al reino?”.
Esther era judía, aunque no lo había declarado y ahora su pueblo iba a ser exterminado por toda la maldad de Amán.
Cualquiera que apareciera ante el rey Asuero sin permiso podría ser muerto a no ser que hallara gracia ante sus ojos y extendiera el cetro.
Mardoqueo le pide a Esther que interceda por su pueblo y Esther se asusta y es cuando viene la frase central: “Quién sabe si para esta hora has llegado al reino?”
Supongo que no fue fácil tomar la decisión. Esther se jugaba la vida, era ella o quizá la muerte por ayudar a sus hermanos. Pero Esther fue obediente a su tío, por supuesto a su Dios y se solidarizó con su pueblo.
Pero me encantan un montón de cosas de Esther, no sólo era “bonita y de hermosa figura” sino que tenía “cabecita”. ¿Saben algunos señorees que las mujeres también tenemos cabecita?
Y además Esther era valiente, inteligente, osada, y atrevida.
Le pide a Mardoqueo que el pueblo ayune durante tres días, que ella hará lo mismo con sus criadas y luego dice una frase que me emociona: “y si perezco que perezca”. Lo siento tengo que decir un olé!!! por Esther, sí señor!!
Guapa, lista, osada, valiente!!... Todo una mujer!!
Conocéis el resto de la historia. Esther se presenta ante Esther, este accede ante sus peticiones, los judíos no son exterminados y Amán termina colgado con todos sus hijos en la horca que había preparado para Mardoqueo. Y podríamos hablar de la justicia de Dios en cuanto a Amán y Mardoqueo; pero eso no lo voy a hacer. Quiero quedarme con la idea central de este artículo.
Esther era reina, vivía en palacio, tenía criadas, joyas, toda clase de riqueza, el amor del rey, lo tenía todo; pero era judía.
El resto del pueblo, no tenía casi nada e iban a ser exterminados.
Esther podía callarse, no le pasaría nada, y su pueblo sería completamente exterminado.
Pero no!
Esther se la juega, se la juega por sus hermanos y dice esa preciosa frase lapidaria: “y si perezco que perezca”. Es que no puedo evitarlo, me encanta!
Y ¿sabéis?: Igual que en la historia de Daniel: “Dios honra a los que le honran”, y Esther fue honrada, amada, bendecida y muchas otras cosas más.
Y quiero terminar con ese texto bíblico que no para de resonar en mis oídos: “y quién sabe si tal vez para esta hora has llegado al reino”.
Hemos considerado cómo está, nuestra sociedad, y eso no exime a nuestros hermanos a veces en condiciones absolutamente precarias. ¿Pasas?, ¿no te importa?, ¿no te duele? O... “tal vez para esta hora has llegado al reino”.
Reflexiona. Creo que a todos, nos hace mucha falta.
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