Últimamente me encuentro una y otra vez con la epístola a los Hebreos. Da igual si la busco o no: quizá es que ella me encuentra mí.
Y nunca viene mal su lectura, pero precisamente en tiempos como los que corren, en que es tan difícil mantener la fe, o siquiera tenerla, merece a pena doblemente acercarse a ella.
Echando un ojo más detenidamente, pensaba en qué habría que hacer para estar dentro de esa lista de hombres y mujeres reconocidos en Hebreos precisamente por su fe, pero no sólo por ella, sino también por sus muchas y oscuras sombras, tal como nos sucede a nosotros.
La cuestión es que, independientemente de ellas, la obra que finalmente hace trascender nuestra vida es la que surge como consecuencia de la fe. En ocasiones nosotros no la veremos, ni siquiera seremos conscientes de que esa fe resida en nosotros. Pero cuando la hay, cuando Dios la proporciona a Sus hijos (y sabemos que sólo tenemos que pedírsela) nada permanece igual.
Yo quiero ser una heroína de la fe. No tengo grandes hazañas que presentar sobre Su altar, tal y como Abel, Noé, Jacob u otros tantos… Pero quisiera contar con la fe que les hizo entrar en esa lista y que, finalmente, es la que ha trascendido principalmente hasta nuestros días.
Quisiera, como Abel, ofrecer un sacrificio excelente a Dios…
Querría, como Enoc, ser considerada agradable delante de Él en los días que permanezca en esta tierra…
Quisiera tener temor como Noé lo tuvo cuando recibió advertencias de parte de Dios y ser capaz, como él, de condenar aquello que Dios condena;
Me gustaría, al llamado de Dios, ser capaz de salir de donde estoy para ir donde Dios me envía, aunque no sepa dónde es…
Me gustaría recordar que aquí sólo soy extranjera y que mi patria verdadera está, por la fe, en los cielos, junto a mi Salvador;
Quiero tener visión y fe para esperar con expectación los milagros que Dios, aún fuera de tiempo, de nuestros tiempos, puede hacer para Su gloria, tal como hizo con Sara, porque sé que es fiel Quien lo promete…
Quiero recordarme que puede ser que en esta vida no reciba lo prometido, tal como les pasó a ellos, pero quiero creer en esas promesas eternas de Dios, mirándolas de lejos, saludándolas, y confesando que aquí estoy de paso y que lo verdaderamente importante y de valor espera delante.
Quisiera que Dios nunca tuviera que avergonzarse de llamarse Dios mío…
Y también ser lo suficientemente valiente como para responder conforme a Su voluntad en medio de la prueba, como Abraham, recordando que Dios es poderoso siempre, incluso para levantar personas de entre los muertos;
Por la fe quiero recibir y hacer propias Sus promesas y bendiciones, porque yo soy Suya y mío es Él.
Quisiera que el último gesto de mi vida aquí fuera de adoración hacia Dios, como lo fue en el caso de Jacob, y que mis muchos errores fueran nada a la luz de Su salvación tan grande sobre mi vida;
Quisiera poder actuar con fe hacia mi familia y transmitirles, de alguna forma, el regalo que ésta supone de parte de Dios, también hacia ellos;
Quisiera ser capaz, por fe, de renunciar a todo aquello que es temporal para fijar mi vista en aquello que Dios realmente quiere para mi vida, porque mis riquezas están en Cristo;
Quiero, por la fe, ser capaz de vencer mis temores a lo que me pueda hacer el hombre y recordar que Quien me sostiene es el Invisible;
Quiero ver todos los Mares Rojos que Dios abre delante de mí y todas las murallas de Jericó que caen alrededor y ser capaz de vivir esos trances con fe y en victoria;
Por fe quiero obedecer, como Rahab y tantos otros que la siguieron hasta el día de hoy.
En el presente sigue habiendo héroes de la fe conquistando reinos, haciendo justicia, alcanzando promesas, tapando bocas de leones, apagando fuegos impetuosos, evitando filo de espada, sacando fuerzas de debilidad, haciéndose fuertes en batallas, poniendo en fuga ejércitos extranjeros, o sufriendo adversidades, tormentos y penalidades, pero todo ello esperando una mejor resurrección que llegará, también por fe.
Yo quisiera estar entre esos de los cuales el mundo sigue sin ser digno, pero que en el mundo viven y que transmiten, con su fe, algo de lo mucho que Dios puede hacer en la vida de las personas, a base de perfeccionarnos y prepararnos para Sus propósitos, que nos exceden, pero que le honran a Él en primer lugar.
Ese es el propósito de un verdadero héroe de la fe.
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