Hace catorce meses iniciamos el estudio del Evangelio de Marcos. En un barrio popular, Santo Domingo, en las cercanías del mayor campus de la Universidad Nacional Autónoma de México, un matrimonio de la Iglesia Fraternidad Cristiana/Vida Nueva abrió su hogar para que con sus vecinos y amigos iniciáramos el estudio de la Biblia.
Hasta el momento nos hemos turnado como facilitadores de la célula Oscar Jaime Domínguez y quien esto escribe. Ambos somos pastores de la comunidad mencionada en el párrafo inicial.
Desde el primer día en que se abrió el grupo tuvimos un buen número de asistentes, mayoritariamente mujeres que son a la vez padre y madre, ellas llegan con sus hijos e hijas. Nunca antes habían leído la Biblia, es más algunas leían trabajosamente y debían volver varias veces a las palabras que no podían descifrar correctamente.
Elegimos el Evangelio de Marcos por ser el más corto y el que presenta directamente las enseñanzas de Jesús y cómo se relacionó con personas de distintos trasfondos y situaciones. Desde la sesión inicial explicamos que íbamos a leer pequeñas secciones de Marcos, pero que antes era importante orar.
Compartimos algunos pasajes bíblicos acerca de la oración y solicitamos a cada quien que con sus palabras le pidiera al Señor que abriera su mente, corazón y voluntad para entender el pasaje en cuestión y para poner en práctica lo que juntos vamos descubriendo.
En cada encuentro semanal alguien lee en voz alta la porción asignada. Luego preguntamos sobre palabras desconocidas o cuyo significado tiene cierta dificultad para ser entendido. Explicamos algo de cómo eran las cosas en el tiempo de Jesús: costumbres, valores, organización de la sociedad. En algunos casos nos remitimos a temas que demandan conocimiento del Antiguo Testamento. Pero como no se trata nada más de hacernos expertos en el mundo bíblico,
siempre preguntamos si hay alguna relación entre lo que hemos leído y la vida cotidiana de los asistentes.
Quienes durante las primeras sesiones apenas y tomaban la palabra, poco a poco se fueron sintiendo bienvenidos y comenzaron a compartir de su vida. En varias ocasiones hemos dejado de lado el tema desarrollado en el momento para escuchar las angustias, problemáticas, cuestionamientos de quien expone su situación y en grupo le cobijamos con otras secciones de la Palabra.
En el barrio de Santo Domingo abundan niños y niñas. Ahí hemos podido ver nítidamente la definición dada por Santiago Ramírez sobre qué es la familia mexicana: “Exceso de madre, ausencia de padre y abundancia de hermanos”.
La avalancha infantil modificó nuestro plan inicial. Nosotros pensamos en una célula conformada por adultos, pero el arribo intempestivo de la niñez nos hizo reorientar el propósito inicial. Jesús dijo que no deberíamos obstaculizar que los niños llegaran a Él (Marcos 10:14), así que en camino debimos reorganizarnos y solicitar la ayuda de integrantes de nuestra iglesia para que fueran a dar enseñanza a los infantes.
Se conformó un equipo para atender a los niños y niñas que también querían conocer la historia de Jesús. Se han rotado la responsabilidad pedagógica Lily, Andrea y Carolina, quien junto con su esposo Nacho debe viajar dos horas para llegar al lugar de la reunión. Ellas dan testimonio de los cambios conductuales de varios infantes, que en un inicio dificultaban mucho la realización de las actividades diseñadas.
Cada viernes en la noche todos somos muy bien recibidos por Eliseo y su esposa Paty. Su casa es un oasis para muchos vecinos que constantemente les buscan para solicitar su ayuda en la solución de variados asuntos. Al terminar el estudio bíblico Paty siempre nos ofrece café y algo más para amenizar las conversaciones. El tiempo de sobremesa es muy enriquecedor, es momento de acercamiento fraternal y comunicar nuestro auténtico interés del uno por el otro. Concluimos con una oración, y recordamos la sección que debe leerse en la semana para llegar el viernes y compartir con los demás nuestros hallazgos.
La imagen que acompaña estas líneas es del grupo que estudia minuciosamente a Marcos. Ahí estaba, abrazándonos a todos y todas el personaje principal del Evangelio: el Señor Jesús.
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