Noviembre es el mes de los muertos, de las hojas caídas, de los días cortos, del invierno en puerta. Para el común de las personas noviembre tiene un carácter funerario.
Desde 1844, cuando se representó por vez primera en Madrid, todos los años por estas fechas tanto en España como en países de la América hispana, los teatros suelen incluir en su programación la obra titulada
DON JUAN TENORIO, escrita a mediados del siglo XIX por el dramaturgo español José Zorrilla y Moral.
Si exceptuamos a Don Quijote, es difícil encontrar en la historia de la literatura universal un protagonista y un asunto que hayan dado ocasión a una tradición más difundida como la de Don Juan Tenorio.
El escritor Arcadio Baquero, quien ha publicado dos gruesos tomos sobre la evolución dramática de Don Juan, dice que es la más universal figura de las letras nacionales (1). Respeto el juicio, pero no lo comparto. Baquero olvida a Miguel de Cervantes Saavedra.
ORIGEN DEL TENORIO
¿De qué tierra brotó por primera vez la leyenda de Don Juan? La pregunta parece ociosa, porque el mundo entero ha españolizado a Don Juan hasta en el nombre.
Según Ramiro de Maeztu, la figura de Don Juan se encuentra en las antiguas leyendas e historias populares de España (2). Otros autores opinan que Don Juan no es una creación española, ni menos andaluza. Habría venido a España desde otros países de Europa, principalmente de Italia, empujada por el Renacimiento, aquél movimiento literario y artístico que tuvo lugar en Europa en los siglos XV y XVI.
Los filólogos que en el siglo pasado investigaron sobre el origen de la leyenda la situaron en Portugal, Francia, Alemania y, por mayor número de votos, en Italia.
En Italia escribe sobre Don Juan el dramaturgo
Andrea Perruci a mediados del siglo XVII.
Dos actores franceses, De Villiers y Dorimond, representaron a Don Juan en París al tiempo que se hacía en Italia. En la misma Francia se escribieron otras dos buenas versiones de Don Juan.
Una de ellas en el siglo XVII por el dramaturgo y director de teatro
Juan Bautista Moliere. El final de esta versión es realmente fantástico. Moliere hace morir a Don Juan tragado por la tierra entre una intensa lluvia con rayos y truenos.
No menos fantástica es la interpretación que ofrece otro brillante intelectual francés a mediados del siglo XIX,
Alejandro Dumas (padre). Este de Dumas es el Don Juan más religioso, pues incluso hay escenas que se desarrollan en el cielo. Con su fabulosa imaginación, Alejandro Dumas inventa un final original y libre, haciendo que Don Juan seduzca a un ángel que baja del cielo encarnado en la monja sor Marta.
Prescindiendo de otros autores europeos, obligado es mencionar el poema en dieciséis cantos escrito por el gran poeta inglés
George Byron y publicado en 1819 con el título DON JUAN, SÁTIRA ÉPICA. En la imaginación de Byron Don Juan es apresado y vendido como esclavo a una sultana de Constantinopla, que se enamora de él.
En la literatura rusa del siglo XIX tiene un puesto notable la tragedia de
Aleksander Puskin, EL CONVIDADO DE PIEDRA. En Alemania destaca la obra de
Christian Dietrich, DON JUAN Y FAUSTO, publicada en verso en 1829. El poeta portugués
Guerra Junqueiro escribió en 1874 otro largo poema que tituló La muerte de Don Juan.
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