Alberto Camus, uno de los escritores más importantes del siglo XX, enfrentado a Juan Pablo Sartre en un debate ideológico durante años (siempre estuve de parte de Camus, como lo estoy de Gabriel García Márquez en su pulso con Mario Vargas Llosa), nació en Mondovi, departamento de Constantina, en Argelia, el 7 de diciembre de 1913. La madre, Catherine María Cardona procedía de las islas Baleares. El padre, originario de la Alsacia francesa, murió en la primera guerra mundial cuando el niño Alberto tenía solo un año.
Hasta los 17 su vida transcurre en Argel, donde cursa estudios de Filosofía y Letras. Con 24 años publica su primera obra, un conjunto de ensayos que titula EL REVÉS Y EL DERECHO. Tres años después se instala en París. En veinte años de incesante actividad produce una obra literaria de dimensiones descomunales. Sus libros plantean un compromiso con el hombre y con el presente desde la tensión irreductible, sentido de lo sagrado, soledad y fraternidad. En 1957 la Academia sueca le concede el Premio Nobel de Literatura “por su importante producción literaria, que ilumina con seriedad y clara visión los problemas de la conciencia humana de nuestro tiempo”.
Llega la fecha fatídica: 4 de enero de 1960. El día anterior Camus sale por carretera desde Lourmarin hacia París. Va en un potente Facel- Véga tipo deportivo conducido por su amigo Michel Gallimard. Ocupa el asiento junto al del conductor. En los de atrás viajan sentadas la esposa de Gallimard y la hija de ambos, Anne, de 18 años. Cenan y duermen en un pequeño albergue cerca de Macon. Al día siguiente reanudan el viaje. Por causas que se desconocen el coche derrapa, choca contra un árbol, se empotra en otro, Camus, con el cinturón de seguridad desabrochado, muere en el instante; los demás pasajeros sufren heridas de las que pronto se recuperan.
El mundo de las letras se conmocionó al conocer la noticia. Camus muere a los 47 años de edad, cuando su obra literaria no había empezado aún, tal como declaró a un periodista tres días antes del choque que le segó la vida.
En agosto del año pasado el diario italiano CORRIERE DELLA SERA lanzó una noticia impactante. Se refería a las declaraciones de la viuda del escritor y traductor checo Jan Zabrana, quien al parecer había dejado escrito en sus diarios que la poderosa agencia de espionaje K.G.B había provocado el accidente. ¿Cómo? Agentes soviéticos “hicieron estallar uno de los neumáticos del coche gracias a un sofisticado mecanismo”. ¿Por qué la Unión Soviética tenía interés en la desaparición de Alberto Camus? Varias razones: el escritor francés denunció en marzo de 1957 la represión soviética en Hungría, atacando directamente a su ejército. Apoyó al novelista y poeta soviético Boris Pasternak, considerado escritor maldito, cuando en 1958 le concedieron el Premio Nobel. Además, su reprobación de toda forma de violencia era interpretada por la Unión Soviética como traición a su forma de actuar en países del este europeo y en el propio territorio.
Verdad o fantasía, lo cierto es que las causas del accidente nunca fueron aclaradas. La carretera era recta. Gallimard siempre conducía con prudencia. Los peritos hablaron exactamente del bloqueo de una rueda y de rotura del eje. Según el investigador y biógrafo Olivier Todd, existía un informe del Partido Comunista argelino al Partido Comunista francés y de allí a Moscú en el que se consignaba: “Hay que proceder a algunas depuraciones de agentes provocadores troskistas como Camus”.
En 2010, al cumplirse el cincuentenario de la muerte del escritor, el entonces presidente de la República francesa, Nicolás Sarkozy, quiso trasladar los restos mortales de Camus al solemne Panteón de París,donde reposan grandes autores franceses, como Voltaire, Balzac o Rousseau. Los hijos de Camus, los gemelos Jean y Catherine, se opusieron a la idea. La hija declaró a la prensa que a su padre no gustaban los grandes honores. “Por otro lado –añadió- pienso en todos aquellos que tienen el mismo origen pobre que mi padre, y en mi abuela (madre de Camus) que trabajó como mujer de la limpieza”. El proyecto de Sarkozy no se llevó a cabo.
Esta hija, Catherine, que ahora tiene 66 años, 14 cuando murió el padre, acaba de escribir un libro con abundantes fotos de familia que ha titulado ALBERT CAMUS. SOLITARIO Y SOLIDARIO. La versión española ha sido publicada por Plataforma Editorial. Fue Catherine quien decidió dar a la imprenta la novela inacabada de su progenitor, EL PRIMER HOMBRE, y quien pacientemente está editando la correspondencia.
Catherine habla en su libro del amor que el padre sentía hacia España. No es la única. En el 2007 el periodista y escritor Javier Figuero publicó ALBERT CAMUS, EXALTACIÓN DE ESPAÑA (Editorial Planeta). Con cierto tono de broma pero en el fondo en serio, Figuero escribe: “yo propondría que se le concediera a Albert Camus la ciudadanía española a título póstumo. Es una duda obligada”.
Guillermo Díaz Plaja dice que “la fuerza patética, casi tremendista” que Camus imprimió a su obra narrativa “le viene un poco de su raíz argelina y de su madre española…”. Los biógrafos del premio Nobel concuerdan en que siempre proclamó el orgullo de sentirse español por el lado materno, que le era tan querido. Una de sus obras de teatro, EL ESTADO DE SITIO, desarrolla la acción en Cádiz, la tacita de plata de Andalucía, esplendor y prestigio de la España marinera. Pedro Laín Entralgo y Milagro Laín Martínez, traductores al castellano de EL ESTADO DE SITIO, afirman que los españoles debemos gratitud a Albert Camus “porque decidió elegir a Cádiz como contorno teatral de su ensueño, de su gran esperanza, y porque en un mozo gaditano quiso encarnar la figura del héroe que con su muerte hará posible la realización histórica de ese ensueño y de esa gran esperanza”.
¿Creía Camus en Dios?
Yerran quienes ven en EL HOMBRE REBELDE la rebeldía del hombre contra Dios. Camus se rebela aquí contra la condición humana, no contra el autor de la vida.
¿Se puede ser a la vez ateo y rebelarse contra Dios? ¡He aquí el dilema!
“Grito que no creo en nada y que todo es absurdo, pero no puedo dudar de mi grito”, chilla Camus.
La misma rebeldía aporta las pruebas de la evidencia. La duda en el propio grito del alma es la afirmación de la superioridad divina. Prometeo no ha logrado liberar a los hombres de su sujeción a Dios. Sigue teniéndonos en sus manos eternas y dirigiendo nuestro destino. A todos. El de todos.
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