Verdad que Tú no tienes/ la barba blanca?// Verdad que no, Dios mío?// Verdad que Tú no tienes/ los ojos negros?// Verdad que no, Dios mío?// Verdad que Tú no tienes/ un puñal en la mano?[1] J.D.
Llega desde Costa Rica la magnífica noticia: aparece, por fin, la
Obra poética completa de Jorge Debravo, el autor más emblemático de esa nación, anticipo y promesa efectiva que se marchó a los 29 años de edad. Es la esperadísima reunión de los pequeños volúmenes publicados más los inéditos en 578 páginas, un total de más de 20 poemarios. Esta publicación coincide con los 45 años de su muerte en un lamentable accidente de moticicleta, el 4 de agosto de 1967.Jorge Delio Bravo fue su verdadero nombre.
La nota de Juan Durán Luzio informó que el lunes 13 de agosto se presentaría el volumen en el Teatro de la Aduana de la capital costarricense y que con ello se pagará “una deuda largamente debida” al escritor más conocido de ese país.
[2] Durán Luzio agrega que después “de un prolijo trabajo de recopilación, clasificación y edición de su amplia obra, la editorial Costa Rica —con el apoyo del Ministerio de Cultura y Juventud— culmina por fin una labor tan postergada, abandonada en otros años, y siempre difícil”.
Marianela Camacho Alfaro fue la encargada de realizar la dura labor de edición de Debravo, quien publicó de manera muy dispersa. El libro incluye, además de la sucesión cronológica de los poemarios, un amplio prólogo de Carlos Francisco Monge, y una sección de anexos, donde aparece “Mi posición”, ensayo escrito por Debravo en 1967, un estudio de Joaquín Gutiérrez Mangel, y su conversación con Margarita Salazar, esposa del poeta. Estos dos últimos textos forman parte de
Antología mayor, cuya primera edición es de 1974 y que se ha reditado muchas veces.
Para quien escribe estas líneas, una antología de poesía centroamericana marcó el acceso a esta obra fresca, provocadora e intensamente optimista, a la par de crítica, propia de una época dominada por el fervor revolucionario: Las armas de la luz, de Alfonso Chase, monumental contribución del Departamento Ecuménico de Investigaciones (1985). Allí, Debravo aparece detrás de algunos nombres que le antecedieron: Isaac Felipe Azofeifa, Alfredo Cardona Peña y Virginia Grutter, por citar sólo tres.
De entre los seis poemas seleccionados por Chase, destacan dos, quizá los más emblemáticos, puesto que en ellos asu autor se pinta de cuerpo entero, “Credo” y “Digo”.
El primero, toda una confesión de amor mezclada con un aluvión de propuestas liberadoras, novedosísimas para su tiempo, y más en un país tan tradicionalista:
CREDO
No acostumbro decir amo, te amo,
sino cuando el amor me inunda todo
desde los ojos hasta los zapatos.
Mi cuerpo es una sola verdad y cada músculo
resume una experiencia de entusiasmo.
Una vez dije: ¡sufro! Y era que el sufrimiento
agitaba a mi lado sus cascos de caballo.
Y siempre digo: espero. Porque a mí me podrían
arrancar el recuerdo como un brazo,
pero no la esperanza que es de hueso
y cuando me la arranquen dejaré de ser esto
que te estrecha las manos.
Creo en todos los frutos que tienen jugo dulce,
y creo que no hay frutos que tengan jugo amargo.
No es culpa de los frutos si tenemos
el paladar angosto y limitado.
Creo en el corazón del hombre, creo
que es de pura caricia a pesar de las manos
que a veces asesinan, sin saberlo,
y manejan fusiles sanguinarios.
Creo en la libertad a pesar de los cepos,
a pesar de los campos alambrados.
Creo en la paz, amada, a pesar de las bombas
y a pesar de los cascos.
Creo que los países serán un solo sitio
de amor para los hombres, a pesar de los pactos,
a pesar de los límites, los cónsules,
a pesar de los libres que se dan por esclavos.
Y creo en el amor, en este amor de acero
que va fortaleciendo las piernas y los brazos,
que trabaja en secreto,
a escondidas del odio y del escarnio,
que debajo del traje se hace músculo,
órgano, experiencia, nervio, ganglio,
a pesar del rencor que nos inunda
el corazón de funerales pájaros.
Yo creo en el amor más que en mis ojos
y más que en el poder y el entusiasmo.
[3]
El segundo, “Digo”, dio título a un poemario de 1965, y es un abierto alegato contra la religiosidad fútil, además de que presagia y concentra el lenguaje que desarrollará en diversos momentos:
DIGO
El hombre no ha nacido
para tener las manos
amarradas al poste de los rezos.
Dios no quiere rodillas humilladas
en los templos,
sino piernas de fuego galopando,
manos acariciando las entrañas del hierro,
mentes pariendo brasas,
labios haciendo besos.
Digo que yo trabajo,
vivo, pienso,
y que esto que yo hago es un buen rezo,
que a Dios le gusta mucho
y respondo por ello.
Y digo que el amor
es el mejor sacramento,
que os amo, que amo
y que no tengo sitio en el infierno.
[4]
Acaso las palabras del prólogo de otra antología de poesía centroamericana, que por cierto abre Debravo, sean uno de los mejores resúmenes de las características e impacto de su trabajo poético, que obliga a sumergirse en él con la certeza de disfrutar plenamente sus hallazgos:
Su poesía política, erótica y social revolucionó completamente el panorama de la literatura costarricense y centroamericana durante los años sesenta y su influencia aún es perceptible entre las generaciones más recientes. Dueño de un nuevo lirismo, quiebra del todo los viejos moldes de la vanguardia tardía para insertarse de lleno en la poesía contemporánea, sin caer, sin embargo, en la retórica del exteriorismo o de la antipoesía. […] La fuerza movilizadora de su obra y su energía telúrica y vivencial forjaron una tradición: la de la poesía en la calle, de pie o en voz alta.
[5]
[1]J. Debravo,
Bestiecillas plásticas [1960], en
Milagro abierto. 4ª ed. San José, Editorial Costa Rica, 1989, p. 30.
[2]J. Durán Luzio, “Milagro Debravo”, en
Áncora, supl. de
La Nación, 12 de agosto de 2012, p. 11,
www.nacion.com/2012-08-12/Ancora/Milagro-Debravo.aspx. [3]J. Debravo, “Credo”, de
Canciones cotidianas [1967], en A. Chase,
Las armas de la luz. Antología de la poesía contemporánea de la América Central. San José, DEI, 1985, pp. 402-403.
[4]J. Debravo, “Digo”, en
Milagro abierto, p. 127.
[5]Edwin Yllescas Salinas (sel. pról.. y notas), en
La herida en el sol. Poesía contemporánea centroamericana (1957-2007). México, UNAM, 2007 (Poemas y ensayos), p. 17.
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