Primero una explicación, para que se comprenda mejor el título de mi escrito.
En la pasada campaña electoral por la presidencia de la República mexicana, el candidato del Partido Revolucionario Institucional, Enrique Peña Nieto, acudió al plantel principal de la Universidad Iberoamericana (institución privada y dirigida por jesuitas).
Un grupo le manifestó su franco rechazo, mediante leyendas escritas en cartulinas, al igual que a través de consignas de viva voz.
Frente a lo anterior, queriendo subrayar que se trató de un conglomerado insignificante, y además enviado ex profeso por adversarios políticos del candidato presidencial priísta, el dirigente del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, llamó intolerantes a los estudiantes que externaron sus desacuerdos y críticas a Peña Nieto. Además manifestó que dudaba acerca de la pertenencia a la comunidad estudiantil de la Universidad Iberoamericana de los ruidosos inconformes. Dijo que se trataba de infiltrados y ajenos a la institución educativa.
A las temerarias afirmaciones del personaje,
131 estudiantes de la Iberoamericana reivindicaron su derecho a no preferir electoralmente a Enrique Peña Nieto, y se identificaron como participantes en las protestas anti Peña en su centro de estudios. Elaboraron un video, que subieron a You Tube, en el que cada uno y una mostraron su credencial (carnet) que les acreditaba como estudiantes de la Iberoamericana, y dijeron su nombre con apellidos.
Muy pronto, en las redes sociales, hubo solidaridad con los 131 estudiantes difamados por el dirigente del PRI. Se desató un movimiento llamado #YoSoy132, que en su nombre reflejaba el ánimo de quienes se fueron agregando por identificarse con las ideas y acciones de los 131 originales. Por muchas partes de México hubo manifestaciones multitudinarias en apoyo al nuevo movimiento.
Digo que #YoSoy8 porque me identifico y solidarizo con los siete pastores que recientemente fueron disciplinados por autoridades de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM). Sus nombres son: Dan González Ortega, Rubén Montelongo, Alberto Arenas, Hugo Gallardo, Silfrido Gordillo, Felipe Vera y David Abdiel Rodríguez. Ellos han sostenido que la INPM debe reconocer el ministerio pleno de las mujeres, incluyendo, por supuesto el de ser pastoras. Es esta causa la que les ha valido ser “disciplinados” yles será aplicada una disciplina de suspensión de privilegios como miembros en plena comunión de la INPM y, de sus oficios como ministros de la Palabra y de los Sacramentos, por tiempo indefinido la “suspensión de privilegios como miembros en plena comunión de la INPM y de sus oficios como ministros de la Palabra y de los Sacramentos, por tiempo indefinido”, según el oficio del R. Sínodo del Distrito Federal, firmado por Abner López Pérez e Israel Campos Sánchez, presidente y vicepresidente respectivamente.
El documento, ejemplo del “mejor” pensamiento inquisitorial, no menciona en absoluto que los siete excomulgados han defendido públicamente que en su entendimiento del sacerdocio universal de los creyentes basan su convicción de que tanto hombres como mujeres tienen la misma oportunidad para ser diáconos y diaconisas, pastores y pastoras.
Las medidas coercitivas tienen efecto desde el pasado 4 de julio, y los señalados tuvieron quince días para hacer una apelación del dictamen. Ellos saben que no tenía caso apelar porque la INPM se encuentra dominada por quienes se oponen tajantemente al ministerio amplio de las mujeres. Además, los jueces inquisidores tuvieron el cuidado de no señalar en el documento que fuese el apoyo de los siete a la ordenación de mujeres la causa que les hizo objeto de la disciplina, que fue benévola porque
no llegó a la sentencia que la Ginebra de Calvino le impuso a Servet y a varios más: la hoguera.
La sentencia firmada por Abner López Pérez (hasta hace pocas semanas director general de la Sociedad Bíblica de México, lo sustituye en el cargo Daniel de los Reyes, de las Asambleas de Dios), asienta que la medida contra los siete fue tomada porque ellos tienen “carácter inestable, violento; espíritu de desunión, vida sin control del Espíritu, rumores, chismes, levantamientos de falsos, difamación, división entre grupos, acusación ante las autoridades civiles, acuerdos que pueden lesionar a otros cuerpos de gobierno, falta de buenas relaciones, falta de comunicación, falta de buena voluntad y deseos de servir juntos al Señor, desacato a disposiciones oficiales, rebelión, desunión, cisma, transgresiones a la Constitución [de la INPM] y libros de Gobierno, rumores y falso testimonio, ataques y amenazas, desacato, injurias, irrespetuosidad”. La disciplina contra ellos tendrá efecto hasta que “muestren arrepentimiento y sometimiento al Señor y su Iglesia mediante los diferentes cuerpos de gobierno eclesiástico”.
Tal vez si me topo con alguno de ellos, o los siete a la vez, el temor me invada al estar frente a la encarnación de tantas vicios y supremos males, hombres disolutos, incapaces de aquilatar la bondad que movió a sus inquisidores a tomar decisiones radicales para retornarlos al camino de la obediencia irrestricta a sus autoridades, que son toda sapiencia y bondad.
La mejor definición que encuentro del presidente del Sínodo que aplicó la sentencia, Abner López Pérez, es la de ser taimadamente camaleónico. Lo mismo es una cosa que la otra. Se presenta como hombre de avanzada en espacios eclesiales (que no son presbiterianos), lo mismo que ha buscado en diversas corrientes político/partidistas acomodo con el cuento de que tiene gran representatividad en el mundo evangélico. Ya dentro de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México, y acorde con los vientos dominantes en esa organización eclesiástica, se opone a transformaciones estructurales y teológicas que tienen sólidas bases bíblicas. No le gusta que le hagan sombra, se inquieta cuando otros, y sobre todo otras, destacan en el campo de la erudición bíblica, que por otra parte debiera ser (pero no lo es) de su especialidad tras tantos años al frente de una institución evangélica tan noble como la Sociedad Bíblica de México.
No soy alguien para marcar directrices, ni pontificar sobre qué debieran hacer los destituidos de su cargo pastoral en la INPM, que no de su ministerio pastoral (porque éste es un don y llamado del Espíritu Santo, y confirmado en una comunidad de creyentes). Pero si puedo compartir una experiencia similar a la de ellos, ante la cual debí tomar el camino de la libertad antes que continuar bajo las decisiones de personas legalistas y carentes de solidez bíblico teológica.
Hace poco más de década y media fui objeto de difamaciones y acusaciones falsas por la directiva legal de un ministerio evangélico. En el seno de esa instancia decidieron hacer suyas los demenciales señalamientos realizados en mi contra por una persona que deseaba a toda costa encabezar el ministerio en cuestión. Los de la directiva y el acusador, que disfrazaba su interés pretextando verdadero celo por la obra del Señor, decidieron que como yo era el foco de la resistencia a su autoritarismo lo más conveniente era aislarme y “disciplinarme” y me emplazaron a que aceptara su autoridad o sería expulsado del movimiento.
Otros y otras manifestaron su desacuerdo con las personas que tenían el poder legal, pero no el ministerial ni el del trabajo cotidiano en la construcción de la obra física, espiritual y discipuladora del hermoso movimiento en el que habíamos invertido nuestras vidas y familias. Entonces las amenazas y francas acciones tramposas crecieron y fueron más allá de mi persona, incluyeron a quienes compartían conmigo la causa de encarnar el Evangelio antes que seguir al pie de la letra reglamentos caducos.
Tras poco más de un año intentando hacernos oír, no esperamos a que nos “disciplinaran” con justificaciones legaloides, nos fuimos sin llevarnos nada, ni pelear jurídicamente lo que habíamos rescatado, primero, y edificado, después, con enormes esfuerzos y generosos apoyos de quienes creyeron en los trabajos de soñadores y visionarios. Rescatamos una propiedad en ruinas, que varios de los integrantes de la directiva disciplinadora años antes habían dejado deteriorarse y proponían era mejor vender. Después nos dimos a la tarea de realizar múltiples actividades de construcción, y al paso de los años la ex ruinosa propiedad se transformó en centro esencial para las actividades del ministerio.
Nos fuimos porque nos dimos perfecta cuenta de que no teníamos un terreno común desde el cual hacer ver a la directiva legal (el nombre de varios de ellos seguía en el acta constitutiva de la organización, pero sin algún vínculo vital y menos amoroso por la obra realizada) que sus arrebatos eran contrarios a las normas que deben regir las relaciones entre cristianos: la Palabra. Cuando una y otra vez citábamos la Biblia, para oponernos a los excesos autoritarios, alguien de la directiva legal respondía con alguna disposición del reglamento de la asociación, porque esto era lo que , decía, y no los versículos bíblicos. Uno de ellos nos advirtió: “jóvenes, cuando alguno de ustedes quiera tomar la palabra, y se la otorguemos, tiene que ponerse de pie en señal de respeto a nuestra autoridad”. Esa persona nada sabía, ni le importaba, que su entendimiento de lo que es la autoridad estaba en contradicción con lo asentado en el tema por Jesús.
Cuando nos fuimos debimos reaprender a trabajar con escasos recursos, prácticamente sin infraestructura que nos respaldara. El Señor nos bendijo y prosperó de formas milagrosas. Al paso de los años y recordar aquella dolorosa experiencia, reafirmo que hicimos lo correcto impulsados por nuestra libertad de conciencia, iluminada ésta por la Palabra. Con enorme gratitud recuerdo a quienes salieron conmigo, nos abrazamos y lloramos y decidimos emprender un nuevo caminar dedicando nuestro tiempo al gozo de servir en el ministerio del Señor. Comprendimos que en la obra del Evangelio la única autoridad que importa es la autoridad moral.
Queridos Dan, Rubén, Alberto, Hugo, Silfrido, Felipe y David, ustedes cuentan con mi solidaridad.Pero la más importante es la de quienes están de acuerdo con ustedes y son integrantes de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México. Es tiempo de hacer frente a la cerrazón y el autoritarismo de personas y reglamentos que mutilan el espíritu libertario predicado y practicado por Cristo el Señor. No basta que les digan a los siete, casi en secreto, que les apoyan, que son víctimas de una injusticia. No, hay que hacer público ese apoyo y hacerle llegar a la instancia que los excomulgó que ustedes también están por el sacerdocio universal de los creyentes y consideran antievangélico cerrarles el ministerio pastoral a las mujeres.
Manifiesten su indignidad de formas tangibles, no sirven ni tienen autoridad críticas en voz baja a los inquisidores que sancionaron a nuestros hermanos y amigos. Hay encrucijadas que son definitorias, y me parece que esta es una de ellas. Si hacer suya la causa de los siete castigados les vale sentencias similares, entonces tal vez juntos tomen el reto de construir nuevas alternativas eclesiásticas para ustedes, sus familias y así ser una esperanza para las generaciones que vienen. El costo es alto, pero lo es más quedarse al arbitrio de autoritarios que se festejan unos a otros sus excesos.
Mi estimado hermano y amigo Isaac López Jiménez, rector del Seminario Teológico de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México, me ha invitado para que el próximo 19 de agosto predique en el culto que marca el inicio de año escolar en la institución. No sé si por presiones de autoridades denominacionales presbiterianas, por lo aquí escrito en solidaridad con los siete lanzados simbólicamente a la hoguera, vaya a ser “desinvitado” a predicar en el acto mencionado. De ser así, estoy consciente de que hay tomas de postura que tienen efectos que no nos gusta tuviesen. Estoy dispuesto a correr el riesgo porque reafirmo que #YoSoy8.
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