Cada institución tiene sus problemas y sus conflictos. Crear continuos enfrentamientos entre personas, oficinas y servicios que deben trabajar juntos forma parte de la condición humana caída.
El pecado también es capaz de organizar estructuras del mal que maniobran y manipulan al colega contra el colega, al amigo contra el amigo, etc. y la Iglesia no es una excepción. Desde su comienzo y hasta la segunda venida del Señor Jesús la Iglesia será también un lugar de incesantes conflictos internos.
La definición de Martín Lutero del cristiano como simul iustus et peccator (es decir, justo y pecador al mismo tiempo) se aplica, asimismo, a la iglesia como el cuerpo de Cristo.
El problema es que cuando la Iglesia se convierte en algo más de lo que se supone debe ser, sus operaciones se ven a menudo afectadas por lo peor.
Dicho esto, ¿qué diablos está pasando en el Vaticano?En las últimas semanas y meses, el Vaticano ha aparecido más que nunca en los tiempos recientes como un lugar de juegos sucios de poder entre los cardenales, luchas entre los grupos eclesiásticos y crecientes tensiones en torno al mismo Papa.
La (falta de) espiritualidad del gobierno del Vaticano se ha hecho evidente y muchos observadores han advertido fácilmente la última confrontación que allí está aconteciendo. Dejando de lado la tendencia moralista de juzgar por el purismo ético (si alguna organización está sin pecado, sea la primera en arrojar la piedra, Juan 8:7), ¿qué puede decirse de este último estallido de asuntos vaticanos opacos?
EL SECRETARIO DE ESTADO EN CUESTIÓN
Los recientes hechos hacen referencia a una gran variedad de personas y temas. El Presidente del Banco Vaticano (o sea, el Instituto para las Obras de Religión) fue despedido inesperadamente mediante un procedimiento muy expeditivo.
Como explicación al margen,
el Banco Vaticano ha estado implicado históricamente en muchos escándalos financieros y asuntos turbios debido a sus políticas “secretas”. Al presidente despedido se le había asignado la tarea de poner al banco en la “lista blanca” pero, aparentemente, él quería mayor transparencia, en tanto que otros funcionarios ya se sentían cómodos con la que había.
Entonces,
diversa correspondencia se filtró de las oficinas vaticanas -¡incluso del apartamento papal!- y se entregó a la prensa. Al instante se publicó en Italia un libro que contenía todas aquellas cartas y que ahora es el máximo “best-seller”. Surgió una intrigante historia de espías que podría haber sido escrita por un novelista profesional del estilo de Dan Brown.
El mayordomo del Papa fue detenido, pero es evidente que él no actuó solo ni por su cuenta. Las investigaciones de la policía se están llevando a cabo precisamente en relación de cómo pueden “los cuervos” estar escondidos en el Vaticano, es decir, gente que está maniobrando hábilmente la fuga de documentos con el propósito de atacar a otros.
Una atmósfera de sospecha reina dentro y fuera del Vaticano. Históricamente la política del Vaticano ha sido de secretismo, no de transparencia y, por lo mismo, los movimientos y las operaciones internas se han escondido y encubierto bajo los intereses del sistema. Ahora algunas de las tramas se revelan al público y las palabras de Jesús sirven como un recordatorio útil: “No hay nada encubierto que no haya de ser revelado, ni oculto que no haya de ser conocido” (Lucas 12:2).
Varios comentaristas han sugerido algunas claves interpretativas sobre lo que está sucediendo. Para algunos, es un escándalo completamente “italiano” dentro del Vaticano, es decir, un juego políticoque se asemeja a la sucia política del estado vecino.
Otros creen que todas estas movidas están probablemente más relacionadas con el próximo cónclave, o sea, la futura elección del nuevo Papa. Desde que Benedicto XVI (que ahora tiene 85 años) está a punto de nombrar otros cardenales electores, varios individuos de la curia toman posiciones y luchan contra los partidos contrincantes para influir en las decisiones del Papa.
No obstante,
la explicación más plausible y general tiene que ver con el actual Secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, cuyo papel es similar al de un Primer Ministro. Aunque es amigo de Ratzinger desde hace mucho tiempo, no procede de la escuela “diplomática” y sus métodos de liderazgo se sienten como algo inusual para un Secretario de Estado del Vaticano.
La oposición curial a Bertone se ha vuelto cada vez más ruidosa y está en el trasfondo de las diversas conspiraciones típicas que se están produciendo. Aparentemente, Benedicto XVI no tiene intención de retirar a Bertone de su ministerio, por lo que nadie sabe lo que ocurrirá en un próximo futuro.
El panorama general es decadente y opaco y tendrá el probable efecto de alimentar el escepticismo y el cinismo de la gente.
UNA PREGUNTA MÁS RADICAL
Todas estas explicaciones políticas son posibles y deben tomarse seriamente en cuenta. Sin embargo, ésta no es la historia completa.
Existe todavía otro conjunto de preguntas radicales que es necesario efectuar para aprehender espiritualmente estos acontecimientos.
Estos últimos eventos tan tristes que el Vaticano está experimentando están todos relacionados con el hecho de ser un estado, una Iglesia-Estado con un gobierno, departamentos, un banco, diplomáticos, etc.
La pregunta crucial es: ¿necesita la Iglesia poseer un banco para administrar sus organizaciones benéficas? ¿Necesita la Iglesia ser un estado para cumplir su misión bíblica?¿Necesita la Iglesia un sistema tan aparatoso como un imperio para ser fiel a su llamado misionero?
Estas funciones se encuentran en el corazón del Vaticano pero son extensiones innecesarias para la Iglesia.LaIglesia no es un estado ni necesita estados cotorra que tengan bancos, soldados y diplomáticos.
Muchos comentaristas, incluso los más astutos e inteligentes, leen e interpretan las recientes noticias acerca del Vaticano sin hacerse estas preguntas elementales que son de naturaleza espiritual.
Los cristianos, en cambio, deberían tratar de evaluar la realidad con la “mente de Cristo”.
Sin ninguna insinuación de superioridad moralizadora, todos los que están interesados en crecer en Cristo deberían tomar la siguiente exhortación como su programa: “Despojémonos de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos enreda” (Hebreos 12:1).
Desde los tiempos del Imperio Romano, el Vaticano ha estado acumulando tantas características imperiales que han llegado a transformar la Iglesia en algo diferente. ¿Estará dispuesta a deshacerse de ellas por el bien del Evangelio?
El problema real no es sobre cuervos o filtraciones o conspiraciones. La cuestión de fondo es: ¿dónde está la Iglesia de Jesucristo en todo esto?
Traducción: Rosa Gubianas
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