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Juan Amador, precursor del protestantismo mexicano (II)
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J. Amador promueve la libertad laica en México

Amador fue un promotor de las libertades laicas y, al mismo tiempo, un fervoroso anunciador de las verdades evangélicas, sin ser protestante aún.
GINEBRA VIVA AUTOR Leopoldo Cervantes-Ortiz 08 DE JUNIO DE 2012 22:00 h

Primera página del panfleto de Juan Amador.


Abrid los ojos, pueblo inocente. Se os ha fascinado en los púlpitos y en los confesionarios por ministros falaces que aman las riquezas terrenas y el poder temporal, y por esto os dicen que la Constitución es herética; pero respondedles cuando os instiguen á la rebelión con las mismas escrituras divinas, con la voz infalible del Espíritu Santo que dice por boca del profeta Miqueas: “Los que seducen á mi pueblo le despedazan con sus dientes y predican la paz, y al que no les pone alguna cosa en su boca le mueven guerra a pretexto de santidad[…]”.[1] Juan Amador(1857)

No cabe duda de que los elementos endógenos en el origen de los diversos grupos protestantes en México ha sido menospreciado en la mayoría de los recuentos históricos denominacionales, aunque, como bien ha insistido el profesor Jean-Pierre Bastian, deberían ser considerados como determinantes en el proceso de pluralización religiosa del país.

Incluso caracterizar a algunos de ellos/as únicamente como pioneros (o pre-reformadores, como en el caso de los movimientos del siglo XVI en Europa) es ciertamente erróneo, pues esa percepción limita la comprensión de los alcances de su labor, dado que ellos nunca sintieron o creyeron que estuvieran adelantando la existencia de las iglesias que únicamente hasta la llegada de los misioneros estadunidenses, hicieron su aparición, trastocando en algún sentido la dinámica original de los grupos liberales y anticlericales.

Y qué decir de los celos denominacionales posteriores, que no han dejado de influir en la deformación de los sucesos o en la interpretación de las diferentes figuras a fin destacar su importancia.

Al referirse a los debates del Congreso Constituyente de 1856, afirma que en ellos “si bien […] predominaba la posición liberal moderada, en el país persistía una corriente liberal radical minoritaria que se había propuesto combatir a la Iglesia hasta destruirla”.[2]

Como parte de los avances liberales, el artículo 123 de la Constitución de 1857 le reconoció al gobierno la autoridad (en la figura de patronato) sobre la Iglesia y obtuvo el derecho de intervenir en los asuntos religiosos, lo que ya representó un golpe para ella, aunque conservó buena parte de sus privilegios históricos. Al reconstruir estos acontecimientos, Bastian los ubica en el contexto de las luchas liberales contra el catolicismo. De ahí que el apoyo recibido por la nueva Constitución de 1857 en los círculos liberales regionales fue una muestra de cómo se agrupaban paulatinamente sus esfuerzos, no tanto para pensar en formar alguna nueva iglesia (como sucedería más tarde desde los gobiernos) sino con el propósito de transformar la situación socio-política en ese aspecto tan relevante.

En el prólogo de un libro de su hijo Elías, aparece una semblanza muy breve en la que afirma que Juan Amador fue “un liberal rojo” que tomaría parte “activísima en la guerra de Reforma y en contra del segundo imperio”, pues “militó en las filas del general González Ortega y obtuvo el grado de coronel por sus buenos servicios”. Y agrega: “Era de ideas enteramente radicales, [pues] se cuenta que en una entrada de las fuerzas juaristas a Zacatecas, fue él quien derribó, a balazos o a lazo, las estatuas de piedra que ornaban la fachada del templo de San Francisco”.[3] Como se aprecia, el celo liberal de Amador fue el caldo de cultivo en el que se incubaría su fe evangélica, y obedeció a una opción política muy clara.

Bastian señala que Amador ya había publicado un panfleto a principios de 1856 con un lenguaje muy virulento contra el catolicismo, el cual fue impugnado por un cura de Zapopan, en Jalisco, empujado por el obispo de Guadalajara. El profesor suizo destaca también que la Iglesia católica no se limitó únicamente a responder documentos puesto que también atacó violentamente la nueva Constitución mediante cartas pastorales y decretos en los que excomulgaba a quienes le prestaran juramento.

El siguiente paso sería la lucha armada que se fraguaría a fines del mismo 1857 con el Plan de Tacubaya, que derribó al régimen y ocasionó una mayor radicalización de los liberales. Eso desembocaría en la promulgación de las llamadas Leyes de Reforma, de 1859, aunque González Ortega se adelantaría en Zacatecas con la expedición de leyes en defensa de la Constitución.[4]

El discurso de Amador de 1857 abre con un epígrafe tomado de la carta del apóstol Pablo a Tito(3.1): “Recuérdales que estén sujetos á los Príncipes y a las potestades, que obedezcan a los magistrados y que estén preparados para toda obra buena”, lo que manifiesta también que era un lector agudo de las Escrituras en clave política. El documento, aderezado con otras citas bíblicas (del profeta Miqueas y los Evangelios), no duda en calificar a la Constitución, en sus párrafos introductorios, como “código santo” en “donde habéis visto consignados nuestros legítimos derechos, nuestras garantías individuales y los vínculos sagrados con que nuestra libertad se ha emancipado de la infame tutela de los déspotas y opresores”.[5]

Semejante lenguaje, tan exaltado, impensable en creyentes evangélicos posteriores, es utilizado por Amador para trazar sólidos puentes entre el contenido de la Constitución y la visión de una fe cristiana alejada de los dogmas y controles católicos.

Al saludar al documento como un instrumento de liberación en las manos de Dios, Amador interpreta la lucha política que le dio lugar como un episodio similar a los que narra la Biblia e integra los asuntos políticos a una práctica religiosa consecuente con las enseñanzas de Jesucristo.

Los pasos dados por esta Constitución en el sentido de la tolerancia religiosa son vistos desde una óptica muy adelantada para su época, pues se aprecia aquélla como resultado de la dinámica social, al mismo tiempo que como designio divino. El tono polémico no se abandona nunca:

La Constitución no manda ni prohíbe que los individuos que componen la gran familia mejicana sean cristianos, judíos ó mahometanos, por que sus autores; esto es, la mayoría de nuestros fieles representantes en el congreso constituyente han querido desarmar al fanatismo para contener el torrente de sangre que una exclusión religiosa ha hecho siempre verter como nos la demostrado una triste y dolorosa experiencia; han querido volcar las pesadas rémoras que impiden el desarrollo de nuestra escasa y necesaria población; han querido, en fin, que todos sepamos que la religión es un lazo directo que une al hombre á su Criador, no pudiendo en consecuencia ningún gobierno dominar legítimamente sobre las conciencias, cuyo poder es privativo de la persuasión; pero esto no es herético, no es impío, y si la Constitución fuese realmente mala, si ella atacase como se le imputa calumniosamente la adorable religión cristiana que por la gracia de Dios profesamos, el mismo evangelio de donde ésta emana, aconseja a nuestros pastores que gobiernen su grey con dulzura, haciéndole entrar al redil del señor con suaves amonestaciones,, mas nunca con amenazas, ni mucho menos por la fuerza, derramando profusamente la sangre de sus ovejas, no ya para defenderla, sino al contrario, para perpetuar el funesto imperio de los abusos sacerdotales.[6]

Crítica religiosa, teología bíblica, teología política y análisis social, todo en un mismo momento para plantear un nuevo estado de cosas en un país que estaba por vivir una serie de guerras civiles y contra enemigos extranjeros, con la religión como elemento primordial de las mismas.

De ahí que sus últimas palabras, una exhortación incluso a la defensa armada de los nuevos derechos consagrados por la Constitución, resuenan hoy como un mensaje antiguo, pero siempre actual. Amador fue un promotor de las libertades laicas y, al mismo tiempo, un fervoroso anunciador de las verdades evangélicas, sin ser protestante aún.



[1]Discurso dirigido al pueblo de la Villa de Cos en la solemnidad del juramento de la Constitución del presente año de 1857 por Juan Amador, comisionado por el I. Ayuntamiento de la misma Villa. Zacatecas, Tip. de Juan T. Cantabrana, 1857, p. 5, en Panfletos Latinoamericanos, Biblioteca de la Universidad de Harvrad, http://pds.lib.harvard.edu/pds/view/2904857?n=5&s=4&printThumbnails=no.
[2]J.-P. Bastian, Los disidentes, p. 29.
[3]Alfonso Toro, “Elías Amador (1848-1917)”, en Elías Amador, Los insurgentes apodados. México, Secretaría de Educación Pública-Benito Álvarez Serrano, 2010 (Libros del Rincón), p. 9. Este texto de Toro apareció primero en la edición del mismo libro de 1946, también publicada por la SEP.
[4]J.-P. Bastian, op. cit., p. 31.
[5]Discurso dirigido al pueblo de la Villa de Cos…,p. 2, http://pds.lib.harvard.edu/pds/view/2904857?n=4&s=4&printThumbnails=no.
[6]Ibid., p. 3.
 

 


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COMENTARIOS

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Respondiendo a

Felipe Vera
11/07/2012
h
1
 
Hno. Leopoldo muy interesantes e importantes todos estos datos históricos, considero que sería muy bueno hacer una memoria y circularla entre los miembros del auténtico Presbiterio Juan Calvino, también entre los interesados
 



 
 
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