El catolicismo romano es maestro en mezclar cosas diversas. Es la religión del “ambos-y” (en latín et-et). Uno de los significados de la palabra “católico” es ser lo suficientemente exhaustivo para contener diferentes elementos, incluso los que están en conflicto, en una síntesis superior que permita su coexistencia.
La última evidencia de la práctica concienzuda del “ambos-y” es el anuncio reciente de que
se concederán indulgencias plenarias a los participantes en el Encuentro Mundial de las Familias que está teniendo lugar en Milán (Italia) del 30 de mayo al 3 de junio.
¿QUÉ ES UNA INDULGENCIA?
La palabra indulgencia evoca un término y una práctica medievales que estuvo en el centro de las controversias doctrinales durante la Reforma Protestante del siglo XVI.
Puede sonar a vocablo anticuado, pero es, sin embargo,
una doctrina orgánica del catolicismo romano actual y una práctica en curso muy extendida. El último pronunciamiento autoritativo fue la bula de Pablo VI
Indulgentiarum Doctrina (o sea, la Doctrina de las Indulgencias) que se promulgó en 1967, después del Concilio Vaticano II (1962-1965).
Las indulgencias se han otorgado a los fieles en muchos de los acontecimientos significativos (p.e. Años Santos, Jornadas Mundiales de la Juventud, y ahora en el encuentro Mundial de las Familias). Por tanto,
la doctrina de las indulgencias no es una reliquia de una religión medieval, sino una característica definitoria del catolicismo romano desde la Edad Media hasta ahora.
En la bula de Pablo VI se define una indulgencia como “una remisión delante de Dios de la pena temporal por los pecados cuya culpa ya ha sido perdonada”. La misma definición se repite, palabra por palabra, en el
Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1471).
La idea es que, mientras el castigo eterno es perdonado con el sacramento del bautismo, el castigo temporal se remite por una indulgencia otorgada por la Iglesia que aplica a los fieles penitentes “el tesoro de la satisfacción de Cristo y los santos”. La pena temporal puede tenerse en un período de la vida o en el purgatorio y
recibir una indulgencia significa básicamente acortar el tiempo en el purgatorio. La indulgencia, por lo tanto, no concede la salvación, pero elimina cualquiera de las partes (indulgencia parcial) o la totalidad (indulgencia plenaria) de la pena temporal.
La doctrina de la indulgencia, por consiguiente, representa una encrucijada donde varias ramificaciones de la teología católico romana se cruzan: las doctrinas del pecado, la gracia, la vida póstuma (el purgatorio), la comunión de los santos, el poder de las llaves, el tesoro de la Iglesia, etc., están todas involucradas.
Es una doctrina que es más que difícil de cuadrar con las normas bíblicas, a pesar de que es un componente importante que hay que comprender para captar las dinámicas católico romanas de la fe cristiana.
2. SABOR AGRIDULCE
Lo que de nuevo agita el interés por las indulgencias es el reciente decreto de la Penitenciaría Apostólica (es decir, el tribunal vaticano responsable de las cuestiones relacionadas con el perdón de los pecados en la Iglesia Católica), que otorga indulgencias plenarias a los fieles que tomen parte en el Encuentro Mundial de las Familias en Milán. Se espera que asistan cientos de miles de personas a los diferentes acontecimientos. El mismo Papa estará allí para celebrar una misa al aire libre a la que acudirán un millón de personas.
Para ganar una indulgencia plenaria en Milán debe cumplirse con tres condiciones: la confesión sacramental, la comunión Eucarística y rezar por las intenciones del Papa.
El Encuentro de las Familias es un importante evento cuyo objetivo es fomentar la institución de la familia como el principal recurso de la sociedad. Esta es una iniciativa bien acogida por todos aquellos que creen en el matrimonio entre un marido y una esposa que están abiertos a ser padres.
En unos tiempos en que toda la narrativa en torno a la palabra “familia” está sujeta a revisiones preocupantes, el Encuentro es una buena noticia para todos los cristianos creyentes en la Biblia. Sin embargo, este sabor dulce se vuelve amargo a causa de los innecesarios accesorios de prácticas no bíblicas, al menos desde un punto de vista no católico.
Sentimientos mezclados acompañan frecuentemente a los creyentes no católico romanos cuando se enfrentan con la realidad del catolicismo romano. Las impresiones positivas van de la mano con las percepciones desconcertantes.
Como los no católicos lidian con el sabor agridulce, vamos a llegar a un acuerdo con la “catolicidad romana”, es decir, su habilidad para mantener unidas diferentes cosas dentro de una amplia síntesis. Mientras el catolicismo romano está dispuesto a trabajar con gente de “buena voluntad” en varios asuntos, aporta siempre la totalidad de su visión y de su conjunto de medidas. No selecciona ningún aspecto a expensas de los demás; puede dar un énfasis temporal a alguno de ellos, pero siempre está preparado para relacionarlo con la totalidad porque un único elemento está invariablemente concebido como una parte del conjunto católico romano.
¿Qué tiene que ver la familia con las indulgencias? Nada para los cristianos no católicos. Mucho para los católico romanos. Está en juego una catolicidad diferente.
Traducción: Rosa Gubianas
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