¿LA EVA MITOCONDRIAL Y EL ADÁN Y-CROMOSÓMICO?
Los datos de la genómica presentados anteriormente puede que parezcan estar reñidos con la observación de que el ADN mitocondrial humano converge en un antecesor común en un pasado reciente (hace ~170.000 años), y que las secuencias del cromosoma Y humano también coalescen en un antecesor común incluso más recientemente (hace ~50.000 años)
[1].
Esta apariencia de conflicto, aunque haya sido generalmente explotada en la bibliografía antievolucionista
[2], es un error.
La razón de la rápida coalescencia en las secuencias mitocondriales y del cromosoma Y es que estas secuencias de ADN se heredan de distinta forma que el ADN cromosómico (no Y). El ADN mitocondrial se transfiere sólo a través de las madres; los cromosomas Y se transfieren sólo de padres a hijos. Como tales, los linajes del ADN mitocondrial terminan abruptamente si una madre no tiene más que hijos; de forma similar, los linajes del cromosoma Y terminan abruptamente si un padre tiene sólo hijas. En ambos casos, sin embargo, los linajes del ADN cromosómico de los cromosomas que no sean el Y continúa (es decir, padres y madres transfieren cromosomas a sus descendientes de ambos géneros).
Consideremos un clan familiar (figura 3, debajo). En este ejemplo todas las hembras de la tercera generación obtienen su ADN mitocondrial de una hembra, antecesora común, de la primera generación. Examinar las hembras de la tercera generación daría lugar a los siguientes resultados: su linaje mitocondrial coalescería rápidamente, pero el linaje de su ADN cromosómico no lo haría, ya que en parte (50%) deriva de dos individuos de la segunda generación que no están relacionados con la fuente de su ADN mitocondrial. Por lo tanto, la variación en sus secuencias genómicas indicaría que proceden de una población mayor, que no transfirió su ADN mitocondrial hasta el presente. En otras palabras, sería inadecuado concluir que su antecesor matrilineal en la primera generación fuera la única hembra presente en ese momento, o que ella viviera en un momento de grave cuello de botella poblacional.
Lo mismo pasa con las poblaciones humanas modernas. Aunque nuestro ADN mitocondrial se remonta a la “Eva mitocondrial” en un pasado relativamente reciente, la variación actual del ADN cromosómico humano indica que ella no era más que un miembro más de una población reproductora considerable. La misma lógica se aplica,
mutatis mutandis, a la herencia del cromosoma Y, y a la convergencia de la variación en el cromosoma Y humano en un único “Adán” en un pasado reciente. Mientras que la rápida convergencia de estas secuencias de ADN heredadas especialmente resulta interesante por derecho propio, tales secuencias no son medidas útiles de los tamaños de las poblaciones humanas ancestrales debido a sus singulares formas de herencia
[3].
GÉNESIS Y GENOMA: ¿“CONCORDISMO ESCALONADO” O ACOMODACIÓN DIVINA?
En resumen, la expectativa de que la narración del Génesis proporcione detalles científicos de tipo biológico sobre los antecesores humanos no se cumple a la luz de la evidencia de la genómica humana en dos frentes: los humanos comparten un antecesor común con otras formas de vida; y nuestra especiación tuvo lugar en una población interfecunda, no en una pareja ancestral. De esta manera, los enfoques del “concordismo científico” cristiano al Génesis se encuentran en este momento bajo la presión de estas líneas de evidencia
[4].
La expectativa de que el Génesis ofrezca, al menos a un cierto nivel, información científica, junto con la opinión de que la ciencia es una empresa válida que proporciona una comprensión cada vez más fiable sobre el orden creado, produce un fenómeno al que yo llamo
“concordismo escalonado”. Este enfoque se reconoce porque aquéllos que lo siguen, al principio, se resisten a las implicaciones de la nueva investigación que entran en conflicto con sus
expectativas concordistas, y retrasan a menudo su decisión alegando evidencia insuficiente. Sin embargo, si la evidencia continúa creciendo en contra de su opinión, tales individuos pueden eventualmente aceptar el argumento, descartar la expectativa concordista específica en cuestión, y “saltar” hasta la siguiente posición disponible que mantenga el equilibrio de sus expectativas. Considerando la evidencia presentada aquí, un ejemplo podría suponer el cambio de denegar el antecesor común a aceptarlo, aunque manteniendo todavía la expectativa de que nuestro antecesor común tuviera su origen biológico en una única pareja en un pasado reciente
[5].
En contraste con un enfoque concordista escalonado, un marco Creacionista Evolutivo, tal como el recientemente propuesto en los trabajos de Denis Lamoureux[6], acepta e incorpora de buen grado la información científica nueva.
Este punto de vista, en tanto que enfoca la ciencia del relato del Génesis como una acomodación divina a la cultura del Antiguo Oriente Medio, no tiene la expectativa de que el Génesis vaya a concordar con la ciencia moderna. Aunque podría criticarse esta opinión como promoviendo una “baja estima” de las Escrituras, un enfoque concordante escalonado está expuesto a la misma crítica, ya que postula que sólo una
parte del Génesis contiene información científica fiable. La implicación de este enfoque es, por lo tanto, que mientras el Génesis tiene por objeto transmitir información científica, ciertos aspectos científicos del Génesis son imprecisos o poco claros por culpa de la acomodación. El Creacionismo Evolutivo, por el contrario, contempla los relatos del Génesis como documentos perfectos de acomodación divina a su audiencia original, relatos que fueron escritos sin la intención de tratar sobre las modernas inquietudes científicas.
Autor: Dennis Venema
es profesor asociado y catedrático de biología en la Trinity Western University. Obtuvo su licenciatura y doctorado en biología celular y genética por la universidad de British Columbia. Sus líneas de investigación incluyen la genética de la diferenciación tisularen Drosophila, educación en genética y la interacción entre la biología evolutiva y la fe cristiana. En 2008 recibió el premio College Biology Teaching Award de la National Association of Biology Teachers. Recientemente ha publicado como coautor una serie de blogs sobre genómica comparada y evolución humana en la Biologos Foundation.
(*) Título original: “El Génesis y el genoma: Evidencia genómica de un antecesor común humano-simio y de los tamaños de la población ancestral de homínidos” (“Genesis and the genome: Genomics evidence for human-ape common ancestry and ancestral hominid population sizes” PSCF
(2010) 62:166-178). Artículo publicado originalmente en septiembre de 2010 en la revista Perspectives on Science and Christian Faith, la revista oficial de la American Scientific Affiliation (ASA), la asociación de científicos evangélicos de mayor proyección mundial. El número estaba especialmente dedicado al tema de la historicidad de Adán y Eva, debatido en el encuentro anual de ASA en 2009. Además de este artículo de Dennis Venema, en el que se expone el estado de la cuestión desde el punto de vista científico, se ofrecían tres artículos de los teólogos C. John Collins, Daniel C. Harlow y John R. Schneider. Mientras que el primero defiende una visión tradicional con un Adán histórico, los otros dos sostienen que el relato del Génesis debe leerse desde ópticas no históricas (literarias, teológicas, etc.). De estos tres artículos se ha publicado un amplio extracto en la revista Alétheia (2012) 41:11-41. Estos artículos desataron una importante polémica que en pocos meses llegó a la portada de la revista evangélica más conocida de EE.UU., Christianity Today (junio 2011)y a otros medios de comunicación.
Traducción: Javier A. Alonso (Dr. en Biología) y revisado por Pablo de Felipe (Dr. en Bioquímica/Biología Molecular) y Fernando Méndez (Dr. en Biología).
[1] M. Ingman, H. Kaessmann, S. Paabo, y U. Gyllensten, “Mitochondrial Genome Variation and the Origin of Modern Humans”,
Nature 408 (2000): 708–13; R. Thomson, J. K. Pritchard, P. Shen
y col., “Recent Common Ancestry of Human Y Chromosomes: Evidence from DNA Sequence Data”,
Proceedings of the National Academy of Sciences of the USA 97 (2000): 7360–5.
[2] Por ejemplo, véase F. Rana y H. Ross,
Who Was Adam? (Colorado Springs: Navpress, 2005), 123–31.
[3] F. Ayala, A. Escalante, C. O’Huigin, y J. Klein, “Molecular Genetics of Speciation and Human Origins”,
Proceedings of the National Academy of Sciences of the USA 91 (1994): 6787–94.
[4] D. Lamoureux,
Evolutionary Creation: A Christian Approach to Evolution (Eugene, OR: Wipf & Stock, 2008).
[5] Denis Lamoureux (comunicación personal) también ha recogido evidencias anecdóticas de individuos saltando de una posición concordista a otra a la luz de nuevas evidencias. En su opinión, las “posturas” más prominentes en ese escalonamiento son las del creacionismo de la Tierra joven [Young-Earth Creationism]; creacionismo de la Tierra antigua [Old-Earth Creationism]; creacionismo evolutivo [Evolutionary Creationism] que mantiene un Adán y una Eva literales como progenitores de la humanidad (monogenismo evolutivo); y el creacionismo evolutivo auténtico [Evolutionary Creationism proper] (sin remanente ya de espectativas del concordismo científico del Genesis). Desde luego hay otras gradaciones posibles.
[6] D. Lamoureux,
Evolutionary Creation: A Christian Approach to Evolution; ———, “Lessons From the Heavens: On Scripture, Science and Inerrancy”,
Perspectives on Science and Christian Faith 60 (2008): 4–15.
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