Hay una cosa que está clara: Manuel Suárez es un hombre inquieto. Ha viajado, ha hablado con mucha gente y tiene historias que contar. Es médico, y como todos los de su profesión, habla sin complejos sobre los temas sobre los que se ha informado bien.
Una cosa que ha mantenido desde sus años de Universidad (en plena Transición), es la ilusión por ver cambios en la sociedad, en el entorno en el que vive. Manolo, como le llaman casi todos, es didáctico y bastante práctico en su discurso. Cuando habla de cómo son las cosas en relación a cómo deberían ser, frunce el ceño y mira directamente a los ojos de su interlocutor.
Hace broma a menudo, pero no pierde casi nunca el tono reivindicativo en la voz. Aunque también es verdad que su marcado acento
galego remarca este rasgo.
Charlamos en la cafetería de un hotel.
JF. Dices a menudo que los cristianos deben participar más en lo que sucede alrededor de ellos, en la sociedad. ¿Qué cosas debemos cambiar para empezar a involucrarnos más?
MS. Lo primero, perder nuestro complejo de minoría. Somos una minoría pero somos una minoría con un mensaje claro, y podemos tener una influencia grande. De hecho, las grandes transformaciones sociales a lo largo de la Historia no las hicieron las grandes mayorías, en contra de lo que nos decía el Marxismo, sino que las hicieron grupos reducidos, muy convencidos de sus propuestas.
Y claro, también debemos tener una propuesta coherente. Nosotros tenemos un texto, que es la Palabra de Dios, que tiene respuesta a todas las inquietudes del ser humano. Lo decimos, pero eso tenemos que traducirlo a las diversas áreas de la vida de las personas. Tendemos a restringir nuestro mensaje a las áreas más eclesiales, eclesiásticas o soteriológicas (es decir, que tienen que ver con la salvación). Y nos quedamos sin discurso para otras áreas que también son importantes y que a la gente le preocupan. Desde la economía a las relaciones exteriores, las Relaciones Laborales, la participación de la Sociedad Civil… hasta la Sanidad. Para todas estas áreas tenemos que elaborar un discurso bien coherente. En esto tenemos que cambiar, en la convicción y en llenar de contenido nuestro mensaje.
JF. ¿Crees que nos pasa esto porque sólo nos fijamos en algunas partes de la Biblia mientras que ignoramos otras?
MS. La Biblia la leemos con anteojos. Y con anteojos que restringen su potencia, su capacidad de influencia. Tenemos que aprender a leer el periódico con la Biblia encima. Entender lo que pasa en el mundo, y entenderlo con la perspectiva bíblica. Creo que es una cuestión no sé si de formación o simplemente de vagancia, por nuestra parte.
Es mucho más fácil entender y leer, y hacer hermenéutica de los que siempre hicimos hermenéutica. Pero lo interesante es hacer interpretación a la luz de la Biblia de las cosas que aparentemente están más lejos de los que nos sentimos cómodos. Hay un montón de áreas que hay que arrojar a la luz de la Biblia. Desde la Economía hasta el modelo del Estado de bienestar… Una cantidad de áreas, y la Biblia tiene respuestas para ellas.
JF. Si la Biblia tiene respuestas y habla de nuestro papel en todas las áreas, ¿por qué seguimos teniendo esta percepción negativa de la política? Y, ¿por qué este miedo a la participación pública (no sólo en partidos sino también en movimientos sociales?
MS. Esto no es fácil de contestar. En la Biblia vemos personajes como Daniel o José, que eran políticos… Primeros Ministros, podríamos decir. Probablemente obedece a que hay áreas que decidimos entregar al mundo. Parece como que Dios no es soberano más que sobre una parte muy limitada y que hay áreas del mundo que no están bajo la soberanía de Dios. Creo que eso es un error, y un error grande.
En el Arte cometimos el mismo error. Mira tú que durante siglos el Arte tenía unos fundamentos cristianos, y sin embargo, ahora es un terreno perdido, lo hemos entregado. Y encima nos quejamos de que el Arte trae un mensaje mundano, pero, ¿qué mensaje va a traer? Es cuestión pues de reconquistar la presencia de cristianos en esas áreas. También en la política.
Quizás en la política son más visibles los efectos de la corrupción, del pecado. Pero yo soy médico, y puedo asegurarte que los efectos de la corrupción y el pecado están ahí también [en la Medicina], y son muy visibles. En mi actividad médica hay cantidad de tentaciones, y mira tú, la medicina es la más “santa” de todas las profesiones. En la política lo que sucede es que los efectos del pecado son más visibles. Pero no es un área donde haya más corrupción que en buena parte de las otras áreas de la vida.
JF. Estamos en una sociedad muy dividida en muchos aspectos. Poniendo un ejemplo de esto, ahora que parece que terminó la violencia de ETA en el País Vasco (Euskadi), ¿qué podrían aportar los cristianos ahora a la reconciliación?
MS. No sé si da tiempo de explicar una historia concreta de Euskadi. Estoy con una asociación que llama “Clube Nacionalista Alén Nós” (“Alén Nós” significa “más allá de nosotros”). Invitamos a gente a que viene a dar conferencias. Uno de los que invitamos fue al Lehendakari [presidente del gobierno vasco] Ibarretxe. Y estuvo ahí y nos dio una conferencia sobre la situación en Euskadi, el problema de ETA en aquel momento… Y dijo algo que me impactó muchísimo: “Euskadi necesita un proceso de perdón y reconciliación”. Al terminar su charla, lo abordé, y le dije: “Señor Lehendakari, usted ha hablado de que Euskadi necesita un proceso de perdón y reconciliación. Mire, realmente es muy poco frecuente escuchar a un político hablar de estos conceptos”. Y él me contestó: “A mí me parecen imprescindibles en nuestra sociedad”. Y le respondí: “Usted conoce la historia de la esposa del señor Morcillo?”.
El señor Morcillo era un señor evangélico, de Donosti, jefe de policía, que ETA asesinó. Y aquella mujer publicó un artículo en la prensa que decía que le habían destrozado la vida pero que ella perdonaba a quienes habían matado a su marido. Aquello en aquel momento fue una conmoción. Ibarretxe me contestó inmediatamente: “¿Y quién puede olvidarla?”. Y le dije: “Para ese proceso de perdón y reconciliación usted necesita un sustento ético, algo que pueda aportar bases morales para ese proceso. Si no, es imposible. Mire, esta mujer es evangélica, como yo. Usted necesita escuchar a los evangélicos”. Y él me dijo: “Lo haré”, y lo dijo convencido.
Entonces yo inmediatamente escribí a los evangélicos de allá de Euskadi y les dije: “Pedid una entrevista con él, con el Lehendakari”. Y nadie lo hizo… Fue una pena, porque ahora en este momento en el que ha habido la declaración de final de la actividad armada por parte de ETA, es un momento que es de final pero que es de principio. Ahora empieza otro proceso, un proceso de perdón y reconciliación. La sociedad vasca tiene muros, y necesitamos a gente que sea capaz de tener valores éticos que superen esos muros. Gente que sea capaz de hablar con un lado y con el otro, y de no ver enemigo. De mirar los ojos con limpieza, sin cargarlos de rencor o de ‘nos las tenéis que pagar’. Entonces esa gente… creo que son los evangélicos. Y es una minoría insignificante, sin duda, pero una minoría pequeña puede hacer un cambio tremendo. Ese proceso imprescindible para Euskadi es un proceso moral pero con consecuencias políticas muy claras.
JF. Yendo al contexto donde se dan muchos cambios, la Universidad… ¿A qué desafiarías a un universitario cristiano que vive en España? ¿Qué oportunidades tiene y no debería dejar pasar?
MS. Yo diría que los universitarios evangélicos deben estudiar, y estudiar con excelencia, no deben ser unos ‘mangantes’. Ser responsables, porque es una oportunidad que el Señor les da. Y la formación que ellos tienen ahora es fundamental para después. Y cuanto mejor se formen mejores profesionales serán. Un profesional tiene que tener autoridad moral, no solamente autoridad profesional.
Y al mismo tiempo, la Universidad debería ser un sitio de debate de ideas, libre y abierto. El problema es que nos lo están quitando, ese espacio. Los evangélicos, pues, deberían tener las ‘narices’ de crear y de ampliar ese entorno de debate de ideas. Y en ese entorno también tienen que formarse, porque tú no puedes ir a un debate de ideas con cuatro cosas, ni mucho menos con el discurso evangélico-eclesial con el que hemos sido educados. Debemos tener un discurso coherente. Yo creo que en este sentido los GBU (Grupos Bíblicos Universitarios) han sido una bendición enorme. Para mí lo ha sido. Y poder estar con hermanos que piensan como yo y elaborar juntos ese discurso que podía llegar a la sociedad.
Yo creo que esos dos componentes, el de formarte como estudiante y el ayudar a crear un espacio de debate de ideas, son las dos propuestas que yo haría a los estudiantes universitarios. Y el GBU es un espacio perfecto para esto.
JF. Has escrito algunas cosas sobre el debate alrededor de los “Indignados”. Pero quería preguntarte muy concretamente sobre el concepto de “rendir cuentas” y el tema de la integridad…
MS. A mí me parece muy interesante el movimiento de los “Indignados” porque desmiente la idea que nos venían diciendo a los que somos de la generación del final del Franquismo, que nos decían: “Vosotros estabais muy concienciados y la Universidad era un entorno de debate de ideas porque estabais peleando contra el Franquismo, pero eso ahora no existe”. Pero viene el 15-M y desmiente esa idea, y resulta que sí es un entorno en el que se pueden debatir ideas, y además crear ideas. Crear nuevos movimientos.
A mí eso me parece la cosa más esperanzadora e ilusionante. Hay futuro con jóvenes que son capaces de plantearse lo que está prohibido plantearse. Y además están en la edad de hacerlo, Si no lo hacen ahora, no lo harán nunca. Y la sociedad necesita esto, reevaluar y replantearse.
El problema que veo para la supervivencia del movimiento es que no hay un sustrato ideológico bien definido, no hay una cosmovisión compartida, no hay un paradigma, un modelo del que se pueda decir: “Esto es lo que queremos”. Sino más bien hay más bien quejas un poco dispersas sobre una serie de cuestiones.
En este sentido está la necesidad de hacer un control riguroso del proceso del poder por parte de los políticos. Y eso necesita un sustrato ideológico, una cosmovisión por detrás. De hecho, todas las ideologías son parte interesada de que se mantenga esta situación en las que los partidos deciden y gobiernan. La cultura católica en la que hemos vivido no responde a eso, la cultura laicista tampoco responde a eso. ¿Quién puede responder a esto? Una cosmovisión protestante, en la que tenemos muy claro todo el concepto de la corrupción integral del hombre, el peligro que hay cuando un hombre pecador (todos los somos) llega al poder, la necesidad de controlar el riesgo de que se haga uso del poder con la condición pecaminosa que todo tenemos. Por tanto, es necesario establecer mecanismos de control. Y el mejor mecanismo es exigir y rendir cuentas.
Esto en la tradición política se ha visto muy claro. El desarrollo de las sociedades civiles en la tradición protestante, los mecanismos de control, el ‘impeachment’, toda la separación tan clara en las sociedades protestantes. La cantidad de iniciativas populares por ejemplo en Suiza, la cantidad de referéndums que se hacen, en los que hay participación popular directa en la toma de decisiones, no participación mediada a través de la clase política. Todo esto tiene un sustrato protestante.
Si fuéramos capaces de aportar al movimiento 15-M que hay aquí un sustrato ético en el que se pueden apoyar, probablemente ayudaríamos a llegar más lejos a este movimiento. Muchos dirán que no están de acuerdo, pero es que no puedes protestar sin no estás ahí dentro. No puedes decir “no estoy de acuerdo con lo que dicen pero me quedo fuera mirando desde la barrera”. Se trata de entrar, trabajar y ofrecer ideas. Mis hijos han estado allí, y por lo que me dicen, aquello está abierto al debate, merece la pena que los estudiantes cristianos entren allí, no tengo duda.
JF. Para acabar, ¿es posible aportar valores protestantes al deseo de cambio de la sociedad, si la gente no está dispuesta a aceptar el evangelio tal cómo es?
MS. Ese es un reto. Para nosotros, porque sí es posible introducir los elementos del evangelio si somos capaces de traducirlos adecuadamente. Si tú vas hablando de lo mismo que acabo de decir, de la “corrupción integral del hombre” y estos términos, no te van a escuchar. Pero si eres capaz de traducir el mensaje del evangelio a la terminología y las necesidades del movimiento, y hacerlo bien, sí es posible. Si eres capaz de hablar de la tendencia de todas las personas que llegan al poder de hacer abuso de ese poder, realmente estás hablando de elementos de pecado. Los estás traduciendo para que se entienda. Ese es el reto de los estudiantes evangélicos de ahora. Ser capaces de coger el evangelio, no modificarlo sino al revés, hacerlo pertinente traduciéndolo adecuadamente. El problema, en este sentido no es de ellos, el problema es nuestro.
X. Manuel Suárezaportó su visión sobre que significa el éxito según Dios en el pasado Encuentro Nacional de Graduados de 2011. Sobre involucración social, una de sus últimas aportaciones está en “Responsabilidad social y política del cristiano” (Básicos Andamio, 2010).
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