¡Qué orden! Abraham había esperado durante cien años el nacimiento de este hijo que daba sentido y futuro a su vida. El joven es para su fe la garantía viviente de la fidelidad de Dios. El cumplimiento de la gloriosa promesa divina que recibió Abraham el día de su llamamiento está relacionada con Isaac: “
Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:2-3). Y ahora este Isaac tenía que morir. Precisamente el único hijo del patriarca, el portador de la promesa, y lo más terrible era que tenía que morir a manos del propio padre.
Fijémonos en Abraham. Podría haberse roto la cabeza de tanto pensar intentando comprender lo que Dios pedía de él: ¿por qué me pide Dios algo tan duro? ¿Qué he hecho yo para merecer esto?... ¿Se contradice Dios? Si hoy nos promete esto y mañana nos lo niega, si hoy nos da una cosa y un tiempo después nos la arrebata, ¿cómo podemos confiar en su palabra?
En lugar de todo esto, Abraham hace otra cosa completamente diferente: Aún sin entender el significado de lo que se le pide, da pasos de obediencia concreta que consiste en que:: Prepara su montura, Corta la leña, Despierta a su hijo, Emprende el camino.
Todas estas acciones son pasos de obediencia. Aquí se pone de manifiesto cuál es el camino correcto para superar la hora de la prueba: No quejarse, no martirizarse con el ¿por qué? inquiridor, no entrar en pleito con Dios, sino dar los primeros y más próximos pasos de obediencia práctica;poner manos y pies a las órdenes de Dios y emprender el camino, sin importarnos que el porqué no tenga respuesta clara ni que la meta sea un enigma.
@MULT#IZQ#50902@Dios llegó con Abraham hasta el extremo de probarle permitiéndole que levantara el cuchillo para degollar al muchacho, pero hasta ahí siguieron otros momentos de gran tensión: Primero la orden:
Toma… vete… ofrécelo. Segundo, los tres días de camino. Tercero, Isaac cargando con la leña y cargando a Abraham su padre con la cándida y terrible pregunta: “
Padre mío, he aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?”. Cuarto, la confección del altar, y Quinto, el echar mano al cuchillo del sacrificio.
Tenemos que escudriñar la Biblia si queremos saber cómo llegó Abraham a superar en obediencia esta terrible prueba de fe. A este respecto leemos en Hebreos 11:19 lo siguiente: “…pensando (Abraham) que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos”. De manera que, en armonía con esto, ni siquiera con el cuchillo en la mano desistía Abraham de la promesa de Dios. Incluso en el instante en que toma el cuchillo en su mano no renuncia Abraham a la fe. En medio de la terrible oscuridad de esta hora, este hombre, al que la Escritura llama “padre de la fe”, se aferra a su Dios. Y precisamente por esto es que Dios le ahorra lo último. En el último instante, cuando la prueba ha alcanzado su punto álgido, el ángel de Jehová le detiene el brazo levantado. ¡Dios acepta su disposición como un sacrificio!
Así, y no de otra manera, es como se puede superar la hora de la prueba:
realizando los primeros pasos de la obediencia, no quejándose, sino obrando y confiando lo demás a Dios, creyendo en su poder y sabiduría. Y es que, ¡allí donde todo parece perdido, Dios crea de repente posibilidades insospechadas!
LA HISTORIA COMO PROFECÍA
Con todo y el maravilloso final de la historia de Abraham en el monte Moria, hay algo en este suceso que nos resulta difícil de aceptar. Así, nos preguntamos:
¿Cómo puede Dios demandar de un padre el sacrificio de su propio hijo y que, además, lo realice la misma persona con su propia mano?
Esta es una prueba dura, tan dura que muchos la han rechazado como indigna de Dios.
Esta historia del monte Moria tenemos que interpretarla desde el Nuevo Testamento, y más exactamente desde Jesús mismo. Así, ojeando en nuestra Biblia descubriremos que lo mismo que Dios demandó de Abraham es lo que Él se impuso a sí mismo. Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, “
no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (Romanos 8:32). De manera que, Abraham recibió la orden de Dios para que nosotros podamos comprender y sentir y empatizar con Dios.
No podremos comprenderlo en plenitud. Pero en base a la historia del monte Moria intuiremos, aunque débilmente, cuán grande y duro fue el sacrificio que Dios mismo asumió cuando entregó a la muerte en la cruz del Gólgota a su único y muy amado Hijo Jesucristo. “
De tal manera amó Dios al mundo”, que realizó en esta cruz el sacrificio que, en el último momento, ahorró misericordiosamente a su siervo y amigo Abraham en el monte Moria.
Moria y Gólgota están directamente relacionados entre sí.
La historia de la prueba de Abraham encierra un misterio. Y es que, se trata de una historia con carácter profético. Es una profecía cuya clave de interpretación nos la ofrece la misma Escritura al conducirnos a los pies de la cruz de Cristo. Aquí, en el Gólgota, Dios tomó al Hijo de su corazón y lo sacrificó por nuestros pecados y los pecados de todo el mundo. ¡Esta es la medida del amor de Dios por nosotros! Por eso, ante la contemplación de este sublime sacrificio, dirá el apóstol Pablo: “
El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Romanos 8:32).
Ante la visión de este sacrificio al que Dios sometió su propio corazón no se puede dudar más del amor divino. Dios mismo aportó como prueba de su amor la prueba más difícil y gloriosa. Ahora podemos colocar en la balanza todas las cruces, las tribulaciones y las angustias que puedan venir sobre una vida cristiana, y tendremos por resultado que todo esto junto no pesará tanto como lo que Dios aportó por nuestra salvación en el monte Gólgota.
(*) Los artículos de esta serie se corresponden con un extracto del libro del mismo nombre y autor (Montes escogidos, Félix Gonzáles Moreno), donde además acompañan el final de cada capítulo preguntas que lo hacen útil como herramienta para el estudio en grupo. Quien desee adquirirlo puede escribir a [email protected]
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