Desde que estamos inmersos en la crisis muchos se han cuestionado si dinero = felicidad. A lo largo de muchos años se nos dijo que el crecimiento económico era vital para nuestro bienestar y que la mejor manera de mantener la salud de la maquinaria económica era gastar.
Pero las cosas cambian. Está bien ahorrar, disfrutar de los placeres sencillos y contentarse con menos. Por supuesto, los cristianos aplaudirían esta tendencia ya que tiene ecos de verdad bíblica, de que perseguir la riqueza a expensas de otros no es sabio, es egoísta e incluso impío.
Algunos economistas y políticos ahora hablan sobre el estado del bienestar en términos más amplios y profundos que el dinero. Así, pues, ¿cómo podemos medir la “felicidad”?
El Happy Planet Index (índice del planeta feliz) evalúa el bienestar humano y el impacto medio ambiental. Empieza con la idea de que muchos de nosotros queremos vivir vidas largas y satisfactorias, y trata de medir cómo puede conseguirse esto con éxito sin infringir los derechos de los pueblos de otras latitudes y de futuras generaciones con los mismos objetivos.
El índice básicamente es una ecuación: expectativa de vida x satisfacción ÷ huella ecológica = HPI (Indice del planeta feliz). Si tienes curiosidad por saber cuál es tu índice de satisfacción
visita su página (está en inglés).
Ahora bien, este índice no mide el acceso a la toma de decisiones, la seguridad o la estima personal. ¿Es medible esta clase de felicidad?
La FNB, Felicidad Nacional Bruta (del inglés GNH, Gross National Happiness), podría ser la respuesta.
El nombre procede de Bután, cuyo rey Jigme dijo en cierta ocasión a un periodista: “en Bután no nos preocupamos tanto por el Producto Nacional Bruto, nos preocupa más la Felicidad Nacional Bruta”.
Desde hace 30 años el concepto ha progresado. En 2008, el presidente Francés Sarkozy nombró una comisión encabezada por reconocidos economistas como Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi.
Su informe concluyó que
cualquier investigación sobre el bienestar tiene que considerar siete áreas: salud, educación, medio ambiente, empleo, bienestar material, relaciones interpersonales y compromiso político.
A Francia y Bután se han añadido Tailandia, Canadá, Ecuador, China, Bolivia, Australia y Reino Unido a la búsqueda de la medida de la felicidad (nótese aquí la mezcla de culturas y políticas diferentes).
Añadido a esto las Naciones Unidas el año pasado adoptaron una resolución por la que la felicidad fuera incluida entre los indicadores de desarrollo.
El argumento de la postguerra de que el crecimiento puede fomentar progreso para cada persona se ha evidenciado falso. El reto para nosotros es cómo subir la prominencia de los indicadores no económicos al evaluar el progreso social y el bienestar personal.
Uno de mis pasajes favoritos de la Biblia que presenta un cuadro de bendición y contentamiento está en Isaías 65. En él Dios declara: En aquellos días “
edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro coma; porque como los días de un árbol serán los días de mi pueblo y mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos. No trabajarán en vano, ni darán a luz para maldición; porque son linaje de los benditos del Señor, y sus descendientes con ellos.” (v. 21 al 23).
Es tiempo para todas las naciones de que se pregunten sobre el verdadero significado de prosperidad, desarrollo, felicidad y contentamiento. Y los cristianos debiéramos sumarnos a este debate.
Traducido y adaptado por Daniel Pujol, Coordinador de Desafío Miqueas-España
Plataforma: Alianza Evangélica Española, Alianza Solidaria, Apeen, Cercáfrica, Dignidad, Emsimisión, Esclavitud Xxi, Grupo Nueva Vida, Grupos Bíblicos Unidos, Misión Urbana Madrid, Misión Urbana Sevilla, Misión Urbana Valencia, Misión Urbana Zaragoza, Sociedad Bíblica.
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