Los incrédulos sacan rápidas conclusiones de la situación socio-económica que se vive en España, Europa y gran parte del planeta; y como está en jaque el arraigado estilo de vida consumista en el que viven –y no están dispuestos a abandonar- coinciden en expresar lo que sienten por medio de la queja, el desacuerdo, la huelga o las manifestaciones públicas (no siempre de manera pacífica). Para bien o para mal, lo reconozcan o no, las mayorías tienen una herramienta poderosa en común: la protesta.
Mientras las mayorías se debaten por subsistir en un mundo signado por un tozudo y ciego materialismo, hay una minoría constituida por los que creen en Jesucristo. Si somos parte de ese grupo siempre nos conviene recordar “que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”
1.
Los incrédulos hacen lo que pueden para no perder su estatus; y usan cualquier medio con tal de lograr sus fines. Los creyentes también padecemos los coletazos de la crisis y muchas veces tambaleamos a causa de la onda expansiva. Sin darnos cuenta, en muchas oportunidades olvidamos la promesa divina y comenzamos a protestar con los demás.
Es notorio que la clase gobernante, convenientemente arropada con sus altos ingresos, ha encontrado en la tijera la herramienta ideal para hacer frente a la crisis. Para resolver los problemas por ellos mismos creados y equilibrar las economías por ellos saqueadas habrán de recortar todo lo que necesiten. Claro está los recortes se hacen sentir en los de abajo, los votantes que pagamos impuestos y con ellos sus salarios reciente e impúdicamente incrementados. En el mundo estamos.
¿QUÉ PUEDO HACER?
El problema es demasiado grande y complejo. Yo sólo soy un seguidor, una seguidora de Cristo. ¿Qué me dice la Palabra de Dios acerca de lo que me toca hacer en tiempos como éstos?
Santiago, el apóstol de Jesucristo - que bien pudo haber sido Jacobo, el hermano carnal del Señor –nos reconviene y da respuesta a nuestros interrogantes con su inspirada admonición:
“¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre.”
2 “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.”
3
La mala conducta es la causa de toda clase de problemas. Y las soluciones a ellos no pueden provenir sino de un cambio de conductas. Las buenas conductas dan como resultado obras buenas, las que no sólo benefician a los demás sino que nos benefician a nosotros mismos. Mi madre me decía a menudo: “Hijo, los malos hábitos sólo se van con buenos hábitos”.
La crisis actual es consecuencia de malos hábitos y cae con fuerza demoledora sobre el trabajador, el empleado, el autónomo y el que invierte para producir. Ese sector social está que arde, nadie está en condiciones de brindarle las buenas noticias que sus desesperados integrantes ansían recibir. Esta es la hora de los que creemos en Jesucristo.
No somos de este mundo.
HACER EL BIEN, UN HÁBITO DE LOS LLAMADOS
Un arquitecto portuguésse involucró en la defensa de 40 familias de pescadores de la costa cercana a Lisboa cuyas casas habrían de ser erradicadas por el gobierno para permitir un multimillonario desarrollo turístico con el justificativo de “generar empleo”.
Dos jóvenes profesionales suecasse costean el viaje a un país africano para ayudar a una mujer que se ha convertido en la maravillosa madre de los niños abandonados de su tribu; de manera ejemplar han asumido la responsabilidad de resolver el problema de falta de agua potable, edificios dignos y material educativo.
Un profesional canadienseha instalado en Tailandia un centro para la educación de jóvenes arquitectos que defienden los derechos civiles de obreros explotados por los empresarios que construyen gracias a gobernantes que “generan empleo” con decisiones interesadas e injustas.
Un veterano profesor indioeduca a un grupo de estudiantes próximos a graduarse para que se conviertan en voluntarios que ayuden a las decenas de miles que viven en áreas inundables de Bombay. Ellos capacitan a la gente para atacar las causas de sus problemas y comenzar a resolverlos.
Otros profesionales se agrupan para generar nuevos estilos de convivencia pacíficapara reducir costos e incluir a los que no tienen familiares y viven (y mueren) en soledad. Son los de países escandinavos altamente desarrollados que trabajan en modelos de viviendas comunitarias con áreas utilitarias comunes para facilitar la integración de familias con adultos mayores o gente sin familia.
No conozco quiénes de esos colegas son creyentes y quiénes incrédulos. Pero sí sé que están dando ejemplos de buena conducta. Y mientras hay creyentes jóvenes que abrazan carreras universitarias para llegar a ser profesionales y tener estilos de vida autosuficientes, hay otros no creyentes que están dispuestos a vivir sirviendo a los demás. Sus conductas hablan con más fuerza que las palabras.
PROTESTAS INDIGNADAS VS. MANSAS RAZONES
Es más fácil protestar que ofrecer soluciones. Por eso muchas veces, de niño, me molestaba que en la escuela se me discriminara por “protestante”.Y buscaba, sin éxito, la manera de que dejaran de llamarme por ese mote. Si creo en Jesucristo no debe quedarme tiempo libre para protestar sino para obrar en fe. ¿Qué dices? Digo lo que dice el apóstol Santiago.
Nuestra causa de agentes de cambio es la que presentamos “en sabia mansedumbre”. De otra manera estaríamos invalidando nuestro mensaje. Nuestro Señor no protestó al padecer injustamente, antes calló
4; y cuando actuó y habló lo hizo con coherente y visible autoridad. Eso dividía a su audiencia entre los que ardían de ira porque eran desnudados por la Verdad y quedaban expuestos en su religiosa hipocresía, y aquellos –los menos- que se rendían compungidos y arrepentidos a los pies del Salvador.
Otro apóstol -que no era nada manso antes de conocer a Jesucristo- nos insta a dar razón de nuestra fe “con mansedumbre y reverencia (templanza)”
5. Pedro nos asombra al instruirnos cómo dar testimonio a todos los que quieran saber por qué amamos a Dios y a nuestros semejantes.
La mansedumbre del que vive y obra en Cristo es la denuncia más poderosa que toda protesta.
Vivir solidariamente es identificarnos con nuestros semejantes en sus necesidades; no quiere decir que hemos de ir a padecer con ellos las consecuencias del pecado. Por el contrario, es alinearnos con ellos con soluciones a sus problemas. ¿Que no las tenemos? ¡Claro que sí! Quien tiene a Cristo lo tiene todo. En él “están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”
6 “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.”
7
Aceptemos nuestra condición de coherederos de las riquezas en gloria y marquemos la diferencia aquí y ahora. El Señor nos ayude a vivirlo y compartirlo, para su Sola gloria.
En nuestra próxima nota anunciaremos una iniciativa que es un desafío a participar activamente con responsabilidad social mientras peregrinamos por este mundo. Hasta entonces, si Dios quiere.
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1Romanos 8:28
2Santiago 2:26
3Santiago 3:13
4Isaías 53:7,9
51ª Pedro 3:15
6Colosenses 2:3
7Colosenses 2:9-10
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