NOCHE DE SECRETOS
He aquí a una poeta que escribe ‘flores’ espirituales con la única intención de destilarlas Amorosamente hasta llenar la Copa de su existencia y la de quienes a sus versos se acerquen, pues como ella, con Dios están y a Dios necesitan. Ella, barro ardiente, ha sabido quitar las vendas de la noche del tiempo. Se llama Verónica Amat y nació -en la enhechizante Salamanca- un año antes del final de la Segunda Guerra Mundial. Interesante dato, pues ella no es partícipe de reyerta alguna y descree de todo conflicto que dañe al ser humano. Lo suyo es el Amor en todas las direcciones. Y cuando se orienta a Jesús, va musitando, casi místicamente: “Olías tú a noche de secretos”. Pero vuelta a tierra, al martirio del Señor, clama:
¡Entre olivos el Cáliz se levanta,
las pálidas estrellas van hiladas,
se va haciendo mayor la noche Santa!
Ella, cristiana hasta la médula del alma, ofrece veraz testimonio de su delicadísima forma de estar en el mundo:
“Yo no soy vendaval/ que arrasa mieses,/ ni tempestad/ marcada por los signos.// Yo voy así,/ como hoy me presento.// ¡Mas dame tu mano,/ necesito un impulso/ para refundar mi vida!”. Por tal motivo, su poesía fulge desde las serenidades del remanso, pero también necesita del Cristo cuyas manos aquietan ciertas llamas aflictivas. Ella necesita ser bienaventurada por Amar al Señor de la alta cumbre y de las profundas llanuras de su corazón. Su entrega le hace decir:
Nada quede
salvo el maravilloso enigma
de este Reino.
BÚSQUEDA Y ENCUENTRO DE DIOS
Tire la primera piedra aquel que no haya tenido dudas o titubeos mientras se acercaba a Dios, mientras merodeaba por su Grandeza con una razón
hinchada, de esas que guillotinan la incipiente fe. Verónica Amat expresa el encuentro en este breve poema:
IDILIO
Como idilio final
de lo creado
¿hay algo más hermoso
que el principio
de un alma que por Dios
se siente desposada?
También nos comenta cómo fue la búsqueda, la vendimia de señales que, finalmente, le condujeron a Él: “La búsqueda de Dios fue una constante de mi vida, y llegó en un momento de honda reflexión y devoto temblor floreciendo en apasionado canto lleno de intimidad. Sólo necesitaba que llegara a ser mi centro de amor más cercano, concediéndome un estado especial de voluntad y sentimiento. Buscarlo dentro de mí era esencial para vivir la fe sin tibieza, un encuentro en libertad, sin abismos ni agonías. Más bien en el silencio, donde cantan los pájaros sin que nadie les escuche; un silencio que parte del sincero conocimiento uno mismo, cerrando los ojos a lo sensible y, aun, a lo intangible, para llegar a la esencia más pura…”. Y ya, creyente de esa Realidad que es otra realidad, escribe una hermosa síntesis de la Trinidad, sustancia teológica-poética por la que nuestro Amor tiene Su palabra:
TRÉBOL DE FE
Cristo lleva forma de sed
entre mis labios
y unas gotas de luz
para los días.
Él mengua mi dolor
de cada instante
poblando de ruiseñores
todos mis salmos.
Elohim, altura fiel,
paz para mis alas,
hace que pueda vivir
donde me muero.
Con el Espíritu
no tengo soledades
para el llanto y ya no riego
la flor del desencanto.
Trébol de fe
donde escruto lo eterno
y reposto de amor
el corazón que tengo.
CRISTO EN LA RECIENTE POESIA DE AMAT
Su obra está especialmente representada en dos volúmenes:
Habitación de Olvidos (Salamanca, 2009), publicada con ocasión del X Encuentro de Poetas Iberoamericanos. Allí comparte espacio con poetas como Álvaro Alves de Faria (Brasil), Luis Alberto Ambroggio (Argentina), María Fernanda Espinosa
(Ecuador), José María Muñoz Quirós (España), Mario Alonso (México), Álvaro Mata (Costa Rica), Jorge Fragoso (Portugal), Helena Villar Janeiro (España) o Julio Espinosa (Chile), entre otros. También, y ya tratándose de poesía cristiana, en la antología
Los poetas y Dios (Diputación Provincial de León, 2007), donde comparte páginas con Antonio Salvado (Portugal), Andrés Quintanilla Buey (España), René Arrieta (Colombia), Araceli Sagüillo (España), Delfina Acosta (Paraguay), Leopoldo López Samprón (España) o José Antonio Valle Alonso…
Y es que Verónica Amat, de orígenes católicos, ha ido adentrándose en el genuino ecumenismo, compartiendo versos y fraternidad con numerosos poetas evangélicos. Y ello, aunado a la lectura profunda y prolongada de la Biblia, se constata en su poesía más reciente, donde recoge la Vida del Señor que está muriendo:
“No me lloréis la muerte,/ dulce gloria de Viernes…”.O también, basándose en el “No saben lo que hacen” del Evangelio, ella dice: “¡Oh Padre inmenso!/ Armoniza tanto dolor en lo divino,/ enséñales a vivir en tu presencia,/ a unificarse contigo./ Pues el lenguaje de su alma/ pide la esencia de tu luz y de tu sabiduría:/ fortalécelos para seguir el camino/ que les ha de conducir a Ti./ Despierta sus almas;/ necesitan conocerte”.
Constatemos, sin más, esa obra de primera calidad que viene escribiendo la poeta salmantina. Aquí dejamos constancia de tres poemas referidos a su relación o connubio con Cristo, tres poemas dignos del mejor aplauso. Están traspasados de obediencia al mandato del Padre, pero más lo están de resurrección de vida y de esperanza evangélica:
ORACIÓN
La luz de Cristo
enciende mi palabra,
coronando su Sublime
trascendencia.
Despliego salmos
y mi oración se incrusta
como puro diamante
en el alma.
Así habito
cósmicos silencios
y la fe prende el aceite
de mi lámpara.
El alba acoge su grito
en vuelo, alabanza
desvelando su entrega
al deseo de Dios.
Ofrenda sublime
al Creador,
sublime trascendencia.
RESUCITÓ
¿Por qué en la historia de Amor
más bella y comprometida,
es a tu muerte, Señor,
mayor dolor
que amor a tu vida,
resucitado Señor?
Se miran cruces
y belenes,
elevando altas sonajas,
y “el morir por nuestro bien”
mas alto dolor también.
La pascua del gozo
solo se lleva migajas,
mas siendo el bien soberano
para mi vida y la tuya
que Cristo-Pascua nos fluya,
canta conmigo, hermano:
¡Resurrección, aleluya!
CRISTO VIENE
Cristo viene,
vive en las almas, vuela
cada rosa
sobre la inquieta mariposa
que en asombro de luna
se detiene.
De divinidad se desprende,
haciéndose humildad
en cada cosa,
llama o luz gloriosa
que otras llamas altísimas
enciende.
Cristo viene en sosiego
y armonía
por estos senderillos de poesía
donde sabemos elevar
nuestro ruego.
JUAN DE YEPES Y TERESA DE CEPEDA
Hay dos breves poemas de Verónica Amat que merecen ser conocidos. Ella es una poeta de Dios:“Solo Dios amplia la armonía del espíritu, eterna y fiel recompensa que se entrega a la alabanza en total desprendimiento”, nos dice. Y es poeta de Dios no sólo por su poesía volcada a lo divino, sino también
porque estuvo, desde la primera convocatoria de 2004, en los encuentros que anualmente organiza -en Toral de los Guzmanes- la Iglesia Evangélica de León y la Asociación Cultural “Eduardo Turrall”. Son poemas dedicados a otros dos poetas de Dios, magnos, queridos y admirados poetas de estas tierras castellanas.
POETA DE DIOS
(a San Juan)
Vuelo divino
fue su palabra,
estancia
de vida iluminada.
Fue su voz
enredándose
a la gloria,
estancia
de música callada.
CRISTO CON TERESA
¿Fuiste su cazador o fuiste caza
del ave confiada que a tu fuente
llegó y bebió transida el agua pura?
En tus manos comió pan de hogaza
y al vuelo renunció gozosamente
porque atada quedó a tu andadura,
razón a su divino desvarío.
La carne por sí sola no comprende,
no sabe esta locura compartida,
y tarda en aceptar el desafío
del vuelo de su alma que la asciende
para hacer del amor boda encendida.
POEMAS DE OTRO TIEMPO
En Salamanca, Verónica Amat es directiva de la Sociedad de Estudios Literarios y Humanísticos (SELIH) y colaboradora del Centro de Estudios Ibéricos y Americanos de Salamanca (CEIAS). Sus libros de poesía son:
El poeta ante la Cruz (1995),
Azulay (2005) y
Este destino (2007). Textos suyos también pueden encontrarse en las antologías:
Salamanca Azul y oro (Caja Duero, Salamanca, 2001),
Ut pictura poiesis (Verbum, Madrid, 2002),
El mundo al otro lado (Explorafoto, Salamanca, 2004) y
Os rumos do vento (Fundao, Portugal, 2005). Aquí seleccionamos tres poemas de sus primeros libros.
VÍA DOLOROSA
Desde Jerusalén hasta el calvario
revivo en emoción aquella escena;
siento que pasa Dios en solitario
con su pesada carga nazarena.
Mofándose la turba en unitario
golpear con sus gritos a la pena,
el angosto camino hacen santuario
del azotado cuerpo en su condena.
Subir hacia la muerte así, sin prisa,
con la clavada paz sobre su frente,
con su amorosa entrega en la sonrisa.
En la calma callada se improvisa
una séptima flor serenamente
y Cristo se consuela entre su brisa.
ACÓGEME LA VIDA…
Acógeme la vida desdoblada,
peregrina sin ver por el camino;
sé clemente con todo el desatino
de verme en esta Cruz vituperada.
No me duelen los golpes de pedrada
que hirieran en mi rostro y mi destino,
si en el duro madero yo reclino
la sangre repartida en la pisada.
Sólo quiero llegar a la morada
donde me espera, junto a lo divino,
viva frescura del lirio en arcada.
Toda terneza de una luz posada
que al deseo reviste, al fin, domino
de Dios la dulce paz de su mirada.
MI CLAMOR HACIA TI
¿Hasta cuándo, Señor, he de buscarte,
por qué de mí te olvidas en olvido,
sabes de mi lamento por hallarte,
vivo sueño mortal y sin sentido?
Qué duro caminar, qué lento amarte
en esta vida mía que ha venido
a tu misericordia, que comparte
del alma la dulzura del nacido.
Confusa soy en mi afligido y fuerte
espíritu, cubierto del crecido
lamento, que rendido se comparte
en lecho de fina rosa caído.
YA SIN LA SED DEL PRINCIPIO
Verónica Amat es una poeta que ha desventrado toda vanidad, todo falso pedestal. Ella se adhiere a las violetas y a la humedad de presidio anhelado: esa cárcel de libertad que sólo se obtiene, para un creyente, cuando se está comprometido con la Obra del Señor. Por tal motivo, a Él pide que la deje acompañarle, que le permita ser su seguidora. Y le promete:
“Deslizaré sobre tu cuerpo herido, fino raso de luz, sin que te dañe”. Por ello el testimonio final, la hermosura del Amor creyente:
¡Qué breve es la vida, pura Alianza,
que en Cristo se me entrega compartida!
Por ello, como verdadera creyente, no duda en ofrendar su vida para estar junto al Amado galileo:
Si el morir
es volver a vivirte,
afronto su coronación
siendo aroma
y jazmín
en el níveo sendero
de lo eterno.
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