En un sector de la Iglesia Anglicana de México hay efervescencia por rescatar del olvido a uno de sus fundadores: Manuel Aguas. Ya en varias ocasiones
nos hemos referido a este personaje en anteriores artículos publicados en Protestante Digital. Sobre él estoy escribiendo un libro, me encuentro en la recta final de su redacción.
Lo que sigue es la presentación que escribí para la edición del primer escrito de Manuel Aguas, en el que claramente declara su abandono de la Iglesia católica romana, para enrolarse en las filas de la naciente Iglesia de Jesús. El diario de la capital mexicana donde originalmente fue publicado le puso por título Contestación que el presbítero Manuel Aguas da a la carta en que le pregunta sobre su religión el presbítero Nicolás Arias.
Con la reedición de ese antiguo manifiesto acerca de su nueva fe intensamente escrito por Manuel Aguas, de alguna manera se salda una gran deuda con el personaje que abrió cauces para que transitara no sólo la
Iglesia de Jesús, progenitora de la actual Iglesia Anglicana de México, sino también el conjunto del protestantismo mexicano.
CONTESTACIÓN QUE EL PRESBÍTERO MANUEL AGUAS DA A LA CARTA EN QUE LE PREGUNTA SOBRE SU RELIGIÓN EL PRESBÍTERO NICOLÁS ARIAS
PRESENTACIÓN
Carlos Martínez García
Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano
El documento que presentamos causó una gran conmoción en la ciudad de México. El escrito de Manuel Aguas fue publicado en
El Monitor Republicano, el 26 de abril de 1871. Se reprodujo en otros periódicos del país, en lugares tan lejanos como Yucatán,
[1] a donde lo manifestado por Aguas se tardó en llegar varias semanas por las escasas vías de comunicación entonces existentes.
Tras un proceso que le llevó cerca de tres años, el ex sacerdote dominico Manuel Aguas refiere a quien fuera su antiguo superior, Nicolás Arias, en la orden religiosa fundada por Domingo de Guzmán a principios del siglo XIII, que todavía en 1868 estaba convencido de las enseñanzas católico romanas y que difundía las mismas como párroco en Azcapotzalco.
En Azcapotzalco se presenta ante él una persona que dice ser protestante, después de varias horas de discusión entre ambos, el protestante acepta reconciliarse con la Iglesia católica.
En una carta fechada en octubre de 1871, en la que Aguas da cuenta de su itinerario de lo que él llama el romanismo a la verdadera religión, escribe que entre sus tareas como párroco estaba enseñar sobre la “pestilencia [del protestantismo] que vendría a hacernos en México más desafortunados que nunca”.
[2] Manuel Aguas se daba tiempo para combatir una presencia que no era imaginaria, ya que desde los primeros años de la década de los sesentas del siglo XIX en la ciudad de México se fueron enraizando núcleos de creyentes evangélicos.
Es
por medio de la lectura de algunos tratados protestantes que llegan a sus manos que se le despierta la inquietud por leer la Biblia. Se dio a la tarea de estudiar arduamente la Palabra hacia fines de 1869. Lo que encuentra en ese ejercicio le va llevando paulatinamente a criticar crecientemente varios de los dogmas sostenidos por la Iglesia católica romana. Hasta que decide hacer un alto, dejar de practicar sus deberes sacerdotales y dedicarse a ejercer la medicina homeopática, disciplina que había estudiado años antes.
En algún momento de 1870, con mayores probabilidades hacia finales de ese año,
Manuel Aguas comienza a reunirse en la que llama en su misiva de octubre de 1871 la Iglesia protestante provisional. En ésta ministraba el misionero Henry C. Riley, nacido en Chile en 1835, educado en Estados Unidos e Inglaterra y ordenado como ministro de la Iglesia episcopal en 1866. Antes de llegar a México, a principios de1869,
[3] Riley pastoreaba una iglesia de habla castellana en Nueva York.
Este personaje arriba a nuestro país en continuidad con los primeros contactos establecidos por algunos de los Padres constitucionalistas con la Iglesia episcopal de Estados Unidos.
[4] Antes que él, y como resultado de la solicitud de ayuda a la Comisión Protestante Episcopal para Misiones Extranjeras, llega al país, en 1864, el reverendo E. G. Nicholson y tiene una estancia de seis meses. Nicholson ya había estado en México, en 1853, en Chihuahua, donde funda la “Sociedad Católica Apostólica Mexicana dando a sus miembrosbiblias en español y libros de oración anglicanos (escritos en inglés en 1789 y traducidos al español en 1851)”.
[5]
En tanto que Manuel Aguas, por su cuenta lee la Biblia e inicia un decidido caminar hacia el protestantismo, Henry C. Riley compra al gobierno mexicano, a través de Matías Romero, ministro de Hacienda, los templos de San Francisco y de San José de Gracia.
[6] Paulatinamente ambos lugares, pero sobre todo el segundo, se transforman en centros principales del cristianismo evangélico
El periódico que se encontraba en la misma calle, San Juan de Letrán, donde tenían lugar las reuniones de la congregación en la cual ministraba Riley, dio la siguiente noticia: “Se dice, no sabemos con qué fundamento, que este señor [Manuel Aguas] ha entrado al gremio protestante. Si esto es cierto, los evangélicos cuentan con un ilustre pastor”.
[7] Al día siguiente el superior de la orden dominica, Nicolás Arias, le hace llegar a Manuel Aguas una carta en la que le cuestiona sobre la veracidad, o no, de la información.
Cuatro días después,
el 16 de abril, Aguas le remite una extensa misiva al presbítero Nicolás Arias. En ella proporciona pormenores de su conversión. La carta está llena de citas bíblicas. Así deja ver que el año y medio anterior dedicado a estudiar “con cuidado y cariño la divina Palabra” ha dejado profundas huellas en él. Su respuesta es un rotundo sí, a la pregunta de si se ha convertido al protestantismo. Pero antes de ello el ex sacerdote católico Manuel Aguas hace una descripción de dónde estaba en cuestiones de fe y su nueva creencia evangélica cuyas características describirá a lo largo de la misiva.
[8]
Vale la pena detenernos en mencionar que la versión de la Biblia citada por Manuel Aguas en su extensa carta es la de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera. James Thomson, colportor enviado a México en 1827 por la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, difunde la Biblia traducida por el sacerdote católico Felipe Scío de San Miguel, aunque sin libros deuterocanónicos, llamados por algunos apócrifos.
Es en 1858 cuando la Sociedad reemplaza la versión de Scío con la publicación del Nuevo Testamento traducido por los protestantes españoles del siglo XVI Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, y en 1861 imprime para su distribución toda la Biblia de esos mismos traductores.[9]
Aguas sabía que al romper de forma tan tajante con el catolicismo le esperaban jornadas difíciles. Por lo mismo, además de confirmar las sospechas de sus anteriores superiores eclesiásticos, anuncia que va a integrarse a la
Iglesiade Jesús, en calidad de ministro de la Palabra: “¿He de negaros que soy protestante, es decir, cristiano, y discípulo de Jesús? Nunca, nunca quiero negar a mi Salvador. Muy al contrario, desde el domingo próximo [23 de abril] voy a comenzar a predicar a este Señor Crucificado en el antiguo templo de San José de Gracia. Ojalá que mis conciudadanos acudan a esa Iglesia de verdaderos cristianos, Si así sucede, como lo espero en el Señor, se ira conociendo en mi querida patria la religión santa y sin mezcla de errores, idolatría, ignorancia, supersticiones ni fanatismos; y entonces reinando Jesús en nuestra República, tendremos paz y seremos dichosos”.
En efecto,
Manuel Aguas inicia sus predicaciones en el lugar dado a conocer en la carta.[10] Un agudo observador, decidido partidario y defensor de la libertad de cultos, así como prolífico escritor y periodista, Ignacio Manuel Altamirano, hace una cuidadosa descripción de ese primer domingo en que se realizan cultos evangélicos en un recinto que fue católico romano:
Ayer se hizo la dedicación de un templo protestante en el local que antes era la iglesia de San José de Gracia, y que fue decorado con la sencillez cristiana que caracteriza a los templos de la religión reformada, en los que se observa rigurosamente el segundo precepto del Decálogo, es decir, que no se admiten imágenes ni ídolos.
La concurrencia era inmensa, hasta el punto de llenar completamente la nave del templo durante todo el día. Sabemos que se colocaron mil quinientas sillas, las cuales no bastaron, y numerosos fieles quedaron en pie.
Asistimos nosotros con el objeto de hacer observaciones, pues no pertenecemos al culto protestante […] Todo el día se celebró el culto en San José de Gracia, predicando el presbítero Aguas y otro también pastor de la nueva iglesia, y en la tarde se bautizaron dos niños.
Quizás solo nosotros éramos los únicos conducidos allí por la curiosidad, puesto que todos los demás, en su manera de practicar el ritual,, daban a conocer que eran antiguos protestantes.
[11]
El templo le era familiar a Manuel Aguas ya que ahí había predicado años antes, como párroco católico.
Sus dotes de gran expositor atraen un importante número de interesados en escuchar de viva voz a quien los vendedores callejeros de impresos y volantes se refieren de distintas maneras, casi siempre usando expresiones descalificadoras sacadas de los dichos de prominentes eclesiásticos católicos. No tardaría en arreciar la reacción del obispo Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, ante la cual Manuel Aguas se mantiene incólume e incluso intensifica su compromiso con la difusión del protestantismo mexicano.
La carta de Manual Aguas a su ex superior en la orden de los dominicos, “fue el primer documento sobre la conversión de un sacerdote conocido al protestantismo y además [llamó poderosamente la atención] por la forma de folleto evangelístico en que está escrito”.
[12] Las críticas al deslinde con su anterior identidad religiosa y nuevo compromiso con el protestantismo por parte de Aguas, motivaron respuestas de las autoridades eclesiásticas católicas y de antiguos correligionarios.
De forma anónima un cura católico romano señala que por la lectura del documento en que Aguas refiere su conversión al cristianismo evangélico, se desprende que los folletos protestantes por él leídos, “y que con tanta profusión se han repartido para seducir incautos e ignorantes”, afectaron el buen juicio del converso. También señala que la misiva redactada por Aguas no debió haberle costado mucho trabajo escribirla, porque “calculada como está sobre alguna de aquellas muestras que suelen salir de las Islas Británicas o del Norte de América cada vez que un fraile o clérigo se harta de la disciplina que suele ocurrir en las filas católicas” echa mano de ataques e invectivas.
[13]
Desde el anonimato, el crítico de Aguas defiende la necesidad de que la Biblia leída por los católicos incluya notas doctrinales, a diferencia de la Biblia impulsada por los protestantes que carecía de esos comentarios. Argumenta sobre la necesidad de guías para que los feligreses católicos no fuesen engañados, por ello las notas en la Biblia son para proteger las conciencias de los débiles: “¿no veis que sirven de guía a los ignorantes?”. También hace decidida apología de la autoridad del Papa, la que había cuestionado claramente Aguas en su documento. El autor anónimo fue abundante en disquisiciones y sofismas, en los que “hizo gala de la latinajos y asuntos teológicos que poco se acercaban al meollo de la crítica que había hecho Aguas”.
[14]
Otro crítico de Aguas fue uno de los líderes de los Padres Constitucionalistas, a quienes antes nos hemos referido. Juan N. Enríquez Orestes, sacerdote liberal que pugnó por la creación de una Iglesia católica nacional, es decir sin supeditación a Roma, entra al debate desatado por Manuel Aguas con un escrito en el que mantiene distancia con la Iglesia católica romana pero, al mismo tiempo, manifiesta escepticismo respecto de unirse al protestantismo.
[15]
Enríquez Orestes afirma que él no servía a católicos ni a protestantes. Consideraba que la manifestación pública de Aguas sobre renunciar al catolicismo para adherirse a la fe protestante, era resultado de las garantías legales hechas posibles por Benito Juárez y los liberales que dieron la lucha contra el conservadurismo mexicano. Consideraba que las leyes juaristas en lugar de perjudicar a la Iglesia católica la beneficiaban, porque así se mantenían dentro de sus filas los verdaderos católicos y no quienes solamente simulaban seguirla.
Enríquez Orestes se reconcilia con la Iglesia católica, regresa a su seno y vuelve a oficiar misa como sacerdote católico romano el 2 de agosto de 1871. En una extensa nota informativa de la época se lee que “tierna y conmovedora fue la escena que pasó entre el Ilmo. Sr. Arzobispo y el padre Enríquez; pero lo fue mucho más la que pasó después cuando después de su conversión volvió a celebrar el Santo Sacrificio de la Misa”.
[16]
A diferencia de Enríquez Orestes, el ex cura católico romano Manuel Aguas nunca regresó a la organización eclesiástica con la cual rompió lazos públicos el 16 de abril de 1871. A partir de tal fecha, el antiguo dominico intensifica sus labores docentes, pastorales, apologéticas y de predicador en la
Iglesia de Jesús.
Su desafío puede ser leído hoy en el documento que ponemos a disposición en las páginas siguientes.
[1] La Razón del Pueblo, Periódico oficial del Estado libre y soberano de Yucatán, 14 de junio de 1871, pp. 1-3; y 16 de junio de 1871, p. 2-3.
[2]Manuel Aguas,
Letter from Manuel Aguas, T. Whittaker Publisher and Bookseller, No. 2, Bible House, New York, p. 1.
[3] El periódico
The Two Republics (23 de julio de 1870, p. 3), que se editaba en la ciudad de México, reproduce una nota de una publicación editada en Brownsville, Texas, llamada
Ranchero, que a su vez la toma de “un periódico de Nueva York”. La información da cuenta de una conferencia en la cual participó Henry C. Riley como expositor sobre “el crecimiento del protestantismo en México”. El misionero declara que había llegado a México “dieciocho meses antes” del evento reportado por el diario neoyorquino. Lo anterior significa que Riley se establece en la capital mexicana entre diciembre de 1868 y enero de 1869.
[4] Abraham Téllez menciona que “entre 1862 y 1863 los sacerdotes [Francisco] Domínguez, [Rafael] Díaz Martínez y [Juan Enríquez] Orestes viajaron a Estados Unidos —a la ciudad de Nueva York—, para ponerse en contacto con las autoridades de la Iglesia Episcopal”,
Proceso de introducción del protestantismo desde la Independencia hasta 1884, Tesis de licenciatura, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras-Colegio de Historia, México, 1989, p.163; por su parte Daniel Kirk Crane sostiene que “al final de 1864 el movimiento reformista manda a tres de sus miembros a Nueva York con las instrucciones de establecer contacto con un cuerpo protestante. En mayo de 1865 una vez en el país del norte, se empieza a negociar una alianza entre los Padres constitucionalistas y la Iglesia Episcopal”,
La formación de una Iglesia mexicana, 1859-1872, tesis de maestría en Estudios Latinoamericanos, UNAM, 1999, p. 87. ¿Los tres realizaron dos viajes a Nueva York, uno antes de la llegada de Nicholson, y otro posterior para fortalecer las relaciones entre las partes?
[5]Daniel Kirk Crane,
Op. cit., p. 87.
[6] Jean-Pierre Bastian menciona que la iglesia de San Francisco la compra Riley en 4 mil pesos,
Los disidentes: sociedades protestantes y Revolución en México, 1872-1911, Fondo de Cultura Económica-El Colegio de México, México, 1989, p. 38. En tanto Daniel Kirk Crane apunta que la cantidad pagada fue de 35 mil pesos,
Op. cit., p. 97. San Francisco está frente al famoso Sanborn´s de Los Azulejos, en la calle de Madero; y San José de Gracia es la Catedral Anglicana de México, se localiza en Mesones # 139. Ambos lugares están situados en el Centro Histórico de la ciudad de México.
[7] El Monitor Republicano, 11 de abril de 1871, p. 2.
[8] Acerca del alegato Crane asienta que se imprimió” bajo el nombre
Viniendo a la luz, fue publicado varias veces, incluso hasta finales de este siglo. Su importancia se da por sentada, dado que fue el primer documento sobre la conversión de un sacerdote conocido al protestantismo y además por la forma de folleto evangelístico en que está escrito”, p. 98.
[9] Pedro Gringoire,
El doctor Mora, impulsor nacional de la causa bíblica en México, Sociedades Bíblicas en América Latina, s/l, 1963, p. 51. La Sociedad Bíblica Americana publica en 1865 la Reina-Valera, y es la que distribuye en los países de habla española, entre ellos México; Rafael A. Serrano, “La historia de la Biblia en español”, en Philip W. Comfort (editor),
El origen de la Biblia, Tyndale House Publishers, Carol Stream, Illinois, 2008, p. 355 y Jane Atkins Vásquez,
La Biblia en español: cómo nos llegó, Augsburg Fortress, Minneapolis, 2008, p. 118.
[10] La referencia de la apertura de San José de Gracia a los cultos de la
Iglesia de Jesús el 23 de abril de 1871, la da
El Ferrocarril, 27 de abril de 1871, p. 3: “Inauguróse [templo protestante] el domingo último en el ex-convento de San José de Gracia. Predica en él el presbítero D. Manuel Aguas que perteneció a la orden de los dominicos. Dícese que es muy elocuente el orador y numerosa la concurrencia que asiste a la nueva iglesia”-
[11] El Federalista, 24 de abril de 1871, p. 3.
[12]Daniel Kirk Crane,
Op. cit., p. 98.
[13] Un sacerdote católico. Refutación de los errores contenidos en una carta que el presbítero Manuel Aguas ha publicado al abrazar el protestantismo, Imprenta de Ignacio Cumplido, México, 1871, en Daniel Kirk Crane,
Op. cit., p. 100. La respuesta anónima a la carta de Aguas inicia su publicación en
La Voz de México, 29 de abril de 1871, según da cuenta el mismo periódico en su edición del día 30 del mismo mes. Apareció como separata, en forma de folletín.
[14] Ricardo Pérez Montfort, “Nacionalismo, clero y religión durante la era de Juárez”, en Laura Espejel López y Rubén Ruiz Guerra (coordinadores),
El protestantismo en México (1850-1940). La Iglesia Metodista Episcopal, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, 1995, p. 71.
[15] Juan N. Enríquez Orestes,
Juicio sobre la carta y conversión del P. Aguas, México, 1871, cita de Ricardo Pérez Montfort,
Op. cit., p. 71. El escrito de Enríquez Orestes fue publicado por partes, inicia con la primera de ellas en
La Paz, el 2 de junio de 1871. No hemos localizado esa publicación, pero sí la noticia aparecida en
La Voz de México (3 de junio de 1871, p. 3), donde informa a sus lectores que el día anterior el impreso antes mencionado había dado a conocer la primera parte de la respuesta de Enríquez Orestes.
[16] La Voz de México, 6 de septiembre de 1871, p. 1.
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