Los EEUU ya tiene diez años de tener soldados en Afganistán. Siempre ha dicho que su fin es traer la democracia y los derechos humanos al país. Pero el proceso ha quedado truncado vez tras vez. Cada vez que EEUU asume que ya está avanzando hacia la meta ocurre otro incidente, otro “accidente,” que crea desconfianza entre los afganos.
A través de los años de guerra ha habido muchos bombardeos “errados” que han matado a cientos de afganos inocentes. Estos eventos han sido justificados por los estadounidenses como errores que ocurren en guerra. Parece que no han captado el impacto sobre la sociedad afgana de dichas muertes.
Sin embargo,
en los últimos meses han ocurrido varios eventos que han terminado de fastidiar a los afganos.
Primero vimos fotos de
soldados orinando sobre los cadáveres de guerrilleros muertos. Luego
se quemaron copias del Corán en un basurero. Y la semana pasada un soldado estadounidense entró a varias casas en la madrugada y
mató a lo menos a unas quince personas, muchos de ellos niños.
Entre tantas cosas tristes está el hecho de que los estadounidenses no quieren ser parte de esta guerra y la mayoría de los afganos no quieren que se queden los soldados.
El costo de las guerras de Irak y Afganistán han sido factores claves en el creciente déficit presupuestario en este país. Sin embargo, los esfuerzos por terminar la guerra siguen siendo retrasados por el hecho de que no se puede cumplir con las metas propuestas para que los soldados afganos tomen control de la situación de guerra existente.
Sin embargo, también
se nota una discrepancia grande entre la manera que se entiende la situación de la guerra en Afganistán y en EEUU. En Estados Unidos se cuestiona porqué hay reacción tan fuerte por la quemazón de los Coranes, pero relativamente poca reacción por las muertes la semana pasada. Tampoco le dan mucha importancia a tanta muerte “accidental” y no alcanzan a captar el impacto que esto tiene sobre las actitudes de los afganos.
Pero
la mayoría de estadounidenses tampoco quiere confrontar el hecho de que los soldados de este país pueden cometer atrocidades. Siempre se habla de la excepción, del soldado que perdió control. No hay la disposición de reconocer que la guerra le hace daño a los soldados, a pesar de tantos que están sufriendo el trastorno de estrés postraumático al regresar de las guerras de Irak y Afganistán.
Se glorifica la guerra y no se quiere reconocer que la guerra siempre hace daño, no importa lo “justo” de la causa ni el compromiso de los soldados de “respetar” a los civiles. Los que participan en guerras no solo hacen daño, sino que también se hacen daño.
Después de diez años la gente en EEUU no entiende que si se mata a gente inocente, no importa que haya sido un “accidente”, no es bien recibido. No entiende que si el sistema militar no castiga o da castigos livianos a soldados que cometieron las atrocidades eso contradice la “democracia” y “justicia” que se busca desarrollar. Tampoco ha entendido que un pueblo altamente religioso va a defender su religión de las fuerzas que ve como contrarias a su fe.
El pueblo de EEUU está persuadido de que está haciendo el bien alrededor del mundo. Tiene eso como intención y asume que su intención es suficiente para asegurar el resultado que busca. Sin embargo, Afganistán sigue siendo un lugar donde las intenciones y las realidades están lejos una de otra.
Hemos sido un país que estamos persuadidos que las cosas se pueden “arreglar” con la fuerza militar. Pero ni Irak ni Afganistán se han dejado “arreglar” por el ejército EEUU. Mi oración es que podamos reconocer que la fuerza militar arregla poco. Sin embargo, temo que la única lección que vamos a “aprender” es que necesitamos un ejército más inteligente con armas más avanzadas.
Si no aprendemos la lección correcta seguiremos haciendo grandes gastos militares (50% de todos los gastos militares mundiales los hace EEUU), mandando a nuestros jóvenes recibir daño y hacer daño a otros en nombre del bien.
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