Alguien que estaba cercano a cumplir los noventa años, descubrió sus días como “mi tiempo para reflexionar un poco, mira al espejo retrovisor de mi vida y dedicar muchas horas a lo que llamo la gracia de recordar” Es tan fácil olvidar todos los camino por los que el Señor me ha guiado!... “No olvides ningunos de Sus beneficios”.
En lugar de repasar las decepciones, los problemas, los dolores o las amarguras; su alma estaba repleta de gratitud y repleta de alabanza a Dios. Este precioso anciano recordaba las misericordias temporales del Señor, su salud, su esposa, sus hijos, sus éxito en el trabajo, sus buenas amistados, sus oportunidades de servir a Dios. Consideraba que todas esas cosas eran dádivas inmerecidas, pero recibidas con total agradecimiento.
Hace ya muchos años conocí a una mujer a la que tuve que pastorear y ayudar durante mucho tiempo, realmente hasta su muerte. Estar con ella era una auténtica tortura, es cierto que su vida no había sido la mejor del mundo; pero tenía muchas cosas por las que dar gracias a Dios.
Cada vez que la visitaba o tenía que llevarla al médico, era un auténtico horror, a pesar de todo mi esfuerzo y trabajo, jamás recuerdo haber sido recibida con una sonrisa o con un agradecimiento, jamás escuché salir de sus labios un , gracias a Dios!... No!, todo lo contrario, en cuanto me sentaba a su lado comenzaba la retaila: todos los problemas por los que había pasado, todos los problemas reales o imaginarios por los que estaba pasando, todas las críticas inimaginables sobre sus hermanos, situaciones negativas que ella misma se inventaba…
Estar a su lado causaba el rechazo de los uno y los otros; jamás tenía una palabra buena, agradable o de agradecimientoy cuando comenzaba escucharla, ya me sabía de memoria todo lo que iba a decir. Se quejaba continuamente de su soledad; pero eso precisamente era lo que ella solita se buscaba, todo el mundo salía disparado ante su presencia.
Muchas veces pienso como será mi vida, si el Señor me permite llegar a una edad avanzada.No sé cuanto voy a vivir, ni lo que el Señor tendrá preparado para mi; pero si mi Dios me permite ver “hartura de días”, me gustaría llegar a ser una ancianita alegre, muy alegre, con una sonrisa muy especial siempre en el rostro; quisiera tener buena memoria y recordar con cariño todo lo que Dios me ha dado en esta vida, cada camino, cada sendero, cada buena circunstancia o incluso cada una adversa en la que –cuando yo ya no podía más- la mano del Señor me sostuvo, Sus regalos, Su provisión, Su bendición…
Me niego a mirar atrás con ira!, recordáis la famosa obra de teatro de John Osborne “Look back in anger”?
No, por favor!, para nada!... No quiero llegar a convertirme con el paso del tiempo en una vieja amargada de la que los demás escapen.
Quiero estar siempre llena del Espíritu Santo y que eso se refleje en todo mi exterior, sirviendo a mi Señor en la medida de lo posible, hasta el último suspiro de mi vida.
Pero yo
tengo un secreto, un secreto a voces, pero que muy poca gente pone en práctica, es una oración que hago cada día, las preciosas palabras del Salmo 90: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”.
Esto me parece fantástico! Yo no puedo evitar que los años pasen, no puedo evitar muchas cosas que ello conlleva; pero si puedo elegir como quiero ir pasando por la vida,
el secreto está en la sabiduría de aprender y vivir cada día al lado de Dios, transformándome cada vez más a Su imagen, olvidando todo lo que me ha hecho daño, viviendo libre de ira y amargura y mirando hacia delante con una amplia sonrisa, expectante siempre ante lo que me va a deparar Dios.
Este es mi anhelo y mi sueño, lo compartes conmigo?
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