Cuarta entrega de la serie que Juan Antonio Monroy está publicando sobre García Lorca al cumplirse 80 años de su trágica muerte.
Es éste un tema sobre el que muy poco se ha escrito. ¿Por qué? Disraeli decía que la religión debe ser norma de vida, no un incidente casual.
El tema religioso separa a las generaciones literarias del 98 y del 27. Los ensayistas, novelistas y poetas que formaron la generación del 98 hicieron del tema religioso un capítulo importante en el contexto general de su obra. Unamuno es el más grande exponente. En cambio, los poetas del 27 eludieron el tema, con muy pocas excepciones. Gregorio Prieto afirma que “los grandes asuntos del hombre –amor, universo, destino, muerte- llenan las obras líricas y dramáticas de esta generación. Sólo un gran tema no abunda: el religioso”.
Tal vez se deba esto a la ausencia de un estudio serio sobre el tema religioso en la obra de García Lorca, destacadísima figura de la generación del 27.
En el segundo tomo de las Obras Completas de Lorca publicadas por Aguilar se dedican 45 páginas a la bibliografía sobre el poeta. Se incluyen referencias de 810 libros y artículos escritos en torno a la persona y la obra de Lorca. Entre todos ellos ¡solamente hay un estudio! titulado Notes pour létude de la pensé religieuse de F.G.L. (Notas para el estudio sobre el pensamiento religioso de F.G.L.), escrito por Charles Marcilly y publicado en 1962 en el “Bulletin Hispanique” de Bordeaux, en Francia. Debe ocupar unas 18 páginas, ya que en la referencia se señalan las páginas 507 a 525 del boletín.
Nos ha sido imposible consultarlo para el presente trabajo, que llevamos a cabo en base a nuestras propias investigaciones.
Quienes quieren a un García Lorca plenamente identificado con las doctrinas de Roma aducen a favor de sus argumentos el tradicional sentimiento católico andaluz, posiblemente acentuado en Granada y su provincia. Lorca, dicen, no pudo sustraerse a esta influencia de su pueblo y de su gente.
Afortunadamente, contamos ahora con el testimonio de quien mejor puede instruirnos sobre el tema. El excelente libro Federico y su mundo, escrito por Francisco García Lorca, hermano de Federico, cuatro años menor que él.[1]
Por el testimonio de Francisco nos enteramos que la abuela paterna de los García Lorca “era abiertamente liberal en política… Tenía incluso un ribete anticlerical” (página 50).
Aunque el propio Francisco llama a su hermano Federico “el vástago más escéptico de la familia” (página 51), recuerda que el poeta, en su niñez, “alzaba altares en el piso alto de la casa” (página 51). Cuando Ernesto Giménez Caballero, en la entrevista ya citada, le pregunta a García Lorca: “¿A qué te gustaba jugar de chico?”, el poeta responde: “A eso que juegan los niños que van a salir “tontos puros”, poetas. A decir misas, hacer altares, construir teatritos”.
Aquellos niños compañeros de esparcimiento de Federico recuerdan los juegos eclesiásticos, a la manera de curas, con altares y misas. En su delicioso libro Mujeres en la vida de García Lorca,[2] Eulalia-Dolores de la Higuera aporta el testimonio de Clotilde García, prima de Federico, hijo de Francisco García Rodríguez, hermano del padre del poeta: “¡Y cómo le gustaba haceraltares! –cuenta Clotilde García a la autora del libro-. Siempre hacía en su casa el del mes de mayo, que arreglaba, poniendo a la virgen en alto, rodeándola de plantas y flores y todo lo que pillaba. El pasaba el rosario y cantaba “con flores a Maria, que Madre nuestra es…” Luego nos echaba un sermón. Imitaba a los curas que era de risa. Al párroco que entraba en casa lo imitaba que era como si lo estuvieras viendo y oyendo”.
Esta emoción religiosa de Federico niño no influyó en sus motivaciones futuras ni determinó su adaptación a la vida. En contra de lo que creen algunos sociólogos especializados en conducta infantil, hay muchos sentimientos, muchas emociones, muchos hábitos que mueren al paso de las edades. “Cuando yo era niño –dice el apóstol Pablo- hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño” (1ª Corintios 13:11).
La ternura religiosa expresada en los juegos infantiles de misas, curas y altares se disipó al crecer el cuerpo y moldearse el alma de Federico. En su época de estudiante en la Universidad de Granada frecuentaba poco los templos católicos y mostraba una indiferencia casi absoluta por las materias religiosas.
En el próximo artículo (mañana) analizaremos la experiencia regligiosa de García Lorca.
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