El poeta tabasqueño y ferviente católico Carlos Pellicer (1897-1977) es el autor de “Cosillas para el Nacimiento”, un conjunto de poemas navideños escritos a lo largo de unos 40 años, que se reunieron por fin en la edición de su poesía completa.
Cada año, en su casa de la Ciudad de México, Pellicer colocaba un nacimiento y alrededor de él realizaba una especie de performance, con música, poesía y todo un ritual para las personas que decidían acompañarlo, en ese “auto sacramental”, como lo calificó Gabriel Zaid.
Junto a José Gorostiza, Pellicer es uno de los poetas mexicanos más notables del siglo XX. Fue secretario de José Vasconcelos y de él heredó una pasión latinoamericanista que nunca abandonó, al grado de que se le conoció como “El poeta de América”. Además, fue quien impulsó la creación del parque arqueológico de La Venta, en Villahermosa, la capital de Tabasco, en el sureste mexicano. Por su ideología política rechazó al imperialismo estadunidense, admiró a Simón Bolívar, fue carrancista y antifranquista. Influyó en muchos autores, como Octavio Paz. Fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y en 1964 se le concedió el Premio Nacional de Literatura.
Entre sus libros están: Colores en el mar (1921), Piedra de sacrificios, Seis, siete poemas, Hora de junio (1924), Hexágonos (1937), Recipientes y otras imágenes (1941), Subordinaciones (1949), Práctica de vuelo (1956). Después de su muerte aparecieron Reincidencias (1978), Cartas desde Italia (1985) y Cuaderno de viaje (1987). Recientemente, León Guillermo Gutiérrez, elaboró una antología de su poesía religiosa, Fervor desde el trópico, quien señala en el prólogo:
Uno de los temas evidentes y poco estudiados es el referente a la manifestación religiosa que atraviesa la obra pelliceriana de principio a fin. Su condición de cristiano católico no sólo la hace patente, sino que en un acto de invocación canta la alegría de vivir gracias a su fe en Cristo, ya manera de salutación pública en el primer poema del libro con que se presenta al mundo, dice:
En medio de la dicha de mi vida
deténgome a decir que el mundo es bueno
por la divina sangre de la herida.
Dueño de una capacidad verbal impresionante con la que, por ejemplo, a la manera de Neruda, celebró la geografía americana, los colores del trópico están presentes en todo su trabajo. Sus magníficos “Sonetos bajo el signo de la cruz” forman parte de Práctica de vuelo.
En las “Cosillas”, Pellicer concentró mucho de su aliento poético para expresar su fe en Cristo de una manera muy creativa, pues trataba de relacionar las fechas navideñas con el contexto que vivía. El también poeta y creyente Zaid fue quien acometió la tarea de reunir y prologar las “Cosillas”, Con anterioridad, se habían publicado unos 15 poemas en Material poético, enorme antología de 1962. Allí, se incluye el pórtico del propio Pellicer:
Los pequeños poemas que siguen hablan de mi pasión por todo lo cristiano. Creo en Cristo como Dios y la única realidad importante en la historia del planeta. Todo lo demás -arte, ciencia, etcétera— es accesorio, secundario y anecdótico.
Desde siempre organizo “El Nacimiento” cada Navidad en mi casa. Estoy seguro que es lo único notable que hago en mi vida. Es casi una obra maestra. He podido conjuntar la plática, la música y el poema, así cada año. Miles de gentes van a mi casa durante cinco o seis semanas, un largo rato de noche a mirar “El nacimiento”. Los poemas que forman esta sección se escribieron siempre horas después de haber terminado mi trabajo anual.
Mi madre, tan humana cuanto religiosa, me inició en la divina práctica de “El Nacimiento”. Gracias a Dios y a ella, puede, puedo, hacer cada diciembre lo que dura un mes y parece eterno.
Zaid explica con lujo de detalles los entretelones de la escritura de las “Cosillas”, y luego de catalogarlos como “casi villancicos”, propone leerlos como testimonio de la fe cristiana de su autor, además de que destaca la pasión con que Pellicer se refiere a la luz en buena parte de los textos, mediante una visión casi sacramental de la misma, pues, dice: “Pellicer una nueva representación [del nacimiento de Cristo], el amanecer”. Así describe la experiencia del acto celebrado por el poeta:
Pellicer desaparecía tras una cortina lateral (nueva expectación) y ponía música. Empezaba a atardecer en el escenario, tan lentamente que los visitantes de primera vez tardaban en descubrirlo. El silencio era absoluto. Se producía una reverencia espontánea ante la inmensidad y misterio de la Tierra, vista de muy lejos, perdiéndose en la sombra, como si el espectador se hubiera desprendido, se hubiera vuelto música entre los ángeles, como si hubiera muerto y se hubiera despedido con nostalgia. Luego venía la noche total. La bóveda estrellada daba frío. Y entonces, como una compañía inesperada, empezaba a oírse la voz, profunda y cálida al mismo tiempo, de Pellicer. Palabras conmovedoramente fraternales, que no rehúyen la inocencia, ni el balbuceo. Palabras franciscanas de comunión con todos en una naturaleza abierta al más allá misterioso. Del sol hundido de la soledad, empezaba a brotar el nuevo sol de la alegría. La luz encarnaba, se iba volviendo Niño. La Tierra volvía a ser acogedora y habitable.
A continuación, presentamos una selección mínima de fragmentos. (Las “Cosillas para el Nacimiento” pueden descargase íntegras en el sitio:
http://redescolar.ilce.edu.mx)
SEÑORAS Y SEÑORES,
hablad silencio,
que aquí están las estrellas
y los luceros.
Cuando el campo levanta
todo su cielo
por hacerle a la noche
puente ligero,
el árbol con follaje
vende su sueño
al árbol sin follaje,
por algún cuento
en que se oigan los pájaros
salir al viento
cantando lo que cantan
sombra y lucero.
La ronda de los ángeles
cerró su vuelo
y en un hueco de luz
abre los cielos
rotos del buen pesebre
cuyo alimento
es un niño que sueña
sin tener sueño.
Cuando tenga palabras
podrá en el tiempo
la eternidad con gloria
de su misterio.
Este niño en la noche
bajó un lucero
y se está iluminando
todo por dentro.
Cuando este niño diga
su nombre entero,
el que escuche, entendiéndolo,
será lucero.
Señoras y señores,
volved a hablar.
Con los ojos del día
Voy a soñar.
14 de diciembre de 1946
SEÑOR, EN ESTA NOCHE
de estrellas en el campo,
oye estos sones
que yo te canto.
Yo muero cada año;
Tú siempre naces.
Mi guerra es contra Ti:
hagamos paces.
¡Ay qué noche! Parece
que ya es de día.
Y es que nos está mirando
la Virgen María.
Las Lomas, 24 de diciembre de 1953
Para el Nacimiento de la casa nueva
AQUÍ ESTÁ LA MAÑANA,
Cuerpo del día,
bañándose en el agua
de la Alegría
Aquí está la Alegría
con los brazos en cruz.
Aún de las piedras brota
sudor de luz.
Ha nacido la Luz.
Joven pastor que guías
al pastor ciego;
¿no me miras los ojos,
los que no tengo?
Yo palpo las luciérnagas
y no las veo.
Joven pastor; mis ojos
Se ven de ciego.
A la luz, a las luces,
pan de mis ojos,
ponle un poco de luz,
dásela pronto.
Al color de los pájaros
y de los peces;
a la luz de tus luces
y de tus sienes
por los dedos del día
que todo tienen,
sácame de los ojos
lo que me hiere,
lo negro del diamante
que no se enciende,
y del pez y los pájaros
y de la luz del día
que corra en mi corazón como la tinta
deste paisaje azul que con los árboles
sostiene el alma deste
inmenso día.
Las Lomas, 24 de diciembre de 1957
LA NOCHE SE HA ENCENDIDO
sobre el desierto.
Arde la soledad
como un corazón bien abierto.
La roca blanca de la soledad
habla, desintegrándose en silencio.
La soledad blanca de la roca
fluye como un hermoso recuerdo,
como la memoria de un jardín visitando en la noche
y llevando en las manos
quién sabe por qué, un espejo.
En el espejo ha nacido un Niño.
Bueno: ha nacido el Cielo
Se oye nacer todo lo que ha nacido
y lo que seguirá naciendo.
Para nosotros los pobres de espíritu, estas palabras
se dicen humildemente en silencio.
Los pobres más pobres
porque hemos dilapidado el tiempo.
El tiempo diamante,
El tiempo amor, el tiempo sueño.
¿Qué vamos a darle a este pobre Niño
cuya riqueza se riega sobre el desierto,
como un río de diamante,
como un río de amor, como un río de sueño?
Ángeles y pastores
me pongan a cantar;
porque he visto el oasis
bajo del palmeral
y si bebo una estrella
la noche me dará
corazón de diamante
y el amor que vendrá
realidad hará el sueño
con tanta realidad
que yo diré que es un sueño
por no decir verdad.
Pobreza que repartes
tanta riqueza, da
a mis ojos la Aurora
y a mi sangre la paz.
Ángeles y pastores
Pusiéramos a cantar.
1959
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C. Pellicer, “Cosillas para el Nacimiento”, en Obras. Poesía. Ed. de Luis Mario Schneider. México, Fondo de Cultura Económica, 1981, pp. 705-750.
L.G. Gutiérrez, “Prólogo” a Fervor desde el trópico. Poesía religiosa de Carlos Pellicer. Villahermosa, Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, 2007, p. 7.
C. Pellicer, “Cosillas…”, pp. 707-708.
G. Zaid, “Introducción”, en “Cosillas…”, p. 707.
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