Para quienes hemos leído la (anti)poesía de Nicanor Parra hasta el delirio y durante tantos años, la adjudicación del Premio Cervantes no es ninguna sorpresa. Ciertamente tardó en llegar este galardón a sus alforjas, sobre todo si se piensa que tiene ya 97 años, lo que al menos por edad le granjea el título de “patriarca” de la poesía latinoamericana”, pero finalmente sucedió. Menos conocido que su hermana Violeta debido a que ella figuró como cantante, Nicanor ha desarrollado una obra que lo colocó entre los principales nombres de la poesía del continente, pues sus dimensiones sólo son comparables a las de autores como Jorge Luis Borges, José Lezama Lima u Octavio Paz. En su país, de una notable tradición poética, tuvo que abrirse paso para sacudirse la influencia de Vicente Huidobro y Pablo Neruda, con quien incluso colaboró en alguna ocasión.
Inició sus labores académicas como profesor de matemáticas y física, y estudió mecánica avanzada en Estados Unidos, para luego trabajar en la Universidad de Chile. A partir de 1949 estudió en la Universidad de Oxford, de donde volvió en 1951.
[1]Ganador en 1993 del Premio Juan Rulfo de Literatura, es reconocido ahora con el máximo premio de las letras españolas luego de una dilatadísima trayectoria literaria que se ha reunido tras muchos esfuerzos en los dos volúmenes de
Obras completas & algo +, publicados en 2006 y 2011 por Galaxia Gutenberg y el Círculo de Lectores. El segundo tomo se presentó recientemente en la Feria del Libro de Santiago, en la que por cierto se esperó con expectación su presencia, lo que no se cumplió finalmente. En septiembre de 2010, recién cumplidos los 96 años, inició una huelga de hambre en apoyo a unos treinta comuneros mapuches que se encontraban en huelga de hambre desde julio. Ha obtenido también la beca Guggenheim en 1972 y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2001.
A propósito del Premio Cervantes, concedió a la periodista argentina Leila Guerriero en su casa de Las Cruces, adonde vive semirecluido. Ella sintetiza muy bien:
En 1954 publicó Poemas y antipoemas, un libro que, con un lenguaje de apariencia simple pero con un tratamiento muy sofisticado, revolucionó la poesía hispanoamericana: “Ni muy listo ni tonto de remate / fui lo que fui: una mezcla / de vinagre y de aceite de comer / ¡Un embutido de ángel y bestia!”. Llevaba prólogo de Neruda, con quien Parra tendría una relación cargada de contradicciones, entre otras cosas porque sus poemas empezaron a leerse como una reacción a cualquier forma de poesía ampulosa, y fue recibido con elogios altos. Siguió, a eso, una época pródiga. Publicó La cueca larga en 1958;Versos de salón,en 1962 (“Durante medio siglo / la poesía fue / el paraíso del tonto solemne. / Hasta que vine yo / y me instalé con mi montaña rusa”); Manifiesto en 1963; Canciones rusas en 1967. En 1969 ganó el Premio Nacional de Literatura y reunió su obra en Obra gruesa.
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Criticado a veces por sus extremismos políticos, no ha dudado en provocar controversias:
Tenía 55 años, era procastrista y jurado del Premio Casa de las Américas cuando, en 1970, asistió a un encuentro de escritores en Washington y, junto a otros invitados, hizo una visita a la Casa Blanca donde los invitó, inesperadamente, la mujer de Nixon a tomar el té. La taza de té con la esposa de Nixon, en plena guerra de Vietnam, fue, para Parra, la aniquilación: Casa de las Américas lo inhabilitó para actuar como jurado y le llovieron denostaciones. Si su posición política cayó bajo sospecha, su obra no tardó en pasar al mismo plano: en 1972 publicó Artefactos, una serie de frases, acompañadas por dibujos, que se movían entre la irreverencia, la blasfemia y la incorrección política.
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Cancionero sin nombre(1937) fue su primera recopilación, “un pescado de juventud”, como le ha gustado llamarle. Nacido el mismo año que Octavio Paz, en ese volumen utilizó el romance y un sabor casi folclórico. Parra ha renegado de ese libro y sólo muy recientemente lo ha recuperado.
La “antipoesía”, que lo ha caracterizado desde que publicó Poemas y antipoemas en 1954, es el término que mejor define a su trabajo literario, pues siempre ha buscado (y conseguido con gran fortuna) detonar en sus textos un humor ácido que retoma el lenguaje, sin mucho temor hacia los lugares comunes, para sorprender con versos ágiles e incisivos. Se trata, tal como han señalado la crítica, de una invasión violenta, pero festiva, del lenguaje cotidiano en la solemnidad en la que muchos veían que se había instalado el propio Neruda. “El poeta no cumple su palabra/ Si no cambia los nombres de las cosas”, escribió en su segundo libro. En esa línea son muy conocidos también algunos de sus textos breves; “La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”, es uno de ellos.
Guillermo Sucre ha definido muy bien esta poesía: “Sin distorsionar la naturaleza del lenguaje, ni en sus estructuras ni en las palabras mismas, la poesía de Nicanor Parra no sólo aporta una visión desquiciante del mundo; también logra introducir la sospecha frente a todo lenguaje elevado, y aun frente al lenguaje tout court […] lo que se propone Parra es hacer regresar a la poesía a sus raíces: encontrar la palabra que dé inmediatez a las cosas; no sugerir, ni transfigurar, sino nombrar, decir: acortar la distancia entre las palabras y las cosas, hacer que éstas surjan sin mediación alguna, como un impacto de la realidad. Así, las palabras serían como gestos de las cosas, y su prolongación; por ello mismo, quizá podrían desaparecer”. Esta actitud estética la ha explotado al máximo en poemas ya clásicos como “Los vicios del mundo moderno” o “Manifiesto”: “Contra la poesía de las nubes/ Nosotros oponemos/ La poesía de la tierra firme/ -Cabeza fría, corazón caliente/ Somos tierrafirmistas decididos-/ Contra la poesía de café/ La poesía de la naturaleza/ Contra la poesía de salón/ La poesía de la plaza pública/ La poesía de protesta social.// Los poetas bajaron del Olimpo”.
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Sobre la influencia de Parra, Julio Ortega, quien recopiló una amplia muestra en los años 90,
Poemas para combatir la calvicie, se expresa así: “…no es una marca de estilo sino una actitud ante el lenguaje. Impregna buena parte de la joven poesía, y no sólo en Chile, con su épica subjetiva, su narratividad mundana, su iconoclastia libérrima, su antisentimentalismo, y con la ironía de sus representaciones tan inmediatas como parabólicas. Pero al convertirse en poesía, en práctica de una empresa de reescritura, la ‘antipoesía’ no se ha hecho canónica”.
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La vertiente religiosa de su poesía fue señalada por José Miguel Ibáñez Langlois, sacerdote, poeta y crítico, tiempo atrás de aparecer la primera antología publicada en España(seleccionada por él), pues en ella dedica una sección completa en el prólogo. Advierte que se trata de una observación algo extraña, pues no es posible hablar de “poesía religiosa” en el caso de Parra, pues más bien, lo que aparece en ella es “el sentido de la culpa moral” que “roza continuamente la esfera de lo religioso; la imagen de un dios se alza junto a las tablas de la ley, que asedian la conciencia del poeta durante un sueño cargado de obsesiones”.
[6]Sin asumir una perspectiva de fe, agrega, Parra es capaz de plantear “el dilema de una forma tan abrupta, tan descalificadora de los sucedáneos de la fe o de las consolaciones agnósticas, que no permiten hacerse ilusiones sobre posibles sentidos arreligiosos de la vida”.
[7]“Creer es creer en Dios”, dice Parra.
“Discurso del buen ladrón”, “Padre nuestro” y “La cruz” (pertenecientes a La camisa de fuerza, 1969), con todo y su sarcasmo son, quizá, los poemas que mejor exhiben esta visión irónica y, a la vez, nostálgica de lo religioso:
Padre nuestro
Padre nuestro que estás en el cielo
Lleno de toda clase de problemas
Con el ceño fruncido
Como si fueras un hombre vulgar y corriente
No pienses más en nosotros.
Comprendemos que sufres
Porque no puedes arreglar las cosas.
Sabemos que el Demonio no te deja tranquilo
Desconstruyendo lo que tú construyes.
El se ríe de ti
Pero nosotros lloramos contigo:
No te preocupes de sus risas diabólicas.
Padre nuestro que estás donde estás
Rodeado de ángeles desleales
Sinceramente: no sufras más por nosotros
Tienes que darte cuenta
De que los dioses no son infalibles
Y que nosotros perdonamos todo.
La cruz
Tarde o temprano llegaré sollozando
a los brazos abiertos de la cruz
Más temprano que tarde caeré
de rodillas a los pies de la cruz.
Tengo que resistirme
para no desposarme con la cruz:
¿ven cómo ella me tiende los brazos?
No será hoy
mañana
ni pasado
mañana
pero será lo que tiene que ser.
Por ahora la cruz es un avión
una mujer con las piernas abiertas.
Esta veta tiene una prolongación magnífica en los ya tres libros dedicados al Cristo de Elqui, una figura mítica en la cultura popular chilena. Por todo ello, la concesión de este premio a Parra, figura ya icónica de la poesía latinoamericana, es un gran acontecimiento.
[4]G. Sucre,
La máscara, la transparencia. Enssayos sobre poesía hispanoamericana. México, Fondo de Cultura Económica, 1985, pp. 264, 267.
[5]J. Ortega, “Prólogo”, en N. Parra,
Poemas para combatir la calvicie. Muestra de antipoesía. México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 9.
[6]J.M. Ibáñez Langlois, “La poesía de Nicanor Parra”, en Antipoemas. Antología (1944-1969). Barcelona, Seix Barral, 1972, p. 35.
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