Las amistades y todos mis parientes
fueron las gentes que yo relacioné.
Me aborrecieron por causa de su nombre
cuando supieron que a Cristo me entregué.
Por lo general no cantamos el himno Hay una senda para Navidad. Nuestra escena navideña es una de paz, gozo y tranquilidad.
Vemos a un niño dormido, unos ángeles cantando, magos con regalos y como dice el himno navideño,
¡Noche de paz, noche de amor, todo duerme en derredor!
Sin embargo, la historia navideña tiene otro lado, la inseguridad y el riesgo de estar dispuesto/a a obedecer a Dios, pase lo que pase. En la primera navidad, María estuvo dispuesta a tomar un gran riesgo para ser utilizada por el Señor. Y su vida nos invita a también estar dispuestas/os a arriesgarnos por la causa de Cristo.
Los eventos navideños relatados por Lucas abren a una escena idílica, una señorita comprometida a casarse. ¿Cuántas Marías habría entre la gente pobre de Israel? En sí, no tendríamos porque saber mayor cosa sobre esta María. Sube el telón a un momento de expectativa. María se va a casar, con toda la alegría, esperanza, sueños y planes que eso implica. En sí, parece una escena de la vida normal. Fácilmente se pudiera repetir esto en cualquier otro lugar.
Pero a esta escena serena
entra un mensajero inesperado (vs. 28,29). Conocemos esas palabras “¡Salve, muy favorecida! . . . Bendita tú entre las mujeres” Son palabras de bendición, pero también palabras que vienen a interrumpir la vida de María. Por eso el pasaje nos dice que ella se turba. La idea es fuerte; María se pone nerviosa, asustada, al fin y al cabo no es todos los días que alguien recibe a un ángel en casa y menos con un mensaje como éste.
El ángel la calma y le presenta un privilegio único, ser la madre del Mesías prometido (vs. 30-33). El niño será de la línea de David y será el cumplimiento de las promesas hechas a Israel. A María se le está invitando a ser parte del gran plan de Dios para la humanidad.
Todo indica que María está dispuesta. Pero encuentra un pequeño problema (v. 34), los niños no le nacen a mujeres vírgenes. María está lista a ser utilizada por Dios, pero no ve la salida a lo imposible de la situación. El ángel le propone una solución milagrosa, el Espíritu Santo, como la nube del Antiguo Testamento, la cubrirá y ella dará a luz un hijo (vs. 35-37). La prueba de que Dios puede obrar de esta manera es el embarazo de su prima Elisabet, la anciana que está por dar a luz fuera del tiempo normal para las mujeres.
María responde con un sí sencillo “he aquí la sierva del Señor” (v. 38). Pero es desde ese sí que nace la pregunta de este artículo. Imagínese que María es una joven líder de su iglesia. Está comprometida a casar con José, el líder del grupo de alabanza. De repente se escucha que María está encinta, José dice que no es el padre y María dice que es obra del Espíritu Santo. ¿Le hubiera creído Ud. a María?
Es fácil decir que sí, siendo que el evento ocurrió hace dos mil años. Pero la realidad es que la mayoría de nosotros no le hubiéramos creído. Algunos la hubiéramos condenado por su “pecado”, otros la hubiéramos acompañado, demostrándole amor y cuidado. Y si somos honestos algunos también hubiéramos chismeado o hecho chistes sobre quien sería ese “espíritu santo”.
Al decir que sí al ángel, María estaba aceptando que toda su vida sería cambiada. No le tocaría vivir esa vida sencilla como esposa y madre que ella probablemente había soñado tener con José. Los sueños y planes para la boda tendrían que desaparecer. Aún José no estaba seguro que hacer con esta situación hasta que también recibió una visión que le explicó lo que había pasado (Mt. 1:18-25). María siempre quedaría tildada por un segmento de la sociedad, siempre estaría la insinuación de que Jesús era hijo de fornicación (Jn. 8:41). Pero María dijo que sí. Estuvo dispuesta a arriesgar todo por unirse a lo que Dios estaba haciendo en el mundo. La historia de la navidad sigue porque una joven sencilla dijo que sí, costara lo que costara.
La historia de María es una historia de fe, riesgo y amor. Admiramos hoy a María y hoy todos podemos decir que sí le creemos. Pero su ejemplo nos recuerda que la navidad no sólo es un recordatorio de lo que hizo Dios en Cristo, sino también una invitación al riesgo de unirnos a lo que Dios está haciendo en el mundo hoy.
Algunos han vivido el testimonio relatado en la segunda estrofa de
Hay una senda, que se cita al principio de este artículo. Han tenido que vivir con las burlas y cuestionamientos de los suyos al decidir seguir el camino de Cristo Jesús. Otros han tomado grandes riesgos, y aún han perdido la vida, para poder dar testimonio, en palabra y hecho, de la obra de Cristo Jesús. Incluso algunos han dado sus vidas para servir a los ignorados por la sociedad o por denunciar el pecado y la injusticia en todas sus manifestaciones.
Muchos de nosotros nunca nos encontraremos en una situación tan difícil. Pero el Señor también nos invita al riesgo, el riesgo de una fe que cree que Dios está obrando en nuestro mundo hoy.Tal vez implique creer que Dios puede obrar en mi propia vida, trayendo cambios que parecen imposibles. O creer que Dios sí puede cambiar a mi cónyuge, a mis hijos o a mis jefes a veces injustos.
Puede ser un llamado a dar nuestro esfuerzo, dinero y tiempo para servir a otros en nombre de Cristo. Para muchos de nosotros será el compromiso de creer que Dios nos quiere utilizar allí donde estamos ahora, con nuestra familia, en nuestros trabajos, en nuestra comunidad y en nuestro mundo. Unirnos a lo que Dios está haciendo en el mundo es aceptar el riesgo de caminar en fe, sabiendo que Dios se hace presente aún en las situaciones más imposibles.
Hoy podemos celebrar el nacimiento de Cristo Jesús y su salvación porque una mujer sencilla llamada María le dijo “sí” al Señor. Al estar celebrando escuchemos la voz de Dios invitándonos a unirnos a lo que El está haciendo en el mundo hoy. El Señor puede utilizar en gran manera a los que decimos que sí.
(
Publicado originalmente en Latinos Unidos, Diciembre 2003)
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