INTRODUCCIÓN DE ÓSCAR MARGENET
Los cristianos somos testigos de los cambios que se van produciendo en el mundo alrededor nuestro; en ocasiones, los asociamos con la Palabra inerrante de Dios. Pero, en otras, no les encontramos respuestas, o nos cuesta aceptar las que nos incomodan. Por razones que sólo nuestro Padre sabe (y nosotros también, o algún día sabremos), nos resistimos a aceptar ciertas evidencias. Nos resulta fácil adoptar estilos de vida comunes a nuestros vecinos; hablamos su lenguaje “realista” basado en lo que todos repiten: la crisis, el paro, los desaciertos de los responsables económicos y políticos, lo bien que estábamos y lo mal que estamos; pero no hacemos una autocrítica ni marcamos la diferencia.
En este contexto ser agentes de cambio es un verdadero desafío.
Por ese motivo, he invitado al profesor Miguel Wickham, reconocido estudioso y escritor evangélico, a brindarnos su visión actualizada de los problemas globales a los que pareciera no sabemos o no podemos encontrar solución. Problemas que fueran pre anunciados por muchos estudiosos socialmente responsables que, con insistente claridad, advirtieron a quienes quisieran escuchar que el estilo de vida basado en el materialismo de consumo nos conduciría a callejones sin salida
[1].
He traducido del original en inglés un escrito que nuestro hermano Wickham nos autorizó a publicar en este espacio de P+D, y que tenemos el privilegio de leer en tres entregas, desde hoy.
ARTÍCULO DE MIGUEL WICKHAM
Los problemas de medio ambiente y calentamiento global actuales
No se nos puede escapar el hecho de que en las últimas décadas ha habido un enorme aumento en el interés por los temas ambientales; ello se refleja en los medios de comunicación y en el mundo de los negocios. Hay casi un consenso universal respecto de que estamos maltratando el medio ambiente natural, y que incluso nuestra continuidad como especie depende de la forma en que lo tratemos.
La actual crisis económica, que afecta particularmente a los viejos países industrializados del “mundo occidental", muestra que muchas personas que durante mucho tiempo hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades, enriquecidos por el consumo de petróleo importado y un alto nivel de tecnología, quedamos ahora inmersos y atrapados en la espiral del gasto y el endeudamiento descontrolado a causa del sistema bancario. Este es un mundo dominado por la ganancia a corto plazo, con el afán de lucro como único motor. Un mundo de los negocios que responde a la necesidad inmediata de rendimiento de las inversiones en la extensa red de mercados bursátiles.
La actual crisis económica puede ser vistacomo un inevitable «control», o recordatorio para todos nosotros; cuyo insistente mensaje es que no estamos atendiendo a la creación de Dios como el Creador diseñó y ordenó a sus criaturas hacerlo. Las recientes manifestaciones populares de los últimos meses son indicativas de la incapacidad del sistema económico actual para proporcionar unas normas de vida - justas y equitativas - para todos.
Llama la atención, sin embargo, que nunca estas manifestaciones globales por la pérdida de puestos de trabajo, los servicios públicos y los privilegios, hayan tenido como tema central la situación de los necesitados del mundo, las poblaciones desesperadas que viven en extrema pobreza en los países menos desarrollados. Sólo unas pocas personas y algunas organizaciones cristianas (por ejemplo, Tear Fund, Christian Aid, entre otras), continuaron denunciando la tremenda injusticia que sufren millones de personas.
Es un gran contrasentido que, mientras la sociedad secular responde a la crisis mostrando su creciente preocupación, muchos cristianos en los países más ricos se han refugiado en la creencia que "este mundo no es el nuestro" pues "esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva”. Simplemente, el problema no está en sus agendas. El mundo secular está más preocupado por su futuro inmediato; al punto de considerarse dependiente de la provisión de la Tierra. Por lo tanto no debiera sorprendernos, sino darle la bienvenida, pues vemos que comienza a reaccionar contra los efectos de este falso modelo de crecimiento y progreso.
Por su parte, los cristianos en general no han reaccionado, a pesar de que en la Biblia tienen el diagnóstico del problema y la receta para solucionarlo.Nos hemos distanciado de la interpretación correcta del mandato del Creador, olvidando que Dios nos ha dado la responsabilidad de llevar a cabo su propósito. La actitud de muchos cristianos, reflejada en su estilo de vida, es la de restarle importancia alas cosas materiales de la creación de Dios; que los asuntos espirituales son más importantes.
¿Qué basebíblica sólida tienen para sostenerla? ¿Arroja la Biblia algunaluz sobre la relación entre el hombre y el medio ambiente? ¿Es realmente tan grave el problema ambiental?
Con la revolución industrial empezaron a aparecer grandes problemas ambientales originados por el serhumano. La contaminación de los ríos y el aire, como el Támesis de Londres (2 y Figura 1), el vertido de PCB por General Electric en el río Hudson en los EE.UU. (3), el smog Universal de Londres en 1952 que mató a 4000 personas (4) , y la creciente conciencia de los efectos de la radiación nuclear de las bombas atómicas después de 2ª Guerra Mundial, comenzó a llamar la atención de escritores y científicos, en particular debido a los efectos adversos sobre la salud humana. Las autoridades gubernamentales, en particular en los EE.UU. y el Reino Unido se vieronobligadas a legislar sobre estos asuntos por primera vez.
Hubo una publicación que fue clave para una toma de conciencia sobre la importancia de la contaminación: "Primavera Silenciosa" de Rachel Carson5. Esto condujo a una legislación para controlar el uso del DDT en los pesticidas agrícolas. Para muchas personas, es la que marcó el inicio del movimiento ambientalista.
A lo largo del siglo 20, el impacto del consumo de combustibles fósiles para el transporte y productos manufacturados, tales como el plástico, una de las principales razones de la creciente riqueza de las naciones industrializadas, se extendió a todos los rincones del mundo. Los beneficios económicos de esta producción se generaron, a menudo, a partir de las regiones menos desarrolladas y se concentraban en unos pocos países industrializados. Esto demandó el transporte en buques de carga cada vez más grandes -como los superpetroleros y los graneleros– y generó
efectos secundarios negativos provenientes de la quema de carbón y petróleo. Los frecuentes derrames por accidentes, fallos de tubería o de tanques creció de la mano con este desarrollo económico. Entre 1965 y 1990 los derrames de petróleo recurrentes en todos los mares del mundo (casos de los petroleros Torrey Canyon, Exxon Valdez y Prestige) alimentaron la preocupación.
El comprobado
aumento de casos de cáncer debido a la contaminación del medio ambiente fue otro factor. Accidentes nucleares como los de Chernobyl en Ucrania en 1985 y Three Mile Island en los EE.UU; el reciente terremoto de Fukushima provocando un desastre nuclear, y el accidente químico de Bhopal en la India, son ejemplos que revelan su irreparable costo, como el del último nombrado, que se cobró la vida de miles de personas, en su mayoría pobres, que habitan en los barrios cercanos a la planta.
La contaminación se ha unido al comercio y las finanzas para convertirse en global. En los últimos años
la concentración de basura no biodegradable, el resultado del irrefrenable crecimiento de envases y embalajes para el transporte de productos a larga distancia, se ha convertido en una preocupación importante (el plástico tarda unos 400 años en biodegradarse).
"Todos los días el mundo produce dos millones de toneladas de basura. Seis y medio millones de toneladas de basura, incluyendo desechos tóxicos y no biodegradables, se descargan todos los años en los océanos del mundo”. Los estuarios de los ríos, costas e islas del Pacífico, son testigos de esta nociva acumulación. Hace poco se publicó que un trozo de un envase arrojado en California apareció en Indonesia.
El tipo dedesarrollo económico elegido por la sociedad occidental, dependiente del consumo de combustibles fósiles no renovables, ha llevado a la actual crisis ecológica, con la
destrucciónde los hábitats naturales, la rápida reducción de las especies y el aumento del número de extinciones en el variedad de plantas y animales.
Otros efectos sonlos
crecientes conflictosentre los países, producidos por la creciente escasez de recursos en una población mundial que crece rápidamente. Ejemplos de ello son los conflictos mundiales derivados de la competencia por los recursos y los mercados entre los países, tales como las naciones occidentales en la Primera Guerra Mundial; y entre EE.UU. y Japón en la Segunda Guerra Mundial; y las dos últimas guerras (del Golfo e Irak). Estos conflictos no se limitan al petróleo: las guerras del agua son recurrentes y cada vez mayor, con escenarios como el Medio Oriente (en las cuencas del Éufrates y el Tigris, del Jordán, del Indo y del Nilo).
El aumento de la población, la crecientepobreza y el alza en la calidad de vida de las naciones grandes, como India y China, impulsan esta demanda de recursos. Esto ha generado que las multinacionales de países emergentes compren grandes cantidades de tierra en países de África y América del Sur, lo que ha obligado a miles de personas a salir de su habitat para terminar sumergidos en la pobreza e insania suburbana de las crecientes "mega ciudades".
(La parte II llegará, D.m., el 4 de diciembre)
[1] El profesor Fritz Schumacher en su libro “Small is Beautiful” (“Lo pequeño es hermoso” en castellano) conmovió a la opinión pública a comienzos de la década del 70 al desnudar la verdadera naturaleza y temibles consecuencias de la explotación despiadada de los recursos naturales.
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