NO BASTA DECIR: ¡CRISTO!
Quien ama la Poesía no debe derramar inútilmente las palabras, desgastándolas tanto que ya casi nada signifiquen.
Quien ama a Cristo, y se cree poeta, debe exigirse al máximo para honrarlo como Él lo merece. No basta nombrar su nombre y ponerlo sobre un papel en forma de versos, pues puede que sea no sólo en vano, sino hasta contraproducente, haciendo huir a espíritus agnósticos que buscan acercamientos a través de la Palabra y de sus oficiantes-poetas. Y es que la Poesía no tiene adjetivos (cristiana, amorosa, social, etc.). Con ser Poesía ya es suficiente.
¿Quién leyó a
Mariano San León? La pregunta está dirigida especialmente a lectores ajenos al mundo evangélico español, donde sus himnos se suelen cantar con bastante asiduidad. Pero también entre los suyos es bastante desconocido como poeta, utilizando sus creaciones sólo para los cánticos del culto. Así, el estribillo de “Uno hay que tomó mi lugar en la Cruz” (
Mi pecado en la Cruz fue clavado con Él,/ ¡con qué sed anheló mi perdón!/ ¡con qué paz, con qué amor/ hoy contemplo esa Cruz/ donde él mi maldad expió!...), o el texto íntegro de “Hondo misterio”
(¿Cómo en su sangre pudo haber/ tanta ventura para mí,/ si yo sus penas agravé/ y de su muerte causa fui?..), resultan repetidos una y otra vez.
Decía que tampoco los propios le difunden como genuino poeta que es, emparentando con
Salomón o
Juan de Yepes, y también con los poetas-profetas sociales del Libro. Leyendo los dos volúmenes titulados
Vida de siembra, siembra de vida (Ediciones Evana, Madrid, 1985, cuidado y prologado por Santos García Rituerto, y con nota de Juan Solé), magno trabajo recopilatorio de buena parte de sus textos, fui espigando y encontrando destellos de excelente poesía:
“Ardiente zarza en el desierto/ de aquesta vida me fue la Cruz”, o también, “
Corramos, ¡Oh Amado!,/ corramos presurosos,/ lo más bello y hermoso/ se vive sólo en ti”. Podría citar numerosos versos más, fragmentariamente, pero sólo lo haré otra vez. Leyéndolo con fruición, me tope con un invocación que la asumí como un maravilloso mandato, escrito décadas atrás:
“Caminante de otras tierras,/ ven, transita por la mía. / Hallarás largos caminos / y rutas desconocidas,/ pero hay huellas de un Maestro/ que llevan a nueva vida”.
Yo había llegado de lejos…
DIGRESIÓN
Aquí una digresión, que servirá para todas las demás entregas. ¿Qué es lo excelente y qué no lo es en poesía? No lo sé, salvo que me fió de mi intuición, como cuando me conmueve un autor y lo incorporo de inmediato a mi familia. Así me ha sucedido con poetas mayores como
Gastón Baquero, Gonzalo Rojas, Jesús Hilario Tundidor, Emilio Adolfo Westphalen y otros. Lo que sí sé, como aprendiz de poeta que soy, es que poco se puede uno fiar de los críticos literarios. Dos ejemplos pondré. El primero aparecido recientemente en el suplemento cultural de un importante periódico español. Cuando lo leí solté una carcajada, para no llorar por la buena poesía española, que sí existe aunque los medios de comunicación se empeñen en demostrar lo contrario. Dice así (omito nombres y títulos; no viene al caso ahondar en la herida): “Absolutamente espectacular.
XXXX es el
best of de
XXXXdesde 1998 hasta hoy. Trece años de ultradominio del lenguaje, megadeconstrucción de las realidades aparentes y una hiperinteligencia poética casi extraterrestre.
“A Shakespeare le habría fascinado/ la escena en la que Buzz Lightyear/ se entera de que no es un guardián estelar,/ sino sólo un juguete”. Cumbreño no es como nadie, no piensa como el resto, escribe sólo Cumbreñopoetry. La poesía española del siglo XXI será esto. O no será”.
El otro ejemplo viene de muy atrás, de cuando
Gonzalo Rojas publicó su primer libro y
Alone, entonces el principal crítico literario chileno, escribió: “Al paso que llevan, las letras nacionales no prometen nada bueno”. Gonzalo, que estuvo varias veces en mi casa, y hasta vivió en ella, siempre repetía esa anécdota para reír mientras brindábamos. En dicho tiempo ya había recibido todos los premios más importantes de las letras en Lengua castellana, incluido el Cervantes.
Y hago esta digresión sobre crítica ‘mundana’, para referirme a la crítica ‘cristiana’, donde con excesiva frecuencia se prioriza las veces que Dios aparece en el poema, limpio y purificado, a la temperatura mistérica de lo numinoso, y a todo lo que atañe al hombre en cuanto ser en sociedad.
‘DESCUBRIMIENTO’
Fui ‘descubriendo’ a
Mariano San León Herreras (Valladolid, 1898 – Barcelona, 1963), gracias al donativo de sus obras por parte de
Manuel Corral, tan querido para mí. Cierto que San León sabe comunicar la aérea sangre y sus nervaduras frotadas en la sustancia del paisaje, pero -por sobre todo- llama a los rezagados, mientras desvela su compromiso con los humildes, como el propio Jesús, recordando a sus propios hermanos que el cielo también está en la tierra.
Así de ‘escandalosamente’ clara es su poesía. Leamos uno de sus mejores poemas, a mi entender.
SOY HOMBRE
Soy hombre y cada hombre
es mi hermano.
El que lleva en su frente el sello de la vida
y el que yace en su propia celda condenado;
el que me niega una mirada
y el que me brinda la fuerza de su brazo;
el que llama temblando a mi puerta
y el que vive en regalo;
el que cruza cantando la floresta
y el que sube la cuesta de un calvario:
en su ser tal vez aniden igualmente
idénticos gusanos.
El rencor del indigente
y el amargor del saciado
mas de una vez clavados en mi pecho
los sentí como dardos.
Y la llaga que los ojos miran
y la que esconde fino y blanco paño
quisiera ver sanadas
por una misma Mano.
¿Se olvidaron -¡oh Cristo!- de tus palabras
selladas con la sangre del Calvario?
¿Lo que son tus brazos extendidos
Y tu voz al decir: “Amaos,
que uno es vuestro Padre
y todos vosotros sois hermanos”?
¡Por qué sus ojos brillan con fulgores de Infierno
y sus dientes castañean blancos y afilados?
Lobos y perros en su maldad se hicieron
¡y así la vida van atravesando!
¡Oh, si se hundieran con su ceguera las mansiones!
¡Si se hundieran con su ceguera las cabañas!
¡Y esta pobre humanidad que hiede,
la pobre humanidad que se engusana
respondiera a la Voz de Cristo
que a nueva vida llama!...
¡Oh pueblos que amáis la Verdad y la Justicia!
¡¡¡ Desatadla!!!
CLAMAR POR EL PRÓJIMO
Entre abrazos y rasguños el creyente ora por la religación suprema; entre todo lo que tiene vida -pero también bajo el fósforo del porvenir-, el poeta que también es cristiano cobija al prójimo más de lo que su corazón puede contener. Y es que el poeta es un recomendado de Dios: clama contra lo que oprime; busca palabras que los faltos de ética o de práctica evangélica no soportan; ilumina la confianza de quienes abren su entendimiento al Reino de la solitaria paloma blanca.
Aquí anoto otra muestra de su poesía, impregnada en el Evangelio de Jesús y de sus primeros discípulos:
¿DE QUÉ TE SIRVE?
La vida del hombre
no consiste en la abundancia
de los bienes que posee
(SAN JUAN)
¿De qué te sirve la lluvia
de oro que te visita
y hace madurar el fruto
del huerto que tú cultivas,
si desconoces la mano
que tales dones te envía?
¿De qué te sirve la nube
deshecha en limpios cristales
que da canción a tu fuente
y aromas a tus rosales,
si muere de sed tu alma
cautiva en lazos carnales?
¿De qué te sirve la noche
cuajada de pedrería
si es mirada de los Cielos
que jamás al pobre olvidan,
si para ti tal mirada
es inconsciente y es fría?
¿De qué te sirve el pan blanco
que nunca falta en tu mesa
y el vaso que cual topacios
liquidados centellea,
si tienes a tu hermano
muriendo de hambre a tu puerta?
NUEVA LUZ SOBRE SU POESÍA
Vuelve a solear para que los poemas de
Mariano San León salgan de las capillas y sean reconocidos en la historia de la poesía española de todos los tiempos. Bellos poemas, como“Dadme amor para el camino” están ahí para que su ternura nos traspase. Quedan citados con este castellano hermano de Cristo que difundió la Palabra por toda la geografía española. Un castellano orgulloso de su suelo: “
Si hay un orgullo en mi vida,/ ¡oh Castilla!, eres tú,/ la tierra de las tierras onduladas/ con temblor de juventud…”. Un castellano que siempre supo invocar a su Maestro.
ORACIÓN DE DISCÍPULO
¡Rabí de Galilea, enséñame el camino!,
el mundo necesita quien sepa hacer el bien.
¡Hay tanta desventura, vileza y egoísmo
y tanto pensamiento que abrasa nuestra sien!
¡Rabí de Galilea, enséñame a ser bueno!
a ser lo que tú eres al hombre y al dolor;
a descubrir la llaga tan sólo para curarla,
y hablar de las miserias tan sólo por amor.
¡Rabí de Galilea, Maestro incomparable!,
eterno Soberano, eterno Hijo de Dios,
si algo se hizo llama en mí, inextinguible,
lo sabes, es amarte e ir de ti en pos.
¡Rabí de Galilea! Preciosa tu llamada,
preciosa tu enseñanza, preciosa tu virtud,
precioso tu horizonte, precioso tu camino,
precioso tu destino, preciosa tu salud.
¡Rabí de Galilea! Cual Pedro yo he bebido
de tus labios la vida, y siento el corazón
por siempre a ti ligado. Las horas que te sigo
se me han hecho tesoro, se me han hecho canción.
¿Nueva luz, ahora el milagro? No. El milagro es desde siempre, pues al principio fue el Verbo.
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