Se suele aceptar como válido que quien tiene la información tiene el poder. Pero eso nos pone ante la cuestión de cómo se da y recibe la información, siempre con consecuencias.
El gran problema en Israel, y en las iglesias del Nuevo Testamento, es la palabra engañosa, la distorsión, el fraude lingüístico, las palabras perversas e infladas de los falsos profetas y los falsos maestros. Trazaban un plano falso para construir, equivocado a sabiendas, con intención. Diseñaban un mapa de ruta conforme a sus planes, pero no veraz en cuanto a su relación con la realidad. El pueblo se perdía una y otra vez. Aunque no aprendía, y seguía prefiriendo a los falsos que le endulzaban el mensaje en vez de a los fieles portadores del mensaje. Hoy seguimos igual.
Podemos imaginar el gran destrozo de tiempo y energía que supondría construir una casa sobre un plano equivocado, o en un sitio que no corresponde. ¿Cómo reparar una simple avería eléctrica en un edificio si se carece del plano eléctrico; peor aún, si tenemos uno equivocado? En pequeña escala, ¿cuánta confusión nos produciría tener un plano falso de las estaciones de metro o de autobuses? ¿Podemos imaginar que el Estado nos proporcionara un mapa oficial de carreteras con todas las vías equivocadas?
Con un mapa equivocado te puedes sentir en las Indias cuando estás en una playa de América.
Todos estamos de acuerdo en la necesidad de disponer de información adecuada para construir una casa, para viajar con seguridad, para tomar las medicinas correctas, etcétera. Pero, ¿y los mapas morales, y los mapas de la Historia, y los mapas de la religión? ¿Con qué mapas funcionamos, dónde miramos para orientarnos; incluso, tenemos alguno a mano? El asunto es vital. Ya en el principio de la Historia, el Mentiroso proporcionó un mapa equívoco, y eso trajo la muerte. “No moriréis”.
Si tu coche se averió en la vía pública, tienes que señalarlo adecuadamente para “informar” del peligro a los demás que circulen. Perfecto. ¿Informó adecuadamente el Gobierno de turno en España sobre los “coches averiados” en la autovía de la economía? ¿Qué mapa económico les proporcionó a las familias que se hipotecaron? ¿Estaban señaladas correctamente las vías de circulación económicas? ¿Quién puso en manos de ese joven matrimonio que se hipotecó un mapa económico donde todo eran avenidas y una red de autopistas, cuando la realidad que ahora pisan es un cúmulo de caminos vecinales, vericuetos, y montañas que hay que subir a pie? [He puesto esta referencia, pero otras cercanas serían igual de válidas: bombardeo de la OTAN sobre Yugoeslavia. Guerra de Irak, etc. ¿Qué mapa se nos dio de esa realidad de muerte y destrucción?]
¿Y los atalayas en los púlpitos? ¿Conocen adecuadamente la fisonomía del enemigo que viene? ¿Saben distinguir? ¿Quién los puso donde están? ¿Qué mapa tienen para contrastar con los engañosos? El Gobierno de turno no avisó; los interesados en vender la mercancía informaron como les convino, pero ¿y los atalayas? Mi pueblo se perdió por falta de conocimiento. Y así seguimos. Si el ciego guía al ciego, ambos al hoyo.
Aunque asombre, vivimos [los españoles] en un Estado democrático. A veces en el lenguaje se confunde con lo que sería un Estado liberal. Parecen lo mismo. El uso de los términos, cuando no se plantea en un plano general, debería cuidarse. En esto de la confusión de nombres, se lleva siempre una buena dosis los Estados Unidos de América. ¿Quién no sabe que son una democracia? Según los gustos, incluso una democracia ejemplar. El problema es que se enterasen de eso sus padres constitucionales: les daría un susto. Ninguno quería una democracia, y de ella decían públicamente descalificaciones notables. Para ellos, una democracia era un gobierno calamitoso. Esa nación es una República. No es lo mismo. Y siguiendo con nuestra cuestión de la información, no se puede tratar desde la misma perspectiva en un Estado liberal que en uno democrático. En el primero el derecho es a la libre información, el derecho de expresión: cada uno tiene el derecho de exponer e informar de sus ideas. En el Estado democrático el énfasis está en el derecho a “recibir” una información correcta, a los individuos y a los colectivos. (Por supuesto, también a la libre expresión de las ideas.)
Decir que tenemos el derecho a recibir una información correcta, suena casi a broma. Es verdad que se obliga por ley a las empresas para que en sus productos informen correctamente al cliente. Eso está muy bien. Pero eso no se aplica al propio Gobierno, de la nación o de las comunidades autónomas. Y esto vale para todos los partidos: ¿Qué pone en la etiqueta comercial de los partidos que se presentan a las próximas elecciones? ¿Qué estamos comprando? Si se puede demandar legalmente a una empresa por fraude en la información o publicidad de su producto, ¿por qué aplicamos el mismo criterio con los partidos políticos?
No digo esto porque espere que se cumpla ese “derecho”. A cada uno le queda el “deber” de dar veraz información sobre los asuntos que le atañen, pero no hay que perder mucho tiempo en esperarlo de los Gobiernos. De momento. En una sociedad donde el “chisme” tiene tantos seguidores, no se puede esperar algo serio.
El cristiano tiene en su Constitución, la Ley bíblica, mandatos reiterados sobre la información veraz. Para ir, o no, a la guerra; para comprar, sin pesas falsas; para no salir fiador por un extraño; para no elegir sin consejo previo; para no llevar un mensaje oculto, sino con claridad, delante de Dios y de los hombres; para no usar palabras “persuasivas” de humana sabiduría; etcétera.
Como fiel atalaya, “os he dicho todo lo que era necesario”, por eso “estoy limpio de la sangre de todos”, nos dice uno que cumplió con su deber de informar verazmente.
Los malos consejeros, esos que trucan las etiquetas, los que desfiguran el mensaje, esos que llenan palacios, casas e iglesias. Esos para los cuales tenemos el deber de informar sobre sus desmanes. Eso por lo que la Iglesia es profeta. Informar y recibir información correcta. Tan sencillo, tan complicado. Quiso el Tentador confundir al Testigo fiel por medio de falsos usos de su Ley. Así siempre. También hoy.
Les dejo unas enseñanzas de Constantino de la Fuente. Se refieren al texto “malos consejeros” y corresponden a sus sermones sobre el salmo primero. “¡Cuántos son los que permanecen en las casas de los príncipes y señores del mundo, y que alcanzan grandes riquezas y tiranías, no por otro respecto ni por otra razón sino porque se sirven de malos consejos, y de andar en camino del consejo de otros malos como ellos! De cuya persuasión y consentimiento salen las leyes injustas, se permiten los agravios y las injusticias, porque ellos son los consejeros de ellas y por cuyo parecer son inventadas y favorecidas. En la casa del tirano por fuerza ha de haber muchos tiranos en cuyo consejo él ande. Y son tantos los partícipes de estos malos consejos, hallan tantos que sigan su mando y su parecer, y cuyo parecer ellos al mismo tiempo sigan, que está tejido y trabado el mundo de esta abominable red de malos consejeros y de malos consejos”. [Editorial Mad, Sevilla, 2009, p. 151]
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