Ella, mi madre, estuvo –literalmente- pegada a mi padre hasta su último suspiro. Gracias mamá! por quererme, protegerme y bendecirme. La historia de tu vida, siempre me ha demostrado tu profunda fe.
Querido papá: Hoy estoy muy triste, te echo mucho en falta a pesar de que hacía bastante tiempo que ya no me conocías.
No sé… Todo parece una incongruencia, llevaba años pidiéndole al Señor que tuviera misericordia de ti y que te llevara con El; pero el día que te fuiste, creí morir. Me duele, me duele tanto…
Sé muy bien que estás feliz, ya lo recuerdas todo, ya nos conoces a todos, ya no te duele nada; pero –sobre todo-estás en los brazos del Señor al que amaste y seguiste hasta el final.
Alguien me contó que el día que yo nací saltabas de alegría y que le decías a cada paciente, que habías tenido una hija preciosa que se llamaba Beatriz.
Yo no lo recuerdo, porque tenía pocos meses de edad; pero sé que pusiste el mundo patas arriba, hasta que encontraste la medicina que me salvó la vida.
Todavía recuerdo el día que me enseñaste a nadar, qué bien lo sabías hacer! Y de qué manera me ibas enseñando!... Hace tantos años… Pero todavía están grabadas en mi mente cada una de tus palabras.
También recuerdo, llena de ternura, cuando –tomada de tu mano- siendo muy pequeña, te acompañaba a guardar el coche, siempre me comprabas un helado, siempre de chocolate y… todavía recuerdo el precio: dos pesetas!!
Recuerdas cuando me enseñaste a conducir?.. No te importaba que te rayara tu precioso coche o que me dejara el freno de mano puesto, al poco de cumplir los dieciocho tenía el carnet en mis manos, tú fuiste quien me dio las primeras nociones.
Dios mío!, cómo te recuerdo en tu consulta!, con tu bata blanca y aquellos antiguos rayos X, qué guapo estabas!!. Podías tener la sala de espera a tope; pero, cada vez que yo te necesitaba, parabas lo que fuera para atenderme a mí.
Es graciosísimo!, yo- que soy de letras- y, para nada soy médico, cuantas cosas me has enseñado respecto a la medicina!, cosas, cositas… Cada vez que tenía alguna enfermedad o tenía que tomar algún medicamento, me explicabas hasta la saciedad todo lo que sabías del tema.
Eras muy bueno en lo tuyo, el mejor!, lo has demostrado tú y lo han demostrado tantos compañeros de profesión y tantos y tantos enfermos tuyos que desfilaron por tu consulta.
Hacía bastantes años que ya no pasabas consulta, pero tras tu muerte vino mucha gente agradecida que no te había olvidado, no sólo por tu buen hacer profesional; sino por tu cariño con ellos.
Pero sobre todo, querido papá, lo más grande que me enseñaste y el mejor legado que me has dejado fue tu gran amor por el Señor.
Tú me enseñaste a ser hospitalaria, nuestra casa siempre fue… la pensión de la iglesia y tu respeto y amor por los siervos de Dios, fuera quien fuera, quedó más que demostrado ante los ojos de todo el mundo.
Todavía recuerdo el versículo que me escribiste en la primera Biblia que me regalaste: “El mundo pasa y su concupiscencia, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. Sí, me lo enseñaste y vi como eso era una realidad en tu vida.
Tengo un recuerdo grabado en el alma, y es el verte, muchas veces, cuando venías muy tarde de la consulta, de rodillas al pie de tu cama o leyendo la Palabra de Dios.
Tú me enseñaste que seguir al Señor, aunque haya que pagar un precio muy alto por ello, es lo único que vale la pena en el mundo.
Podría seguir escribiendo y escribiendo, pero estoy realmente agotada.
Has sido un padre diez y nunca le agradeceré lo bastante al Señor el regalo de darme un padre como tú.
Si, hoy yo estoy triste, pero tú estás feliz, te estoy imaginando en el cielo, cantando aquello que tanto te gustaba:
Cuando la trompeta del Señor se toque la final,
con fulgor apunte el alba eternal,
y los redimidos suban a su casa celestial,
cuando allá se pase lista yo estaré.
Te dejo, papá, no olvides nunca que te quiero con toda mi alma, y anhelo ese día glorioso en que te pueda volver a abrazar, y juntos podamos adorar al Señor al que me enseñaste a amar, seguir y servir.
Te quiero mucho!, un beso muy fuerte!, hasta pronto!
Tu hija Bea
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